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Mikel Bueno UrritzelkiCoautor del libro ‘Navarra, 1934. El año de las revoluciones sepultadas’

“En 1934 en Navarra había una clase trabajadora que luchaba por sus derechos y por sus intereses de clase”

Este domingo por 12,95 euros más el periódico se puede adquirir un nuevo libro de Mintzoa, sobre un pasaje desconocido de la Navarra del siglo XX: el año 1934

“En 1934 en Navarra había una clase trabajadora que luchaba por sus derechos y por sus intereses de clase”Iñaki Porto

Mikel Bueno (Pamplona-Iruña, 1984) es doctor en Humanidades y Ciencias Sociales por la UPNA, licenciado en Historia por la UPV/EHU) y tiene en su haber dos másters. Acaba de publicar con Mintzoa y junto a la también doctora Elorri Arcocha un libro sintético, de 118 páginas. Resume los antecedentes y los acontecimientos que rodearon al año 1934 en una Navarra muy agraria, donde el 71% de la población activa se dedicaba al sector primario, pero no tan conservadora como a veces se representa. Un momento más bien desconocido, del que se cumplieron 90 años en 2024.

Parece que 1934 remite automáticamente a Asturias, y este ensayo se focaliza en nuestra comunidad.

–Navarra no era Asturias, no era Bizkaia, pero tampoco ese páramo de tranquilidad que se ha querido vender desde ciertos sectores, sino que fue un año en el que explotaron unas luchas campesinas que existían desde un siglo antes, y donde llegaron también los ecos de Asturias. Fueron unos meses que han quedado un poco ocultos por el foco represivo del 36, que no surgió de la nada. Las élites vieron sus intereses socioeconómicos un poquito tocados, y el punto álgido fue el 34. En Navarra había una clase trabajadora que luchaba por sus derechos y por sus intereses de clase, en contra de unas élites que iban cercenando sus condiciones de vida.

Ustedes abordan el fenómeno del comunal como “seña de Navarra”. ¿Qué se activó aquel año?

–Lo más importante a nuestro juicio fue la huelga revolucionaria campesina del verano, en la que decenas de pueblos pararon, se puso en jaque el sistema en el cual se había privatizado el comunal. La población no tenía acceso a a pastos y cultivos a los que un siglo atrás sí accedía. 

¿Cómo se dio ese proceso?

–Esa privatización había comenzado a principios del siglo XIX, con el liberalismo, cuando empezó el capitalismo agrario, un fenómeno que ocurrió en Europa occidental sobre todo en esa época, al que se enfrentaron las clases trabajadoras. Claro, en los cuatro territorios forales se dieron las dos guerras para defender la foralidad, un sistema que chocaba con el liberalismo que se estaba creando entonces, en contra de los intereses de la población general, que perdía recursos y se depauperaba. De ahí esa conciencia en favor de esa lucha de la clase trabajadora.

“Navarra no era un páramo de tranquilidad. En 1934 explotó la lucha campesina que existía desde la privatización del comunal”

Y en este contexto, llegó la huelga de junio del 34.

–Fue de ámbito estatal, pero en Navarra tuvo mucha fuerza, porque el sector primario la tenía. La reforma agraria que había promovido el Gobierno progresista republicano en Navarra no se aplicó, porque las élites políticas y económicas de aquí lo impidieron, el mayor exponente fue Rafael Aizpún. Cuando la derecha llegó al Gobierno con Lerroux, la CEDA entró en octubre de ese 1934, las políticas sociales del primer bienio se echaron para atrás.

¿Qué pasó de junio a octubre?

–Decenas de pueblos de Navarra fueron a la huelga, en algunos triunfaron las exigencias que tenían los trabajadores, en otros no. Hubo censura para la prensa y se militarizaron algunas comarcas. La huelga fracasó, porque los objetivos generales no se consiguieron, pero aquello que se había movido en el ámbito rural pasó al ámbito industrial. Y aunque la industria era pequeña, había núcleos en Iruña, Olazti, Altsasu sí tenía más fuerza, y llegó la huelga general de octubre. La represión que hubo en junio se acentuó en octubre, con detenciones, multas y despidos. Siendo Rafael Aizpún ministro de Justicia se suprimieron más de 30 ayuntamientos, y en otros, aunque no gobernados por la izquierda se destituyeron a los concejales de esta ideología, y las derechas navarras coparon ese espacio, lo que les posibilitó hacerse nuevamente con el control total de la Diputación.

