Las palabras de Jesús Polo Soriano, ingeniero jubilado de 73 años, cayeron como un plomo en la comisión parlamentaria que investiga adjudicaciones de obra pública en Navarra. Después de año y medio de presión política en torno a las obras de Belate, con declaraciones, informaciones y opinadores abonados a la teoría del amaño, el funcionario que ejerció de presidente de la mesa puso patas arriba la comisión el primer día de comparecencias.
Durante el interrogatorio a cargo de UPN, apenas al comienzo, Polo reveló algo que lo cambió todo: ni votó en último lugar –lo hizo el tercero y antes que otros dos ingenieros– ni arregló después la votación para decantar la adjudicación a otra empresa. Emitió su voto el 15 de mayo de 2023 y no lo cambió cuando a finales de mes llegaron el resto de puntuaciones. Además, dijo que su primera opción, la unión de Dragados con Obenasa, no fue la que finalmente salió elegida: Acciona, Servinabar y Osés.
Hubo desconcierto. Los parlamentarios se miraron extrañados. Por qué tan tarde una revelación tan nuclear. Entre tantas dudas, una certeza: la teoría sostenida durante tantos meses por la oposición recibía un varapalo. Quedaba tocada, quizá al borde del derrumbe.
El protagonista, el señalado, negaba el principal argumento sobre el que la oposición política había construido un relato cerrado, casi perfecto: que el Gobierno de Navarra, las altísimas instancias si no la misma Chivite, había designado a dedo a un funcionario que debería estar jubilado para presidir la mesa de contratación de la obra pública más importante de los últimos años, con el único objetivo de favorecer a una empresa concreta.
El informe de la UCO, donde el mandamás socialista Santos Cerdán, Acciona y Servinabar aparecían bajo la lupa, terminó por catapultar el relato. Era el caso de corrupción perfecto para tumbar al Gobierno.
La oposición ha sustentado esta teoría en varios pilares, en varios argumentos. Al menos, en seis: la votación fue volteada por un funcionario; existió injerencia política; hubo intereses personales y empresariales; la adjudicación fue un dedazo; y el funcionamiento de la mesa fue anómalo. Este reportaje los analiza uno a uno, explica su origen y sitúa en qué punto han quedado después de las comparecencias de Jesús Polo Soriano –el martes– y Lorenzo Serena Puig –el miércoles–.
El origen, el voto particular del secretario Serena
Hay que volver al 31 de agosto de 2023 para comprender este episodio. Ese día, el secretario de la mesa, Lorenzo Serena Puig, firma un voto particular en el que discrepa del proceso de adjudicación. Asegura que al informe de valoración le falta exposición razonada; que el sistema de votación estuvo viciado; y que en el departamento existían rumores de una adjudicación amañada.
Del informe de valoración dice Serena que se reduce a “una exposición, a describir aspectos de ofertas, en general sin lógica argumentativa”. El proceso de votación lo describe así: “(...) cada miembro, sin comunicación previa entre ellos ni puesta en común posterior”, remiten “al presidente de la mesa cada puntuación (...) a fin de que este, posteriormente, plasmase su valoración personal y pudiera proceder a redactar el documento de análisis”.
Serena quiso dejar claro que no pretendía cuestionar “el comportamiento de nadie”, solo criticar un sistema de voto que suponía un riesgo en la medida en la que “una valoración efectuada con conocimiento previo de las anteriores contamine y genere una incompatibilidad funcional del autor de la correspondiente puntuación”.
Es cierto que Serena, en su voto, no afirma categóricamente que Polo fuera el último en votar. Pero es obvio que lo señala. Hasta el punto de que aboga por que el presidente se retire y deje paso al suplente, a fin de que alguien no contaminado zanje el proceso.
Por último, Serena apunta en su voto a la “existencia de comentarios”, dentro y fuera de la Administración, que sostenían que la adjudicación iba a fallarse a favor de la empresa que efectivamente salió adjudicataria. Esto, explica, lo corroboraron cinco miembros de la mesa. Polo lo negó y Serena dijo que tampoco escuchó esos comentarios directamente. Así que serán los vocales quienes tendrán que responder sobre esto.
