El tiempo se detiene y no sabe nadie que no viva aquí cerca de qué forma. Ayer tocaba primeros balances positivos de unas fiestas emborronadas eso sí por las agresiones sexistas, dos de alta intensidad. Un año más hemos podido disfrutarlas. Los vecinos de lo Viejo con menos ganas sin duda. Los balcones, protagonistas de este año, vuelven a lucir la ropa lavada. Balcones más cotizados que nunca en lo Viejo.

Se han alquilado para chupinazos, encierros, y este año también para la despedida de los gigantes y el Pobre de Mí. En calle Mayor y Plaza del Ayuntamiento se podían encontrar vistas privilegiadas para ver bailar a las figuras de cartón- piedra entre 150 y 225 euros. Para los encierros, entre 150 y 200 euros -al menos los que se publicitan de manera legal-, y 300 en la mítica curva de Mercaderes. Hasta 800 euros un balcón exclusivo en la Plaza del Ayuntamiento para ver el txupinazo.

Balcones que nos recuerdan que hay una sociedad a dos velocidades con los precios de la vivienda por las nubes antes y después de las fiestas. La proliferación de pisos turísticos -tanto legales como no- provoca una subida de los precios de alquiler. Sin ir más lejos, inquilinos de la calle Mercaderes número 18 denunciaban días antes de fiestas que la empresa propietaria quiere echarlos de los pisos que ocupan en alquiler para montar pisos turísticos. Aunque están prohibidas las nuevas licencias desde finales de 2014 había algunas pendientes de tramitar. Lo dicho, día 15, volvemos a la realidad con toda su crudeza.