Hablan de huelgas revolucionarias. ¿En qué sentido?

–Ellos las llamaron así, de cara a hacer la revolución. ¿Igual los objetivos eran muy ambiciosos y no tenían fuerza? Perdieron, pero en el momento creyeron que podían derribar el entramado que les perjudicaba en su día a día, que les mandaba a la pobreza y dejaba a mucha gente pasando hambre. Fue revolucionaria en el sentido de que revolucionaron también el sistema económico y social. ¿Si hubiesen ganado qué hubiese ocurrido? Eso ya es ficción.

Dedican también un capítulo al Fuerte de San Cristóbal, como “presagio del 36”, sobre las condiciones de este centro de reclusión, que generaron protestas.

–La gente sabía lo que estaba pasando, cada sector político tenía un periódico, y se venía creando una conciencia social y política. Había solidaridad y conciencia sobre la situación en Ezkaba.

Han apostado por un libro muy sintético.

–La idea no era hacer un trabajo académico, sino de divulgación, en el cual explicáramos que la clase trabajadora rural y urbana salió en el 34 a defender sus derechos, de dónde venía eso, que no sale de la nada, sino que viene de la pérdida de la foralidad en el siglo XIX, concretamente por las consecuencias de la ley de 1841, que fue muy beneficiosa para la oligarquía navarra, pero muy perjudicial para la inmensa mayoría de la población.

Y en el franquismo los comunales terminaron de quedar sepultados.

–Sí, claro, los grandes propietarios que se hicieron con las corralizas, que robaron lo que era de todo el pueblo en el siglo XIX eran una élite muy reducida, que ha seguido en el poder político y económico prácticamente hasta la actualidad, y quienes detentaban esos antiguos comunales, y tenían el poder político y económico, fueron los que atizaron a los pequeños propietarios y campesinos, haciéndolos creer que sus intereses coincidían con los de la élite navarra, que tenía unos objetivos de clase, fue la que se benefició de lo que ocurrió en el 36, independientemente de su ideología, que era secundaria. Lo primero fue defender sus intereses de clase, y para eso utilizaron a muchísima gente que creía que como pequeños propietarios o campesinos los intereses de unos y otros estaban ligados cuando obviamente no era así.

“La movilización campesina de junio pasó al ámbito industrial. La represión se acentuó, con detenciones, multas y despidos”

¿Preparando el libro hay algo que les haya llamado más la atención?

–Esa conciencia global de clase que tenían, y que se ha ido perdiendo en Euskal Herria. Se quiere vender una Navarra en la cual no había problemas de clase, sociales o económicos, y sí los había, como en Inglaterra, en el Estado francés, en Alemania... Era una problemática global. En Navarra se estaba conformando una conciencia global de clase y se estaba tomando conciencia de cuáles eran sus derechos, de por qué tenían que luchar y para qué. Cuando las clases trabajadoras y populares tomaron conciencia de quiénes son también toman conciencia de quién es el enemigo, que era la oligarquía que había robado los comunales y las corralizas en el siglo XIX.

A su vez la oligarquía también les consideró enemigos...

–Claro, cuando las élites ven que a quienes están explotando se empiezan a levantar, a unirse y a tomar conciencia de quiénes son, aquello pone en peligro esos privilegios en los que se mueven, y poner en solfa el statu quo de esa sociedad. Hay mucha ligazón entre la represión del 34 y la del 36. En el libro incluimos un breve listado de personas que fueron detenidas en el 34 y muchas de ellas, asesinadas en el 36. Y las comarcas más combativas desde el siglo XIX en favor del comunal, fue donde más represión hubo en el 36.

¿Un mensaje final?

–Las luchas en el siglo XIX y principios del XX a favor de la recuperación del comunal, de lo que era público, salvando todas las distancias se pueden extrapolar a hoy día. Entonces querían privatizar el comunal y hoy se va contra los servicios públicos. Es la misma clase social que lleva a su terreno lo público, para privatizarlo y tener ganancia económica. Son momentos diferentes, pero primero se fue contra la tierra, para acapararla, y ahora se cercenan los servicios públicos, para dejarlos caer o que vayan perdiendo fuerza con el objetivo de privatizarlos y que sean un beneficio para unos pocos también.