Mendigar antes que volver a Rumanía
Un matrimonio y cuatro hijos viven en una habitación en el centro de Pamplona. Sin trabajo, esperan cumplir un año de residencia para cobrar una renta básica y, mientras tanto, se ven abocados a pedir en la calle sufriendo un fuerte rechazo social.
aCUDE a diario a la acera de la plaza del Vínculo, junto a la cafetería Koppo. Allí tiene plaza fija. Un rincón de la calle -marcando la puerta de un comercio- se ha convertido en su puesto de trabajo habitual. Paula mantiene a sus cuatro hijos y a su marido practicando la mendicidad, una práctica denigrante a la que se ven abocados por extrema necesidad. Con la mano extendida y el rostro surcado por el sufrimiento de una vida demasiada larga para sus treinta años apenas puede aspirar a ganar cuatro euros en tres horas. Y no hay más fuente de ingresos para esta familia numerosa. Su marido Florian Basile trabajó de chatarrero durante el verano pero ahora no hay nada a lo que agarrarse. Pedir limosna cada vez está peor visto y pese a ello se apiadan más de ella como madre, con esos ojos tristes de mujer cansada, desesperada; y además de apariencia agitanada... Las miradas son inquisitivas. "¿Tienes jefe?, ¿A dónde va ese dinero? Eres una mafia...". "Yo no conozco ninguna mafia, tengo cuatro hijos, respondo", relata Paula. "Puede haber explotaciones pero yo al menos no las conozco, sí que he visto gente que pedía por necesidad y que ha tenido que volver a su país", señala Blanca García de Eulate, colaboradora de Cáritas. La familia no tiene derecho al cobro de la renta básica porque no llevan un año empadronada en Navarra. Les quedan cinco meses. En realidad llegaron mucho antes pero no se censaron por puro desconocimiento (de la cultura, del idioma...). "Primero vinimos con el pequeño con la intención de mandar dinero a la madre que estaba enferma y que se había quedado cuidando al resto de los niños", explica Florian.
"No podemos quedarnos en la calle porque si no tenemos un domicilio tampoco podemos empadronarnos" lo que ahora les da derecho a tener tarjeta sanitaria y al cobro de la renta básica. "Además si nos quedamos en la calle nos quitarían a los hijos por no tener un techo", teme Paula. Y es lo que más le duele. Los cuatro hijos están escolarizados lo cual les enorgullece. Los tres mayores de 14, 12 y 8 años estudian en el Vázquez de Mella, y el pequeño, de dos años y medio, se queda con el padre mientras Paula se busca la vida.
Mientras ejerzan la mendicidad y no cumplan un año de residencia no tendrán derecho a cobrar la renta básica. "Antes eran seis meses pero ahora es un año porque de ese modo consigues que mucha gente de fuera se marche", denuncia Blanca, el hada madrina de los más necesitados. Les corresponderían unos 900 euros al mes: familia con cuatro hijos. La prestación está tramitada desde hace dos meses pero "no sabemos cuánto tiempo tardarán porque van con retraso". Otra necesidad vital es la beca de comedor para la niña con el fin de no pagar los 100 euros mensuales que le exige el Gobierno. Blanca les asesora en cada paso que dan. Del Ayuntamiento de Pamplona cobran una ayuda de bolsillo de 450 euros cada seis meses pero no cuentan con otras ayudas de emergencia para poder subsistir.
Sus planes pasan por quedarse en Navarra porque además los chicos ya son mozos y se van arraigando. Además, son ciudadanos europeos y tienen papeles. "En Rumanía nuestras familias son muy pobres y vivíamos en chabolas. Nuestro futuro no está en nuestra tierra aunque sea doloroso", asume Florian. Una renta básica o un trabajo y una VPO de alquiler para vivir de forma desahogada, y la felicidad.... Además, el niño cumplirá pronto tres años y podrá ir al colegio lo que les permitirá a los dos estar más libres para encontrar empleo. Cada quince días reciben comida del Banco de Alimentos y Blanca paga el alquiler y les consigue ropa. Así subsisten. "La situación de ellos es la de muchos inmigrantes que llegan a Navarra y en una primera etapa de acogida no tienen medios para sobrevivir. Hay muchas familias procedentes de los países del Este que están esperando una renta básica y ésta llega muy tarde", destaca Blanca, su gran apoyo.
