Si alguien consultara en una hemeroteca la información presupuestaria de Navarra correspondiente a 2014 y la comparara con la de la semana pasada, se preguntaría si en ambos casos se está hablando del mismo lugar.

El Gobierno foral acaba de fijar el techo de gasto para los Presupuestos del año que viene en 5.742 millones, una cifra inverosímil si se tiene en cuenta que el techo de gasto hace diez años fue de 3.420 millones. Es decir, que en la última década la Hacienda Foral ha aumentado su capacidad para disponer de dinero público en un 70%.

Eso se ha traducido en la ampliación de la cartera de servicios, el refuerzo de algunas áreas y la creación de otras nuevas, además del aumento de la contratación pública. Y todo se ha producido al mismo tiempo que Navarra ha experimentado muchos cambios desde 2014.

Políticos, con gobiernos impensables hace una década, y con más peso de las instituciones supraestatales y comunitarias. Y sociales, con una sociedad más plural, más compleja, más mestiza, más tecnologizada, donde han cambiado hábitos y se han sumado otros nuevos a una pirámide poblacional diez años más vieja. Todos esos factores, y otros más que se explican ahora, están detrás de que año a año Navarra haya consignado cada vez más dinero para elaborar los Presupuestos.

El cambio de tendencia, en 2015

La década tomada como periodo de análisis en este reportaje arranca en un año crucial: 2014. Es el último año completo del último Gobierno de UPN. Eran los tiempos de los recortes y las estrecheces económicas derivadas de la anterior crisis. Además, Navarra sufría una parálisis política desde la ruptura del Gobierno UPN-PSN que tuvo a Navarra sin más Presupuestos que los de 2012, que se fueron prorrogando hasta los primeros del Gobierno del cambio, ya en 2015.

Es con el equipo de la expresidenta Uxue Barkos (Geroa Bai) con el que empieza el cambio radical en la consignación presupuestaria. El consejero Mikel Aranburu, un inspector de Hacienda de toda la vida, le da la vuelta a las finanzas navarras como un calcetín.

El departamento aprueba una reforma fiscal que permite recuperar los maltrechos ingresos públicos –debilitados en las últimas etapas de UPN– y el viento de cola de una economía recuperación –el ciclo 2015-2019 fue bueno– ayuda en la nueva estrategia.

No obstante, los primeros Presupuestos son los que pueden ser, y ahí está la gráfica, con incrementos mínimos sobre la capacidad de gasto. Los intereses de la deuda, los cánones de las obras pagadas con peaje en sombra y las rebajas fiscales son una “pesada losa”, como se dijo en su día. “Cada departamento ha tenido que hacer el pino y el tirabuzón”, ilustraba el entonces consejero de Economía, Manu Ayerdi. 

Pero la nueva política fiscal va permitiendo más margen de maniobra. En las Cuentas para 2017 ya se dispone de 183 millones más gracias a la recaudación, con capacidad de llegar hasta los 3.579 millones en ingresos. Una negociación histórica para rebajar el pago de Navarra mediante el Convenio Económico –con un ahorro del 23% con respecto a lo que se pagaba en tiempos de UPN– supone la guinda a una política fiscal distinta y que funciona. Todo se hace, además, cumpliendo con los estándares de Bruselas –que no pasa una– con respecto al límite de deuda, déficit y gasto.

El efecto del covid

El consejero Aranburu, en septiembre de 2018, aprueba el primer techo de gasto que pone el 4 por delante: 4.018 millones para 2019, el último año de la legislatura. En esa misma rueda de prensa, además, asegura que lo que está haciendo Navarra es aprovechar para “desendeudarse” y cancelar préstamos, lo que permite reducir la deuda un 5%. La economía sigue creciendo a un ritmo que ahora nos da envidia: al 2,7%. Hoy se habla de un 1,5% para 2024.

Eran buenos tiempos. Así se llega al ciclo electoral de 2019 y, entre la salida de Barkos y la entrada de Chivite, 2020. Para entonces también había crecido el techo de gasto y el coronavirus le pilla a Navarra con las Cuentas recién aprobadas.

En realidad, la pandemia no ha sido un desastre para el Presupuesto público. Ahí están los números. La caída de ingresos se compensa con prórrogas y alivios que funcionan y hay dos claves: la moratoria en las reglas fiscales y los fondos europeos, que llegan a decenas a Navarra para reactivar la actividad. Es la nueva apuesta de la UE para combatir la crisis: inversión frente a la austeridad de la última crisis. También es cierto que el alcance real de los mecanismos Next Generation, habilitados hasta 2026, está por medir.

Los últimos ejercicios han estado marcados por la incertidumbre. Nadie sabía cómo iba a reaccionar el mercado después de una pandemia y, por si fuera poco, una guerra al Este de Europa pone la puntilla a la escalada de precios que se había empezado a intuir unos meses antes, cuando una crisis de materiales y chips empieza a enrarecer la economía. Los productos básicos se ponen por las nubes, la gasolina pasa de 2 euros el litro, se desbocan la inflación y los tipos de interés.

Hoy parte de la batalla pasa por aliviar a las familias en la cesta de la compra y el encarecimiento de las hipotecas. Las medidas de alivio sobre el IVA, la luz y los hidrocarburos van a ser historia bien pronto. Y parece que la UE va a recuperar la senda del ajuste. Pero, en ese contexto incierto y económicamente duro –ya se ha dicho que la economía navarra se va a ralentizar–, el Gobierno ha vuelto a romper el techo de gasto con la expectativa de un Presupuesto expansivo que todavía está en fase muy preliminar.