Así se viene a la vieja Iruña para honrar a San Fermín. Se dice por la presentación de la corrida de Ricardo Gallardo. Sexteto igualado y sobresaliente en presentación y hondo trapío. Y muy buena para cortarle las orejas por su brava movilidad. Todos cumplieron en, al menos, uno de los dos puyazos que les aplicaron los de la pirámide cortante. Así lo consiguieron Roca Rey, tres orejas con fuerte petición de la cuarta. Tomás Rufo, dos orejas del enclasadísimo tercero. Y Miguel Ángel Perera, que se llevó otro trofeo del encastado y peligroso cuarto, aunque la merienda le quitara, injustamente la gran importancia que tuvo. Olé por Ricardo Gallardo, así se viene a esta Monumental plaza. Aunque, algunos que la pueblan hasta la bandera no se enteren de mucho.

El primero, Historiador cumplió bien en el segundo puyazo y llegó manejable; un poco sosote a la muleta de Miguel Ángel Perera. El extremeño le aplicó una manufactura asentada, técnica y templada. Faltó esa chispa que al toro no tenía. Una posible oreja se esfumó con una media y fea agresión bastante caída. El segundo, un tal Pijotero, fue el único de pelaje distinto, castaño, muy bien rematado. Verónicas del peruano decentes y rivalidad en quites con Tomás Rufo. Roca en los medios de rodillas y toda la artillería de derechazos, naturales y cercanías. El público con él. Estocada atravesadilla con desarme. Y pañuelada. De primeras, puerta grande por aclamación. Manirroto fue el tercero, otro torazo del campo de San José del Valle.

Tomás Rufo brindó su faena de muleta a la parroquia e inició de hinojos una larga y despaciosa obra que pronto caló. Manirroto y Rufo se acoplaron perfectos al ralentí. Faena honda y de buena conexión, de olés de verdad y largos. Templadísimo todo. Detallazo del torero al honrar la calidad del toro entrando a matar en la boca de riego de Sancena. Dos orejas que, como en el caso de Roca Rey, supo a un poco demasiado para los aficionados más exigentes. La verdad, con los aceros faltó colocación y rotundidad. La faena con más mérito la manufacturó Miguel Ángel Perera ante un cuarto, Cazador, un tiazo guapísimo; bueno, como todos sus hermanos. Toro de encastada guasa, que Martín García San Miguel diría enrazado con su genio. El mérito de someter al torazo por parte de Perera no lo vio mucha gente.

El pacense tragó quina hasta domeñar al animal y propinarle las tandas al natural mas importantes de lo que llevamos de feria. Cazador, eso, intentó cazar en la primera parte de la faena con gañafones tremendos. Un molinete fue escalofriante. Perera no se arrugó, al contrario creció su figura y poder. A espadas, también faltó redondear como ambos contendientes lo merecían. Fue una oreja con petición no muy unánime, pero muy justa. Roca Rey lanceó bonito, como dirían en su país, por delantales a Jarrero, un quinto con hermosura y calidad; mas tuvo poco fondo, por lo que el peruano optó enseguida a pegarse un arrimón, que no es moco de pavo, pero que pareció prematuro. Tomás Rufo no pudo abrochar su segundo toro y la tarde con el corte de más trofeos. Voluntarioso con, quizá, el toro menos importante de la corrida. Unas luquecinas finales tuvieron sabor. Mal espadazo.