El clásico de la Feria del Toro da por cierre un ciclo donde hay muchas quejas, y que termina con sonora pitada que aguanta el palco porque no termina de dar una inmerecida segunda oreja. Bien por la edil y su asesor que aguantaron ayer pitadas e insultos de los barraqueros que pueblan el cemento de la Monumental. Mis respetos para ambos. Porque hay mucho de barracas y falta seriedad en el rito. Pero, qué más da. Estamos en fiestas. Ese es el grito. Y mucha de la culpa de que esto sucede la tienen los señores que abren las puertas, que parecen necesitar un hacha para tirar los maderos. Y aún abiertas, lo peor de todo es que no llegan las mulillas.
El equipo, pagado para ello por alguien, comentan los deslenguados y enfadados aficionados en foros y mensajes que envían, retrasa un mundo la recogida del muerto animal mientras el personal va subiendo decibelios a su encolerizado comportamiento y arremete con el más serio del momento. El presidente y sus asesores. Y eso, este ciclo ha sido una constante. Al igual que los baratos triunfos. Ignorancia cada día mayor en sombra, dicen desde la solanera. Cierto es que algunos hombres de peñas van a terminar subiendo con el gotero. Y no de alcohol precisamente.
Y desde el lado noble de la plaza piensan que aquello ya se ha ido de madre, dado que cada vez es mayor la ignominia que sufre el diestro cuando toca prestarse a la suerte suprema. Esa que da y quita. Y otros envían feas palabras comentando que los miuras que han venido no son miuras de verdad. Y no entro en lindezas. Pues si lo son. O eso vimos en su casa. Que queramos traer cinqueños enormes para elevar el fenotipò como sea, no significa que esta casa se lo pueda permitir. Imaginan cinqueños de 800 kg. en la tablilla, me pregunto. Encima como estos chicos no comen nada. Miura ha tenido toros de toda hechura y condición. Repetidores y aguantando el circo interminable de los diestros. Y sobre todo de la hora de reloj clavada que se ha pegado Escribano aburriendo al más pintado. Que ha faltado raza, que han manseando y que han emocionado poco, creo que nadie puede dudar de ello.
Pero de ahí a pensar en palabras mayores va un mundo. Si no me conocen, ahora se lo digo: Miura forever. Y un año más, basta de regalar a los toreros que no les sirve de nada. Los profesionales saben enseguida ver lo sucedido. Y los números están de más, hoy que todo se graba y se sigue de cerca. Y acabemos con el articulado que pone a los ediles de las localidades navarras al frente de algo tan serio como es una corrida de toros. Pongamos profesionales. Aficionados contrastados que tengan criterios similares. La pelea perdida de una plaza que se pone dura y firme con los que trabajamos, y prefiere el jolgorio y la borrachera. Todo pasa. Y hoy, 15 de julio quién se va acordar de nada. Al grito de ya falta menos, el año que viene será lo mismo