En imágenes: Los ocho miradores con las vistas más increíbles de toda Euskal HerriaArnaitz Rubio / Ayuntamiento de Zalla / David de Haro / Jabi León / Redacción DNA / Pablo José Pérez / Redacción DNN / Enkarterrin Parke Eolikorik Ez / Ondikol / Redacción Estella / Pilar Barco / Marian Zozaya
25Euskal Herria es un territorio lleno de paisajes cautivadores, donde la naturaleza y la historia se entrelazan en cada rincón. Con el objetivo de conocerlo en toda su inmensidad, recorremos algunos de los miradores más singulares, aquellos que nos ofrecen vistas espectaculares de montañas, valles, desfiladeros, embalses y localidades. Deteniéndonos en lugares que nos dejan sin aliento, nos vamos de travesía con el objetivo de descubrir la esencia más pura de los paisajes de Euskal Herria.
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Mirador del Ilso Eguen.
Ventanas al verdor montañoso
Nuestra aventura comienza en territorio vizcaino, concretamente en el parque natural de Urkiola. Aquí, el mirador de las Tres Cruces nos recibe con una panorámica sublime del desfiladero de Atxarte y de todo el valle de Durangaldea.
La combinación del aire fresco y el simbolismo de las tres cruces de piedra nos invita a reflexionar y a disfrutar de la inmensidad del paisaje, pues el contraste entre las montañas escarpadas y el cielo azul nos recuerda por qué Urkiola es tan especial. Visitamos también el Santuario de Urkiola, sin olvidarnos de dar tres vueltas a la piedra que hay frente a él en caso de que se quiera encontrar pareja.
Mirador de las Tres Cruces.
Desde allí, nos dirigimos a Zalla para echarle un vistazo al mirador de Ilso Eguen, un balcón moderno con vistas únicas del paisaje vizcaino. Presenta una antigua torre de control de seis metros de altura ubicada en la cima del monte que ha sido convertida en torre-mirador. Aunque es uno de los menos conocidos, su ubicación privilegiada nos permite admirar la naturaleza en estado puro, pudiendo observar colinas onduladas y bosques frondosos que se extienden hasta donde alcanza la vista.
Amaneceres y panorámicas
Nuestra siguiente parada es el mirador de San Bartolomé, ubicado en el centro de la capital guipuzcoana. La plataforma construida en lo alto del cerro ofrece una panorámica inédita de Donostia. Conocido también como el mirador Joseba Elosegi, se trata de un lugar que, al amanecer y al atardecer, regala un espectáculo de luces y sombras sobre la ciudad y las montañas. Pese a ser un mirador urbanizado en plena metrópoli, la tranquilidad del entorno permite desconectar del mundo y disfrutar del momento, dejando que el paisaje hable en todo momento por sí solo.
Vistas desde el Mirador de San Bartolomé en Donostia.
Seguimos nuestro camino hasta el mirador de la Virgen de Itziar, en Deba. En la carretera que transcurre por la costa vasca, nos topamos con un mirador que ofrece una magnífica vista del litoral cantábrico. Desde este punto privilegiado, divisamos los acantilados de Punta Mendata y Aitzuri, además de la playa salvaje de Sakoneta, entre otros enclaves. Rodeados de un paisaje que parece no tener fin, permanecemos divisando el horizonte en un espacio que nos ofrece un plano de las vistas que podemos contemplar y una escultura sobre una roca de la Virgen de Itziar.
Mirador de la virgen de Itziar.
Postales entre agua y roca
Álavanos recibe en compañía del mirador de Garaio, ubicado en el parque provincial que se encuentra en los aledaños del antiguo pueblo del que toma el nombre. Mecido por las aguas de las orillas del embalse de Ullibarri-Gamboa, el reflejo del cielo y la serenidad del entorno nos invitan a respirar hondo y a disfrutar del momento. Sin duda, el rincón ideal para quienes buscan un contacto directo con la naturaleza.
Mirador de Garaio.
Más adelante, nos desplazamos hasta el mirador de Atabarri, en Musitu, que nos regala una vista impresionante del barranco de Igoroin. Las paredes de roca se alzan majestuosas a nuestro alrededor, recordándonos a través de la naturaleza el poder de la fuerza del tiempo y la erosión.
Mirador de Atabarri en Musitu.
Sobre valles y desfiladeros
Nos movemos hastaNavarra, adentrándonos en el mirador del valle de Baztan. Esta balconada que apunta al vacío nos muestra desde los montes Legate y Alkurruntz hasta las cimas de Gorramendi, Otanarte y Gorramakil.
Repleto de un paisaje natural, pintado de numerosos caseríos y bordas de ganado dispersas por las laderas y los montes, observamos los campos de cultivos y prados, así como los bosques de hayas, robles, helechales y avellanos. Reflejando una imagen inolvidable de un territorio mágico, en las orillas de los ríos, los chopos, alisos, sauces y fresnos son perfectamente visibles desde este enclave. Conocido también como el mirador de Ziga, disfrutamos de un lugar de ensueño en el que el tiempo parece detenerse.
Vista panorámica del valle desde el llamado Mirador de Baztan.
Finalmente, nuestra ruta culmina en el mirador de Iso, sobre la foz de Arbaiun. Nada más llegar, esta garganta tallada por las aguas del río Salazar impresiona con su inmensidad y su belleza salvaje.
Mirador de la Foz de Arbaiun.
Desde la plataforma de hormigón que asoma al precipicio y que cuenta con paneles informativos y aparcamiento gratuito, las vistas indescriptibles de casi 6 kilómetros de paredes de hasta 400 metros de altura justifican sus títulos de Reserva Natural y Zona de Especial Protección de las Aves. Con suerte, observamos el vuelo de los buitres leonados, que con su majestuosidad completan este espectáculo natural.
ESENCIALES PARA LLEVAR A UN MIRADOR
- Dispositivo móvil o cámara de fotografías, para capturar la vista.
- Ropa adecuada, según el clima, abrigo si hace frío o ropa ligera si hace calor.
- Zapatos cómodos, especialmente si hay que caminar por terreno irregular.
- Agua y snacks, para mantenernos hidratados y con energía.
- Protección solar, gafas de sol y gorra.
- Paraguas o impermeable, en caso de lluvia inesperada.
- Prismáticos, para ver detalles a la distancia.
- Bolsa para basura, nunca hay que dejar residuos en ningún sitio, pero menos en la naturaleza.
Un viaje a través de la inmensidad
Esta ruta por los miradores más curiosos de Euskal Herria nos ha permitido descubrir la riqueza paisajística de un territorio donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor. Desde montañas y valles hasta foces y embalses, cada mirador brinda una nueva perspectiva, una postal única que quedará grabada para siempre en nuestra memoria. Al final del camino, nos llevamos algo más que imágenes espectaculares, la sensación de haber sido testigos de la inmensidad y la belleza de nuestros territorios.