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Euskal Herria insólita

San Miguel de Arretxinaga: El altar de piedra

Un largo paseo nos permite disfrutar del entorno de Kalamua y sus vistas hacia Bizkaia y Gipuzkoa para acabar en un lugar donde la piedra manda

San Miguel de Arretxinaga: El altar de piedraAitor Ventureira San Miguel

Las piedras han sido objeto de culto desde el principio de los tiempos. Elementos sagrados para nuestros ancestros, que vieron en ellas la morada de deidades, de energías y de fuerzas. Son muchos los ejemplos que tenemos en nuestra cultura unidos al culto a las piedras, pero hay uno que mantiene el secreto milenario de su porqué primigenio. Nos vamos a descubrir este secreto, nos vamos a la ermita de San Miguel de Arretxinaga.

La ruta que hoy realizaremos es lineal, partiendo del área de recreo de Usartza, y llegando hasta la localidad vizcaina de Markina, ascendiendo en el paseo al pico Kalamua.

Aparcamos en el área de recreo de Usartza y comenzamos el ascenso hacia la citada cumbre. Tomamos un claro camino de tierra que va ascendiendo suavemente en dirección a la montaña, hacia el collado entre las cumbres de Garagoixti y el propio Kalamua. Subimos entre bosque y praderas, pasando por un par de fuentes, y llegamos al marcado collado antes citado entre ambas cumbres. En este punto, ascendemos hacia la izquierda para alcanzar plácidamente la cumbre del Kalamua, de 770 metros de altura. Una cumbre de referencia, junto con su vecino de macizo, el Urko, que domina el valle del río Deba sobre importantes localidades como son Eibar, Ermua o Elgoibar. 

Desde la cima, descendemos por una deliciosa zona de prados, en una marcada componente NW., para encontrarnos con las balizas amarillas y blancas de un sendero de pequeño recorrido (PR). Bajamos decididamente hasta topar con una pista hormigonada que continua por un pinar. Esta pista nos lleva a la carretera que une los barrios de Etxebarri y Barinaga, ya en tierras de Markina. En este punto debemos girar a la izquierda, pero antes, merece la pena acercarnos a conocer el bello hórreo de Ibarguen, que queda a escasos 50 metros. 

La construcción data del siglo XVI y se compone de una estructura de madera de roble edificada sobre cuatro columnas. Ibarguen es uno de los hórreos mejor conservados del territorio vizcaino.

Tras visitar esta joya etnográfica, retomamos el rumbo para, después de unos 100 metros por asfalto, tomar un sendero a la derecha. Continuamos de frente en los dos cruces siguientes que encontramos, para llegar a otro junto a un pabellón industrial. Aquí, debemos caminar unos metros por la carretera BI-4404 y desviarnos hacia la izquierda por un sendero que acaba junto a un palacio, ya en la entrada de Markina.

Ficha práctica

  • ACCESO: Hasta el área de recreo de Usartza accedemos por la carretera que, por el puerto de Ixua, une Eibar con Markina. A Markina llega la BI-633 desde Durango o desde Ondarroa.
  • DISTANCIA: 11 kilómetros.
  • DESNIVEL: 200 metros en ascenso. 800 metros en descenso.
  • DIFICULTAD: Media.

Una vez en la localidad, avanzamos por la calle Agustin Deuna, siguiendo las señales en dirección a Arretxinaga. Caminamos junto al colegio Lea-Artibai para llegar sin pérdida hasta la ermita cuyo secreto nos ha traído hasta aquí.

El lugar donde yacen las piedras

Estamos en la ermita de San Miguel de Arretxinaga, un lugar único, que guarda los secretos de la Euskal Herria insólita. El templo, de planta hexagonal, data de la Edad Media y en su interior se ubican unos enormes peñascos que se pueden ver en el centro del mismo. De hecho, según alguna interpretación, el nombre de Arretxinaga, derivaría precisamente de las propias piedras. Etimológicamente, Arretxinaga significa “lugar o sitio donde yacen o están echadas las piedras”. ‘Arri’, ‘harria’, “piedra”; ‘etxi’ de ‘etzin’, ‘etzan’, “yacer, echarse, tumbarse” y el sufijo locativo ‘-aga’, “lugar de”.

Son tres enormes peñascos cuarzosos que se sostienen entre sí formando una oquedad en su centro, hueco que se utiliza a modo de pequeña capilla donde se ubica la imagen de San Miguel. Las piedras son una rareza de la naturaleza, posiblemente originadas por la descomposición de las propias piedras, y no presentan trazos de haber sido trabajadas por el ser humano.

Centrándonos en la parte más, digamos, mágica de Arretxinaga, lo primero que viene a la cabeza es la impresión que debieron causar los enormes peñascos entre nuestros ancestros. Una visión sobrecogedora que les llevó a otorgarles un carácter profundamente sagrado. Cabe pensar que, posiblemente, fuera un lugar donde se dieron prácticas rituales antiguas, algunas de las cuales, cristianizadas, han llegado a nosotros.

José Miguel de Barandiarán recogió las costumbres que se daban en el templo teniendo a las piedras como protagonistas, vinculadas a la fertilidad y la sanación. Era tradición que los solteros y solteras dieran tres vueltas a las rocas, pasando por el estrecho hueco que hay bajo ellas mientras rezaban tres avemarías, con el objetivo de casarse en menos de un año. Otra costumbre era la de recoger fragmentos de la peña de la derecha, e introducirlos en la boca; de esta forma se pensaba que se curaba el dolor de muelas. En esta piedra de la derecha estaba el altar e imagen de Santa Apolonia, considerada patrona de los odontólogos, ya que le arrancaron los dientes, según la tradición cristiana. 

En ambos ritos se observan dos elementos fundamentales en la antigua cultura de nuestros ancestros. Por una parte, la protección y visión curativa de los elementos de la naturaleza -en este caso piedras- y, por otra, el rito unido a la fertilidad.

Después de disfrutar de la magia atávica de Arretxinaga, regresamos al punto de partida, callejeando por la localidad.