El día de hoy se presentaba muy intenso. Por ello, desayunamos temprano y salimos sin pausa camino de la punta sur más lejana de la península, visto desde mi casa. Vamos a Tarifa, y hoy se nos une mi ahijado Kiko, que le pierde este mundo y siempre está ávido por conocer lugares nuevos. Allí, además de playas con grandes olas y frescas aguas, todas ellas llenas de arboledas y campings, donde los ‘güiris’ viven a sus anchas, se encuentra el monte bajo y las praderas verdes que llegan hasta el mismo blanco de las dunas y arenas donde terminan su resaca esas deseadas olas. En ese idílico paraje, alejado de la España turística actual, vacas y toros pacen a sus anchas con el indecente tráfico marítimo pesado y las tierras del moro como escenario de fondo.

El sol ya ha salido cuando paramos a tomar un café en La Codorniz. Allí nos da tiempo de mirar unos cuantos carteles, entre ellos unos pocos de la Feria del Toro. Uno me llama la atención. Es de hace veinte años, y mirando los hierros me doy cuenta que solo Miura y Cebada Gago están anunciadas este año. Vaya chasco. Si dicen que nunca hay cambios y que siempre son las mismas ganaderías, comento con los colegas, mientras esperamos a nuestro anfitrión. Nos ha citado aquí, porque para llegar a la finca es mejor que lleguemos con el coche adecuado, que no es el nuestro. Por eso, Javier Núñez nos ha traído a esta venta, a escasos metros por donde entrar en pista camino de su increíble finca que da nombre a la ganadería. Normalmente vamos a La China, que también lo haremos, a unos cuantos kilómetros de esta, donde se encuentra el ganado de saca junto a erales y utreros, los machos de dos y tres años para todos los públicos. Aquí se encuentra el viejo cortijo de la familia, y sus vacas, enlotadas todas en inmensos recintos con sus respectivos sementales, y donde la natalidad en este mes de febrero es ya digna de ver. Tras visitar las obras que están realizando en el complejo del cortijo, donde en pocos años será un lujo de lugar para todo tipo de experiencias vacacionales, nos vamos a visitar a los animales, y sobre todo el paraje. Un sitio único que ha tenido muchos pretendientes, algunos de la península arábiga, y que la familia jamás ha querido deshacerse de ella. Viéndola, uno se da cuenta de por qué. Y por muchos cheques en blanco que te puedan poner, dónde encontrar algo igual en todo el planeta no es, para nada, sencillo.

Recorremos el abrupto terreno con el gran todoterreno visitando todos los lotes que allí se encuentran, y entre foto y foto, que a pesar de darnos el sol casi de frente son una maravilla de luz y color, la paz que se respira no se puede describir, más pensando que al otro lado del monte se encuentra el campo de Gibraltar con Algeciras y un montón más de localidades en marcha urbanita.

Tres ejemplares miran a cámara.

Llega el mediodía, y ya nos apuran para otra visita, así que hacemos un alto en el camino en esta casa, que retomamos por la tarde.

La luz ha cambiado. Nada que ver con la matinal, que normalmente es preferible para la cámara. Por las grandes pistas de la desecada laguna de la Janda nos movemos camino de La China. Nos falta lo importante del día. O no. En teoría nos interesa ver lo que tienen preparado para la Feria del Toro, y muchas veces, les pido ver lo siguiente. El año que viene. Y es que corre por el taurineo y aficionariado la bula de que no hay toros en el campo con esto del parón que sufrimos por el maldito Covid. Pero casa que veo toros guapos que tienen para abastecer hasta las ferias americanas si lo demandaran. Otra cosa son lotes enormes que las grandes plazas exigen. Pedir quince toros para una corrida es una aberración. Más hoy en día que enfundadas las camadas de salida, apenas hay pérdidas. Y de eso vamos hablando con Javier, inteligente como pocos, que está poniendo su casa en lo más alto. Conocemos el camino, y vamos admirando la buena agua que les ha caído, y que como llueva un poco más en marzo y abril, nos dice, va a ser un gran año. Repasados unos cuantos lotes, que ya empieza pronto a lidiar este año, nos da la primicia que va en mayo a Jerez con una novillada, que llevaba años sin hacerse. El Kiko se sonríe, pero sabe que hasta que no se haga público nada puede mentar, y ya parece más importante verla que la docena larga de toros que tiene apartados para Pamplona. Y sin que me pregunte ya le digo que me parece mejor que la del pasado año.

Ver en febrero un lote tan bien hecho, me hace pensar que este hombre entiende a la perfección lo que la Meca y sus veedores buscan. Y ya, viendo los coloraos, castaños y negros, la discusión empieza por los siete u ocho que llevarías hasta los Corrales del Gas. Pues ese colorao, que es cuatreño lo guardaba. El año que viene tiene que dar pábulo, le digo. Ya, pero es que ese es hermano de aquel, vienen de ‘Abandonado’, y tienen una nota excelente. Y entre estas conversaciones de aficionados el sol va huyendo camino de Huelva. Una cervecita, sin alcohol para el que maneja, y me pide que las fotos de la mañana vayan en el reportaje. Este año no estoy haciendo la escalera sanferminera enseñando los toros, porque me pasó que luego uno no pudo ir, y las redes están a la que salta. No hay problema. Si no, pongo los de Azpeitia y nadie se entera, respondo entre risas de todos. Y así, termina un gran día de campo, que ha tenido sus dos partes, y que la semana que viene continuaremos con lo vivido en la otra casa Núñez. El próximo domingo les espero.