Una guitarra de miniatura, fabricada con silicona de cristalino, es el instrumento musical más pequeño del mundo. La diminuta creación mide 10 micrones (un micrón equivale a una millonésima parte de un metro) o, si se prefiere, es tan grande como un glóbulo rojo. Incluso las dimensiones de sus seis cuerdas son reducidas, concretamente, miden 100 átomos de ancho. Sin embargo, ésta no es la primera nanoguitarra de la historia, ya que, en 1997, nació su única predecesora, en la Universidad de Cornell, en el estado de Nueva York (EEUU). Sin embargo, la pionera no tuvo el honor de ser tocada, premio que recayó en su sucesora, una segunda versión del instrumento, fabricada en el año 2003. El primer modelo quiso imitar a la BC cool virgin, mientras que el segundo es una copia de un diseño clásico de Jackson Roads. Ahora bien, ¿cómo se toca una guitarra cuyo tamaño equivale a una veintésima del diámetro de un cabello humano? La respuesta, como cabe de esperar, es diminuta a la par que delicada. Las cuerdas se tocaron con la ayuda de un láser de proporciones minúsculas. A pesar de que es inaudible para el oído humano, y, por lo tanto, de relativamente poca utilidad, los creadores de esta diminuta curiosidad, Dustin W. Carr y su supervisor, Harold G. Craighead, destacaron que, para ellos, supuso una forma de "poner de relieve las virtudes de una ciencia tan precisa y detallada como la nanotecnología". En vistas de que el nanosonido que emite esta diminuta guitarra es capaz de escapar a los micrófonos más sensibles, se utiliza un ordenador para calcular el rastro acústico de su música. Éste contabiliza el número de reflejos del láser utilizado para tocar las cuerdas.
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