Han sido tres años en los que los vídeos en YouTube, las figuras de goma y las actuaciones programadas en diferentes entornos y bajo restricciones han tratado de suplir al tradicional pasacalles de los gigantes y los cabezudos de Pamplona. Pero a pesar de las múltiples vías e intentos por quitarse la chirrinta, nada ha podido suplir a la sensación de volver a ver en vivo a una carismática comparsa que en la mañana de ayer regresó a su actividad matutina tras la sesión vespertina del día 6.

Los rostros de los más pequeños –y también de los mayores–, muchos de ellos nuevos para la comparsa, quedaron embelesados con cada baile de los gigantes, y las carreras por huir de los golpes de los cabezudos y kilikis regresaron a las calles del Casco Viejo, repletas en los flancos por familias que echaban de menos el pasacalles.

Para algunos, como Luken Blázquez, vecino de Ansoáin de 9 años, la mañana de ayer fue de reencuentro. “Tenía ganas de volver a ver a los gigantes”, reconocía junto a sus hermanas, Laia y Anne, de 6 años. Su cabezudo preferido, Caravinagre, volvió a utilizar su verga contra los tres hermanos, que durante estos años han ganado velocidad y descaro y han perdido el miedo a los cabezudos.

Una niña recibe la carantoña de Caravinagre. Iban Aguinaga

En el caso de Lucas, vecino de Pamplona de año y medio, fue la primera vez que se encontraba con los gigantes. Lo hizo en los brazos de sus abuelos, Rosa y Fermín, y acompañado de su hermano Mario, de 4 años, que apenas recuerda sus últimos Sanfermines. “Les llamaba titis, pero ahora ya no se acuerda”, cuenta su abuela. Este olvido ha hecho que sus pasiones hayan cambiado un poco. “Me gustan más los dinosaurios”, confiesa con gracia.

Pero solo era cuestión de tiempo que el gusanillo volviese a entrar en los cuerpos de los pequeños, como el de Ignacio, de 3 años, y Yaiza, de 6, también vecinos de Ansoáin. Ambos llegaron al Palacio de Ezpeleta, donde la comparsa realizó un descanso, y esperaron cumplidores a que regresaran. “Han visto muchos gigantes en el móvil”, desvelaba su padre, Octavio Guillermo. A Yaiza le gustaba más Barbas y a Ignacio, Caravinagre. “Va de color verde y es mi color favorito”, razonaba.

Emoción también en el otro lado

Pero no solo la emoción invadió a los txikis. También a quienes se meten debajo de los gigantes para hacerles bailar y a quienes se ponen los cabezudos para pegar a los niños. “Había muchas ganas por la ciudad. He visto el doble de gente que otros años, nos hemos hecho muchas fotos, y hay mucha ilusión en críos y en mayores”, reconocía alegre Iker Miró, el zaldiko número 5, que también confesaba que el era “el primero que tenía ganas de volver”. “Había muchas ganas de disfrutarlo y de hacer reír a los chavales”, aseguraba.

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Comparsa de kilikis, cabezudos y gigantes en San Fermín 2022 IBAN AGUINAGA

Entre las decenas de fotografías que se realizaron en la mañana de ayer Caravinagre volvió a ser el más demandado. “He visto muchas ganas y he recibido muchos abrazos”, mostraba contento al ver tanta pasión. “Lo que hemos hecho no es lo mismo, y esto gusta y emociona”, explicaba.

Y es que a pesar de haber seguido con una actividad reducida durante la pandemia, con alguna actuación puntual, el volver a ver las calles llenas de gente de blanco y rojo es una sensación especial. Así lo admitían Pablo Pascual y Javier Cía, que danzan con el rey europeo y la reina asiática. “Estamos con ganas, al final estás esperando esto todo el año. Lo que hicimos el año pasado en los espectáculos en la Ciudadela fue un querer y no poder, era volver a actuar pero no estar en las calles, que es lo que realmente le da vida a las figuras”, sentenciaron.