75 años de la Peña AnaitasunaIÑAKI PORTO
55
Hace 75 años nadie podía imaginar que la unión de los equipos de fútbol Hércules y Mosquera, junto con nuevos socios y simpatizantes, daría origen a uno de los pilares más sólidos de la tradición sanferminera: la Peña Anaitasuna. Fundada en 1948 para celebrar juntos los Sanfermines, esta peña ha crecido y evolucionado hasta convertirse en una gran familia de más de 200 socios.
Bajo la presidencia de Modesto Beperet y con un núcleo inicial de 40 personas, la peña comenzó su andadura en La Perrera, una tasca ubicada en la calle Jarauta. “No era solo una asociación; era un refugio donde el espíritu festivo encontraba su hogar, un espacio de la alegría que perdura hasta hoy”, relata el presidente de la Peña Anaitasuna, Carmelo Buttini.
En junio de 1949, tras casi un año de preparativos, las siete peñas existentes en Pamplona dieron su bendición a la recién nacida Peña Anaitasuna. El primer cartel, obra de Luis Cía Cayetano, y el himno compuesto por el maestro Turrillas, marcaron el inicio de una tradición que se consolidaría con el tiempo. Aunque en 1953 se trasladó a la calle Mayor, su espíritu permaneció anclado en La Perrera.
En los años 70, con la inauguración de las instalaciones deportivas de la SCDR en el barrio de San Juan, la peña mantuvo su actividades en este espacio, aunque se sentían obligados a trasladarse todos los días de San Fermín en un microbús hasta el centro de la ciudad para asistir a la corrida de toros. “Ahora lo piensas y no es tanto el recorrido, pero por aquellos años, el barrio de San Juan estaba muy despoblado y se hacía un mundo llegar hasta el coso”, rememora Juan Bueno, miembro de la Junta y socio durante 46 años. Sus padres lo inscribieron en la Peña Anaitasuna el mismo año en que nació, en 1978, y desde entonces “ha sido parte de mi vida”, destaca.
Ante la necesidad de disfrutar de la fiesta en el mismo corazón de la ciudad, los socios alquilaron un local en la calle Jarauta. “Aquello era un cuello de botella al principio de la barra, el baño era imposible y el sudor goteaba del techo y las paredes”, recuerda Mertxe López, socia desde 1994 y actual presidenta de la SCDR Anaitasuna.
Ya en 2003, con el esfuerzo de todos los miembros, se consolidó el actual emplazamiento en la calle San Francisco. Hoy, con 260 socios, Anaitasuna es más que una peña: es una familia. “Pertenecer a ella es un orgullo indescriptible, un sentimiento que se arraiga en lo más profundo del corazón”, expresa López.
Las tardes en el coso
Cada tarde de feria, el tendido 6 de la Plaza de Toros se llena del vibrante rojo y blanco de los pañuelos y camisas de los socios de Anaitasuna. “La peña acude a los toros, sobre todo, a pasárselo bien en el tendido de sol”, comenta Carmelo Buttini.
La comida y la bebida juegan un papel fundamental, dejando inevitablemente su huella en la ropa. “Lo que se cuece en el coso es verdaderamente único, lo mismo ves bocadillos goteando salsa como gambas colgadas en un tenderete que se desplaza a lo largo del tendido”, apunta el presidente. Es, por ello, que Buttini ensalza el buen ambiente entre todas las peñas que ocupan el coso pamplonés, “existe un respeto mutuo y una gran amistad que se extiende más allá de las fiestas”.
Asimismo, las tradiciones de la peña han dejado momentos memorables. Uno de los episodios más singulares ocurrió cuando un elefante se coló en el local de la calle Jarauta. La iniciativa partió de Fernando Lizaur, un socio que convenció al domador del circo de acompañarlo por las calles del Casco Viejo. Aquella imagen insólita quedó grabada en la memoria colectiva de la peña y de los pamploneses.