El voto particular alfombró la teoría de la oposición, quizá a pesar del propio Serena, que durante su comparecencia. Era perfecto. Tenía todos los ingredientes: una gran obra pública, una agria disputa entre funcionarios, un sistema de votación cuestionado y unos rumores, un “runrún”, como dijo Serena.
La oposición lo utilizó como documento base a partir del que empezó a construir su relato, ese “relato” que criticó Polo durante su comparecencia. Al poco de trascender los problemas en la mesa, el portavoz de UPN, Javier Esparza, aseguró que el caso ya “apesta”, que “la persona clave” ha sido un funcionario “puesto a dedo” por Chivite, y que no sería “la primera vez” que un Gobierno socialista “roba”. El caso Belate por el que ya suspiraba UPN en enero de 2024 queda abierto.
¿Polo volteó el resultado con su voto? El presidente lo niega y Serena no le rebate
Es la clave. El argumento que sostiene toda la teoría: Polo, presidente de la mesa, votó en último lugar y tras conocer el resultado del resto de ingenieros. Su opinión hizo cambiar las valoraciones y decantó la adjudicación para la unión de empresas compuesta por Acciona, Servinabar y Osés cuando la ganadora iba a ser la unión de Mariezkurrena, Comsa y Nortúnel.
Pues bien: Polo lo niega. Durante su comparecencia, precisó lo siguiente: que dos de los cinco ingenieros votaron el 11 de mayo de 2023; que él lo hizo el día 15, unos días más tarde; y que a finales de mes los otros dos técnicos, que son los dos jefes de sección, le entregan sus votos. Uno, el 26. El otro, en torno a ese día, pero no se acuerda seguro porque se lo entregó en mano, en papel. Que Polo no votara el último lo cambia todo, porque elimina la posibilidad de un voto postrero que dé un vuelco al resultado.
Al día siguiente, el asunto podría haber quedado zanjado si Serena hubiese acreditado que no, que votó el último, como insinuó tanto en su voto particular como en su declaración en el Senado el pasado 15 de julio. No lo hizo. El secretario se ratificó en su escrito, pero a preguntas de Javier Lecumberri (PSN) y Adolfo Araiz (EH Bildu) reconoció que él desconoce el orden de los votos, defendió que en ningún momento dijo que Polo había votado en último lugar –sino que el sistema de votación ponía en bandeja esta posibilidad– y concedió que, si Polo dice que no votó el último, “será verdad”.
¿Injerencia política en la mesa? Polo y Serena niegan presiones
Es el segundo gran argumento de la teoría de la oposición: Polo volteó el resultado a las órdenes de las más altas instancias del Gobierno de Navarra. Precisamente, Chivite lo colocó allí “a dedo”, como dijo Esparza, para que en última instancia materializara los deseos del Ejecutivo.
Polo, obviamente, lo negó de plano. Dijo que nunca ha recibido presiones políticas de ningún tipo para hacer su trabajo. Llegó a su último puesto en 2019, tras haber tenido altas responsabilidades tanto con Barcina como con Barkos. Reconoció, eso sí, que en alguna ocasión le dijo al director general de Obras Públicas, Pedro López Vera, que en la mesa había mal ambiente. Y que una vez, el gabinete del departamento le hizo saber que sobre la obra de Belate había una amenaza de multa o cierre por parte de la Unión Europea, que reclamaba una reforma para adaptar los túneles a la normativa de seguridad.
Serena también aseguró que no recibió presiones políticas ni de ningún tipo. “Redacté mi voto particular con total libertad”, reconoció. Además, dijo que en un momento dado el consejero Bernardo Ciriza y el director general, López Vera, mantuvieron una reunión con la secretaría general técnica –los jefes de Serena– para ver qué estaba ocurriendo con la mesa, cuyos plazos estaban demorados por ese mal ambiente.