Florian estudia castellano en el centro José María Iribarren del Gobierno de Navarra cuando no cuida de sus hijos. Se ha apuntado a las listas del Servicio Navarro de Empleo y le gustaría trabajar en la construcción aunque es consciente de que han llegado en plena recesión económica. En Rumanía no hay trabajo y los escasos salarios rondan los 200 euros mensuales. Acepta cualquier empleo y se apresura a dar su teléfono móvil para que sirva de reclamo (656 638 353). Cáritas le ha dado a Paula la oportunidad de apuntarse a un cursillo para aprender a cocinar y trabajar en el servicio doméstico, pero los horarios coincidían con las clases de su marido. "Cáritas no les puede ofrecer dinero porque están desbordados", explica García que lleva cuatro meses pagando una renta de 280 euros con gastos incluidos. Una cantidad aparentemente asumible si no fuera porque los seis miembros de la familia viven hacinados en una única habitación. La vivienda se encuentra en pleno centro de la ciudad, en la calle Aralar de Pamplona. Una inmobiliaria tiene alquiladas varias viviendas del mismo inmueble a personas inmigrantes que a su vez las subarriendan a otros extranjeros. Su piso consta de cuatro dormitorios y los tres restantes también están ocupados por otras parejas de origen sudamericano hasta un total de doce personas (el resto de estancias la componen una cocina, comedor y baño).
La familia Basile Tinca se apaña con dos camas. El matrimonio y el hijo pequeño duermen en una de ellas y los otros tres hermanos en otra. Hasta hace poco no tenían ni siquiera calefacción. No hay más alternativas que ésta para poder pagar una cantidad mínima de alquiler. O dos camas o la calle. "La calle no porque me dicen que me quitarán a los hijos, no quiero que me separen de ellos", explica Paula, mujer "educada, delicada y agradecida" como la define Blanca.
Esta voluntaria cree que la explotación de habitaciones y el hacinamiento consentido en un mercado inmobiliario sin escrúpulos no se justifica pero "se explica si no hay más remedio cuando no hay otros medios de vida para los inmigrantes". Pero lo que es cierto es que desde la Administración no se practican inspecciones para acabar con situaciones abusivas, admite. Otra carencia de la sociedad para evitar que familias como éstas malvivan en la indigencia es la falta de oportunidades laborales a través de vías alternativas como es el empleo social protegido. Esta maestra jubilada que lleva nueve años colaborando con Cáritas y otros tantos con Salahaketa como voluntaria en la cárcel de Pamplona, recibe la ayuda de su comunidad cristiana de base para afrontar los casi 300 euros de renta.
¿Somos racistas con esta gente? Manolo Ledesma, abogado, mediador familiar y miembro de Salahaketa, cree es muy difícil romper los estereotipos "racistas" cuando se crean "prejuicios sociales" y se "encasilla y se estigmatiza a determinados colectivos". "Se olvidan que esta gente está necesitada, y que por eso pide, pero se crean guetos, se creen que cualquier persona de origen del Este con unas determinadas apariencias o formas de vida es un delincuente o un gitano mafioso, prototipos de gente no decente, indeseables...", señala. "Creemos que estamos a la cabeza como sociedad de bienestar pero no queremos reconocer que no es así", añade. Agilizar la renta básica, crear puestos de inserción sociolaboral, apostar por programas educativos, reforzar las políticas de atención y de servicios sociales son algunas de las soluciones que apunta Ledesma. Ahora que el Estado español afronta la presidencia de la UE y presume de "vocación europeísta" tendremos que asumir que los de Rumanía forma parte de esta comunidad europea y que del mismo que un español invierte allí, en un país en desarrollo, también esas personas que viven por debajo del umbral de pobreza se pueden mover por toda Europa. Y son pobres, como también nosotros lo fuimos".
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