pamplona. Día especialmente emotivo en el juicio por el crimen de Nagore Laffage. La mujer que ha implorado durante año y medio que se hiciera pública una imagen del presunto asesino de su hija, prestó declaración ayer a cuatro metros de él sin perder la calma un solo instante. "¿Conoce al acusado?". Asun acaba de entrar en la sala, dejando su bolso y el abrigo a un familiar. Por vez primera desde aquel fatídico 7 de julio de 2008, tiene ocasión de verle el rostro. Es apenas un segundo que parece durar una eternidad. Gira su cabeza hacia la derecha, donde está sentado José Diego Yllanes, y toma asiento.
Desde que comenzó la vista oral, la madre de Nagore ha concedido un sinfín de entrevistas y ha podido ver por televisión al pamplonés que estranguló a su hija. Ayer entraba en la sala por primera vez, a petición del abogado que le representa. "¿Conoce al acusado?". Casasola no ha dormido en toda la noche, temerosa de poder decir algo que acabe afectando negativamente al veredicto del jurado. Responde que no, salvo por los medios. "Lo he visto por televisión estos días". Silencio tenso en la sala.
Durante la media hora en la que es sometida al interrogatorio, relata el daño irreparable que ha provocado en el hogar la pérdida su hija. Dice no poder vivir desde hace dieciséis meses, sometida a tratamiento psicológico y psiquiátrico, a merced de un permanente insomnio. El acusado evita en todo momento el cruce de miradas.
Asun toma aire y, en la medida de lo posible, habla en clave de futuro. "Cuando acabe el juicio, espero juntar a mi familia y seguir viviendo como pueda sin Nagore, porque en estos momentos no hay familia", acierta a decir la mujer. "Desde que murió mi hija, no hay matrimonio, no hay nada. Cada uno llevamos el duelo de una manera. Estamos todos mal, no hablamos. Yo sólo he estando luchando porque todo esto se sepa", explica sentada en una silla en medio de la sala, con las manos entrelazadas y una actitud que emocionó a los asistentes que abarrotaban la sala de vistas.
Fuera, en la entrada del Palacio de Justicia, hay decenas de amigos que en esos momentos están desafiando las bajas temperaturas y la lluvia pertinaz que cae sobre Pamplona, portando la pancarta que durante el último año ha recordado la ausencia de Nagore. Se han levantado a las seis de la mañana para estar ahí, llegados desde diferentes puntos de Guipúzcoa, pero no han podido entrar. Txomin Laffage, el padre de la víctima, recorre los pasillos un tanto apurado. "Hay mucha gente que se ha quedado fuera", dice el hombre ante la falta de tickets suficientes, de lo que se siente de algún modo responsable.
Su mujer es la que en esos momentos está declarando ante el jurado, con la que había llegado a un acuerdo la noche anterior. "Tú tranquila, di lo que tengas que decir, yo actuaré como si no te conociera", le dijo Laffage en un intento de no ponerle aún más nerviosa.
Y ahí estaba ella a las 10.25 horas de la mañana, en el epicentro de un interés mediático sin precedentes. "¿Qué cuando me enteré de todo?". Casasola comienza entonces a relatar el inicio de la pesadilla, un testimonio que estremece, y que incluso acaba por emocionar a Ainara Miranda, que representa a las Juntas Generales de Guipúzcoa, la letrada más joven de cuantos asisten estos días al juicio. "Fue el día 8, después del trabajo. Estaba echando la siesta, y a eso de las 17.00 horas comenzaron a llamar insistentemente". Resultaba tan extraña aquella insistencia que incluso le dijo a su madre, que vive encima de ella, que tampoco abriera.
Al rato llamó la Ertzaintza. "¿Eres la madre de Nagore?". Sí, dijo ella. "Tienes que venir ya".
Es un testimonio que en el último año y medio ha relatado sin descanso, pero suena siempre a vez primera, a tragedia. Por las formas en que insistía la Policía, se sintió muy mal, y enseguida le dijo a su hermana Raquel, que vive en el mismo bloque, que algo gordo le había pasado a su hija. Empezó a temerse lo peor, las noticias comenzaban a hablar de una niña muerta. Poco después le dijeron que había un 95% de posibilidades de que aquella niña fuera Nagore. "¿Su hija se ha cortado recientemente el pelo? ¿Se muerde las uñas?", le preguntaba la Policía. Todo comenzaba a encajar. "¡A mi niña la han matado! ¡A mi niña la han matado!", comenzó gritar.
El silencio en la sala en ese momento era ayer sepulcral, roto tan sólo por algún sollozo apagado, como el de África, una de las amigas de Nagore con la que comparte Asun pensión desde el lunes en Pamplona. La presidenta de las Juntas Generales de Guipúzcoa, Rafaela Romero, ocupaba la primera fila de asientos, junto a José Antonio Santano, el acalde de Irun, que vino de nuevo ayer expresamente a Pamplona a arropar a la familia.
Casasola continúa su relato: "Llegamos a Pamplona y los forales me enseñaron una foto. Era ella, ahí ya me derrumbé", reconocía ayer. Yllanes está a cuatro metros de ella, escucha, y sólo él sabe lo que se le pasa en esos momentos por la cabeza. Asun continuó relatando cómo fue después al Instituto Navarro de Medicina Legal. Raquel, su hermana, le dijo que no entrara. "Quédate fuera y recuerda cómo era Nagore", le aconsejó.
Tras tomar conciencia del drama, habló después con las amigas de su hija. Fue entonces cuando empezó a sonar el nombre de un tal José Diego Yllanes, "el doctor Yllanes", de 27 años. El acusado en ese momento comenzó ayer a llorar. Su abogado defensor, Enrique Díaz de Erenchun, cerraba los ojos.
Miguel Alonso Belza, el letrado que representa a la familia, proseguía con su delicado interrogatorio:
"¿Ha podido ver las fotos de la autopsia?
Para nada.
Santano, el alcalde de Irun, sentado en la primera fila, toma en su mano derecha el móvil, y lo gira una y otra vez, como queriendo descargar su aflicción. Entretanto Asun continúa rememorando los comienzos académicos de su hija en la Salle de Irun, donde la futura estudiante de enfermería ya apuntaba maneras en matemáticas aunque prefería decantarse por la salud.
"¿Cómo era la relación entre Nagore y Javier?". Javier es su hermano, el chaval de 24 años que estudia Segundo de Ingeniería Electrónica, que no se ha perdido ni una sola sesión del juicio, y que mañana mismo tiene que presentarse a un examen. "En mi casa los domingos siempre hemos sido de quedarnos en pijama, sin salir. Nagore era de más carácter, de decir a qué jugábamos, mientras que Javi se dejaba llevar", describía Asun.
Un familiar frota en ese momento la espalda del hermano de la fallecida, que escucha emocionado el relato de su madre desde la segunda fila.
Ha transcurrido algo más de media hora y Asun no ha vuelto a mirar al acusado, que continúa cabizbajo, como el resto de familiares del joven pamplonés. El resto de los letrados de la acusación rehúsan el turno de intervención. "¿La defensa?", pregunta el magistrado Francisco José Goyena. El letrado Eduardo Ruiz de Erenchun, que ha hecho gala de una férrea defensa de su cliente durante esta semana, entiende que no corresponde hurgar más en la herida: "Ilustrísimo señor, únicamente manifestar a la señora Casasola y a toda su familia mi profundo pesar y lamentar de todo corazón todo lo ocurrido".