Serena vio normal que un consejero se preocupara por qué sucedía y aseguró que, después de esa reunión, sus jefes de la secretaría general técnica no le dieron ninguna indicación pese a que ya conocían qué pasaba. Tanto Polo como Serena negaron conocer a Santos Cerdán o Ramón Alzórriz, a quienes no vieron nunca por el departamento, como insinuó UPN.
¿Polo debería estar jubilado? Pidió prolongar su servicio activo en 2016
Otro pilar que ayudó a darle verosimilitud a la teoría fue el hecho de que Polo debería haber estado jubilado en el momento de los hechos. Redondeaba la idea de que era el enviado, el ejecutor del Gobierno.
La realidad es más prosaica. Polo explicó que sacó plaza como ingeniero a finales de los ochenta y que enseguida se cogió una excedencia. Trabajó fuera de la Administración durante 25 años, y en 2011 volvió al funcionariado. En 2016, con la edad de jubilación al caer, pidió al departamento prolongar el servicio activo hasta los 70 años.
Hubo, explicó, una conjunción de intereses: al Gobierno de Navarra no le venía nada mal que un ingeniero con su currículum siguiera en activo; a él le interesaba cotizar más años en el régimen de funcionario para tener una pensión más alta. Cumplidos los 70, él seguía con ganas de trabajar: en la comisión se confesó como un adicto al trabajo. El departamento lo sabía, y de ahí las modificaciones legales que acometieron para habilitar su puesto durante un tiempo más. Terminó jubilado en enero de 2025.
¿Hubo intereses empresariales? La primera opción de Polo no fue la ganadora
Además de los políticos, hubo intereses empresariales. La oposición lo mantuvo desde el principio y el argumento explotó cuando llegó el informe de la UCO que colocó la lupa sobre Acciona y Servinabar.
Polo, cuyo principal cometido en toda esta trama era desviar con su voto final la adjudicación a favor de Acciona y Servinabar, reconoció que su primera opción fue otra: la de las empresas Dragados y Obenasa, que no resultaron adjudicatarias. Tanto Polo como Serena negaron conocer al empresario Antxón Alonso, y tampoco lo vieron nunca por el departamento. Hay que recordar, también, que ninguna empresa de las que se presentó al concurso recurrió la adjudicación.
¿La adjudicación fue a dedo? El PP lo sigue utilizando como argumento
Es el argumento que mejor define hasta dónde ha llegado esta campaña. La oposición, basándose en el voto particular de Serena, llegó a decir que la adjudicación de la obra se hizo a dedo.
Pero es que el letrado nunca dijo nada parecido en su escrito. Serena pidió una rectificación al medio que lo publicó en marzo de 2024. Pese a todo, el fantasma del dedazo sigue vivo y con buena salud: el pasado 15 de julio, precisamente cuando el letrado compareció en el Senado, el portavoz del PP en la Cámara Alta, José Manuel Balseiro Orol, dijo en su intervención inicial que la obra de Belate estaba “bajo sospecha de graves irregularidades que apuntan a un dedazo”.
¿El proceso fue una anomalía? Las mismas votaciones que en los procesos anteriores
Puede ser el último argumento. General, definitivo, invalidante: el proceso fue una anomalía. La forma en la que los técnicos abordaron los informes, la cadencia de las reuniones, el método de votación... todo fue raro.
Esparza, el martes, reprochó a Polo que cuatro reuniones sobre el tema le parecían pocas. Polo simplemente dijo que actuaron como siempre, como lo hizo en las últimas 45 obras públicas en las que participó como presidente de la mesa de adjudicación. Si acaso, en esta ocasión y tras las quejas de los letrados, con más celo: los ingenieros redactaron hasta cuatro informes técnicos, uno detrás de otro conforme recibían nuevas pegas por parte de los jurídicos.
La votación se hizo en los mismos términos que otras veces. Y Serena, que dijo haber estado presente en “cientos” de mesas de contratación, no definió esta como la más anómala o la más tirante. Dijo que hubo otras antes con mucha polémica, solo que en esta sobrevolaba el “runrún” de una adjudicación amañada que, de momento, nadie, ni la oposición ni los tribunales, han podido demostrar de forma fehaciente.