Si una cosa han dejado claro estos Sanfermines es que los corredores del “Encierro de la Villavesa” son los más bendecidos de todos, o quizás los que más protección del santo necesitan. Desde luego el lunes 15, llenando la Cuesta de Santo Domingo de personas y cubatas, se la pidieron mucho, cantando siete veces “A San Fermín pedimos...”.

Un año más, el santo decidió encarnarse en un hombre de pantalones cortos, disfraz rojo y cigarrillo en mano. Curiosa elección, sin duda. “Oficialmente sí han acabado las fiestas, pero popularmente no. Este es el último acto popular”, dijo Adrián Tabar antes del comienzo del “encierro”. Y es que, tras entonar el “Pobre de mí” y dar por finalizadas las fiestas, decenas de jóvenes como él se negaron a terminar ahí la celebración. Estos incansables sanfermineros pasaron la noche en vela y a las 8.00 nadie podía negarles un encierro más. 

De personas como estas nació hace décadas este particular encierro, como un acto de rebeldía y humor. Se trata de un evento que, a pesar de no estar en el programa oficial, se ha convertido en una tradición por derecho propio. Todas ellas y ellos se congregaron un año más en la cuesta de Santo Domingo y, ahí donde habitualmente se encuentra la imagen de San Fermín, se erigió un hombre vestido como el santo. La multitud agolpada a sus pies cantó incansablemente, esperando escuchar el petardo. Nada más lejos de la realidad, pues ese día sonaron tres de ellos y aun así el encierro tardó en empezar hasta las 8.12, tras haber cantado “al santo” desde las 7.45. Como es lógico, estos no estaban esperando a seis toros bravos, ni siquiera a una villavesa –pues esta hace muchos Sanfermines que dejó de estar permitida– sino que aguardan la llegada de Induraín, bueno, de un falso Indurain con una falsa bicicleta “espada”, que imita la del célebre ciclista navarro. 

Falso San Fermín con una cerveza en la mano Javier Bergasa

Contrario a lo que suele decirse aquel día, atravesando las calles de Pamplona, no había apenas personas extrageras que hubieran decidido permanecer de fiesta. Es cierto que era lunes, pero de cualquier forma, el día 15 la fiesta la conformaban en su mayoría personas que tenían como primera lengua el euskera o el español. Juan Ezqueta apuntó que, si bien el día anterior “encontré a bastantes franceses, hoy a ninguno”. Además, añadió que, para él, ese era “el mejor ambiente, el mejor. Es el día en que más tranquilo estás”, refiriéndose a la noche del 14 al 15.

"Oficialmente sí han acabado las fiestas, pero popularmente no. Este es el último acto"

Adrián Tabar - Participante del encierro de la villavesa

 Siguiendo la tradición, trotaron, anduvieron y medio corrieron pasando por el ayuntamiento, Mercaderes y la Estafeta vitoreando al hombre en bicicleta. “¡Induraín! ¡Induraín!”, repetian, parando en una ocasión, para refrescar al ciclista con un trago de cerveza. Al llegar, el clamor fue unánime: ¡Día 15 movimiento!, gritaron y recordaron que a ellos y a ellas aún les quedaba energía para un último acto sanferminero. Por suerte para muchos, estos corredores no tuvieron que sufrir el peligroso callejón, pues no había nadie que les esperara en la plaza. De cualquier forma llamaron golpeando el gran portón rojo pero, como era de esperar, nadie respondió. Igualmente, esto no les restó ánimo y aplaudieron la llegada del ciclista a la meta. Entonces sí, habían acabado las fiestas. Bueno, para la mayoría.

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Pasado y presente del singular encierro de la villavesa DIARIO DE NOTICIAS