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Cara a cara con los toros en los corralillos del Gas

Numerosos visitantes se han acercado a ver a las cuatro primeras ganaderías que se alojan en la Rochapea

Apertura de los corrales del GasUnai Beroiz

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“Ama, huele a toro”, dice Nahia mientras se acerca a los aledaños de los corralillos del Gas. Es dos de julio. A falta de cuatro días para que la fiesta se apodere de Pamplona, una liturgia presanferminera ya ha dado comienzo: la apertura de los corrales ubicados en la Rochapea para que los pamploneses y visitantes se enfrenten cara a cara a unos de los protagonistas de la fiesta: los toros.

Por el momento, cuatro ganaderías ya se encuentran esperando al Encierrillo que, una vez caiga la noche, les conducirá a los corrales de Santo Domingo en vísperas de su debut en calles y plaza de la capital navarra: Fuente Ymbro, Cebada Gago, Álvaro Núñez y Victoriano del Río. Durante los próximos días seguirán entrando inquilinos a los corrales con el desembarco de las ganaderías de Jandilla, Escolar y La Palmosilla. Por su parte, la llegada de los imponentes toros de Miura se espera para el próximo 7 de julio, toda vez que alguno de los corrales se queden vacíos. Solo hay hueco para siete de los ocho hierros.

El gentío, deseoso de ver a los astados, llena el largo pasillo de los corrales; arremolinándose entorno a los ventanucos los observan. Los niños son los que más ahínco ponen para coger los sitios más cercanos a la primera línea, mientras exclaman con asombro: “¡hala! ¡Mira qué grande!”, “¡Vaya cuernos!”, “ese de un soplido te tira, ¿eh?”. “Mira, los Cebada Gago, estos son los fuertes, los que se pelean”, apunta una pequeña acercándose al cristal desde donde se ven los ocho toros (negros, jaboneros y castaños) que descansan ajenos a la expectación que generan. La siempre peligrosa ganadería que recorrerá las calles de Pamplona el próximo 8 de julio es la que más miradas congrega.

De todas ellas , los ojos de los niños son los que más observan. Atentos, escudriñan sus lomos, astas y cabezas. Patxi Biurrun contempla los toros de la ganadería debutante, Álvaro Núñez, junto a su nieta. Se apoya con una mano en su bastón y la otra en la pared para fijar la vista en la ventana. Comenta que “la visita a los corrales significa que la llegada de los Sanfermines no tiene vuelta atrás”. Este plan presanferminero es para Patxi una tradición “ineludible”. No solo los pamploneses se acercan a “dar el visto bueno” a las ganaderías.

También los turistas, que ya rondan por la ciudad a la espera del ansiado día 6. “En la tele no imponen tanto entre la gente”, señala un extremeño que vivirá sus primeros Sanfermines y espera correr un encierro si “las piernas le dejan”. “Si aquí hay solo cuatro toros”, dice extrañado Ignacio, un ganadero retirado del norte de Navarra cuyo sueño siempre había sido montar una ganadería de reses bravas para “recuperar la casta navarra”. Los otros cuatro toros de Victoriano del Río se encuentran en el corral aledaño, separados por riñas entre hermanos. En el último corral, prácticamente marginados por el público, descansan los cabestros. “Estos son los que hacen que el encierro sea limpio y rápido y no un caos”, dice Ignacio mientras toca con la punta del dedo el cristal.

Pamplona ya esta inmersa en ese frenesí que preceda a la fiesta; montaje de escenarios, legiones de repartidores surtiendo a bares y, cómo no, los toros en los corralillos del Gas embriagando con su inconfundible olor. Pamplona ya huele a toro, Pamplona ya huele a San Fermín.