Imagen del 75 aniversario de la Peña Anaitasuna
Papel de las mujeres
En los primeros años de la Peña Anaitasuna, las mujeres desempeñaban roles tradicionalmente etiquetados en aquella época. Mientras las solteras compartían bailes y algunas comidas con los socios, las esposas se ocupaban principalmente de alimentar y mantener la casa en orden. Su participación se limitaba en gran medida, reservándose un único acto compartido de protagonismo: la elección de las madrinas que alcanzaba su cenit con el desfile hacia la Plaza de Toros en vehículos descapotables, engalanadas con peinetas y mantillas.
En la década de los 70, al socio Miguel Ángel Falces se le ocurrió la idea de crear el Dimasu (Día del Marido Suelto). En esta jornada, a los hombres se les colgaba un cartelito con la hora de regreso y la correspondiente autorización. “Si conseguías extender la autorización hasta el día siguiente, debías llevar churros de La Mañueta para el desayuno”, recuerdan. En contraste, durante unos años se organizó el Dimusu (Día de la Mujer Suelta). A diferencia del acto organizado para los hombres, “estas acudían a misa, al hospital...”, narra Juan Bueno con desdén para explicar las desigualdades existentes hace apenas 50 años y señalar que “echar la vista atrás nos ayuda a comprender y a apreciar cómo hemos evolucionado como sociedad y entender que todavía tenemos mucha labor por delante en materia de igualdad”.
Posteriormente y fruto de la evolución social unidos a los diferentes avances en materia de igualdad y género, se fueron incorporando las mujeres a la vida de la peña, pudiendo participar y ser socias de pleno derecho. En 1981, Vicki Gaztambide rompió ese techo de cristal, convirtiéndose en la primera mujer de la Junta. Hoy, la paridad es una realidad palpable: la Junta está compuesta por cinco hombres y cinco mujeres, “como parte de nuestro compromiso de declararnos peña feminista. Lejos quedan aquellos tiempos en los que las socias solo podían ver desde la acera a la peña desfilar con la pancarta”, indica Mertxe López.
A sus 75 años de edad, la Peña Anaitasuna se erige como un símbolo vivo de evolución y continuidad, con un gran relevo generacional. “Nacer en el seno de una familia vinculada a Anaitasuna es nacer con el sentimiento de pertenencia a la peña, una emoción que se transmite de padres a hijos”, explican los socios Mertxe, Juan y Carmelo.
Además, la conexión con la Sociedad Deportiva añade otra dimensión a este sentido de pertenencia. “Esta dualidad fortalece aún más los lazos entre los socios y subraya la importancia de la peña no solo como un núcleo festivo, sino también como un pilar en la vida cotidiana de sus miembros”, apuntan. “Ser parte de Anaitasuna es más que pertenecer a un grupo; es formar parte de una gran familia”.
San Fermín se lleva en el alma
A la Peña Anaitasuna se le conoce bien por llevar el escudo primigenio de la peña en el bolsillo de la camisa blanca y un San Fermín sobre el pañuelo rojo dentro de un rombo verde Pamplona. También desde el 2015 por incorporar a su indumentaria el logo del pañuelo en formato txiki en las camisas o polos blancos. Faja roja, y pantalón blanco.
Asimismo, se erige como una peña dinámica y enérgica, que brinda un calendario repleto de actividades anuales, dentro y fuera del calendario sanferminero: desde el tradicional vermouth del día 7 de julio hasta la festiva comida del Día del Socio, pasando por el Día Txiki y el nostálgico Día de Jumelaje.
Entre estas iniciativas resaltan eventos emblemáticos como la entrega del premio la Pancarta de Oro, el apasionante Campeonato de Mus y el entrañable almuerzo con la comparsa.
Estos eventos no solo fortalecen los lazos dentro de la comunidad de Anaitasuna, sino que también subrayan el firme compromiso de la peña con sus raíces y tradiciones, base de esta extensa familia.