El ritual sanferminero de Imanol Erkizia consiste en tocar música por las mañanas. Unos días el txistu junto a un grupo de gaiteros. Otros, el bombardino con la fanfarre de Muthiko Alaiak. Tampoco falta a la cita del 8 de julio como director del coro de la peña que canta la jota ‘Ofrenda a San Fermín’ en la Parroquia de San Lorenzo. Entre compromiso y compromiso, cuando Erkizia necesita unas horas de desconexión, se escapa a San Sebastián a recargar las pilas. Y es que la música alimenta de alegría la fiesta, pero también exige dedicación, y con gentío o calor, un grado de esfuerzo.

Erkizia pasa la mayoría de las tardes sanfermineras en su casa de Pamplona, tras un vermut que a veces se alarga, y ya solo se reserva una noche para salir de parranda. Atrás quedaron los Sanfermines más intensos, como cuando un año tocó cada tarde a la plaza de toros. “Se me hizo duro, no me gusta mucho aquello, hace un calorazo impresionante, y no veía mucho sentido estar tocando a menudo todos a la vez en un batiburrillo”.

Muchas mañanas sanfermineras Erkizia coge fuerzas en almuerzos entre amigos y otros músicos, para acto seguido tocar por las calles. Cuando lleva el txistu conecta con las raíces más profundas de la fiesta, y eso le gusta, como partícipe y heredero de una tradición. “Ahora estamos acostumbrados a las charangas, pero antiguamente con uno dos txistularis hacían una fiesta, o acompañaban a las cuadrillas”.

Este miembro de Muthiko Alaiak reconoce tener más vinculación afectiva con su peña, de la que es socio desde finales de los noventa, que con las propias fiestas. Nacido en Donosti un 1 de enero de 1973, día de Año Nuevo, mes de Tamborrada, su vida parecía predestinada a cruzarse con la música y la festividad, más si cabe cuando su hermana había nacido un año antes, un 2 de enero de 1972. Los hermanos Erkizia se cobraron así dos Nocheviejas consecutivas a su madre. 

Imanol, navarro de adopción, lleva 37 años viviendo en Pamplona. En Muthiko comenzó como txistulari del grupo de danzas, y posteriormente se hizo socio y se metió en la fanfarre. Aunque procuran renovar el repertorio, los temas clásicos, como ‘Lesakako inauteriak’, no fallan y son garantía de animación. A su juicio, ahora “la noche igual resulta menos atractiva que hace muchos años, en los que parecía que Pamplona era solo venir a una juerga”. Cree que “la gente está valorando más el ambiente de la fiesta de mañana y de tarde”, si bien reconoce con humor que igual lo percibe así porque a sus 50 años no le apetece salir a partir de ciertas horas y padecer “una locura de ruido y empujones”. “Igual si tuviese 20 años lo vería de otra manera”, se ríe.

Reencuentros 

Erkizia es un hombre tranquilo, de ritmo pausado y expresión contenida, que transmite instantáneamente su bonhomía. Tocar en la calle durante las fiestas, callejear animando el cotarro, es una excelente oportunidad para los encuentros y reencuentros con viejos amigos y conocidos. Durante el año acude a la peña a ensayar en días de labor, y no coincide con los socios que pasan por Muthiko los sábados a cenar. Estos días tiene oportunidad de desquitarse, y saludar a mucha gente de edades muy diferentes. En esta peña, situada en la calle Estafeta, cuenta Erkizia, el socio más veterano, Paco Zamora, tiene 96 años.

Preguntado por la música que suena en Muthiko dice Erkizia que “se pone de todo”, incluido regaetton. Él seleccionaría un poco más los estilos, aunque asume que gusta a mucha gente que transita por una calle santo y seña de la fiesta. 

Una cita anual... Sin dejar la música el resto del año

Como donostiarra de nacimiento, este músico ha tocado también muchas veces en la Tamborrada. “Si no estás metido con tu tambor, tu traje y tus palos es muy difícil entender esa fiesta”, dice. Por contraste, destaca la libertad que imprimen los Sanfermines. Respecto a la metamorfosis cuasi colectiva que experimenta Iruña en esta especie de catarsis anual, Erkizia la compara con una “explosión” súbita, aunque cree que últimamente entre el Juevintxo y los tardeos, durante el resto del año se ve algo más de ambiente comparado con la década de los noventa. A él, en cualquier caso, la música le acompaña durante los 12 meses, pues dirige entre otros el coro de Muthiko, el ‘Salus Abeslariak, del Hospital de Navarra, y el coro Gizonok. Por si fuera poco, es profesor de txistu en la peña, así que por las tardes se le acumula la actividad musical, esa pasión que le atrapó desde muy joven y que se renueva cada mes de julio.