pamplona. El pasillo hervía de idas y venidas. Los abogados despachaban con sus clientes y asomaba en el ambiente un atisbo de un posible acuerdo entre las partes. Así fue. Los indicios eran claros como el agua y a los acusados se les venía encima un castigo severo ante la gravedad de los hechos y la exhaustiva investigación policial. Finalmente, el reproche penal para los siete acusados por el asesinato a balazos del argelino Djamel Me-chahougui, apodado Philip, en octubre de 2007 en Cintruénigo se saldó de conformidad con 91 años de cárcel que suman las penas impuestas al ejecutor (19), su inductor (15), dos cooperadores necesarios (15) y tres cómplices (7,5, 8,5 y 10). Todos se encontraban en prisión preventiva. La petición fiscal era en principio para ellos de casi 140 años.

A raíz de estos hechos también se arrestó a un hombre (Cosme Rafael Hernández) y tres mujeres (Liliana Estrada, Beatriz Brizuela y Beatriz Pascual), relacionados éstos con una red que distribuía droga en la Ribera. Todos reconocieron su diferente participación en los hechos y se ahorraron las cuatro jornadas que se habían habilitado en el tribunal para el procedimiento.

El autor material del asesinato, el colombiano Robinson Perea Mayorga, militar y compañero de piso de Andrés Arley Preciado Ante, uno de los cómplices, fue condenado a 19 años de prisión (18 por los hechos y uno por tenencia ilícita de armas) después de que ejecutara el crimen que se le encargó. La fiscal suprimió de su calificación el párrafo en el que indicaba que Robinson había recibido "5.000 o 6.000 euros como pago por su intervención" para acabar con la vida de Philip, al no considerarse un hecho probado.

El inductor del asesinato, Pedro Andrés García Pérez, colombiano de 23 años, que había contraído una deuda económica por asuntos de droga con la víctima, se conformó con 15 años de cárcel, idéntica pena que el colombiano Álvaro Ramón Padilla Cuentas y el dominicano Eliezer Nicolás Pérez, procesados como cooperadores necesarios. Los tres recibieron además condenas de entre 3 a 9 años de prisión por tráfico de drogas, asunto que aparece en la forma y fondo de esta trama. Otros tres encausados fueron condenados como cómplices Camilo Arturo Soto, que realizó labores de chófer para el inductor; Andrés Arley Preciado Ante, quien pensó en su compañero de piso para la ejecución del crimen ya que dada la condición de militar de Robinson Perea dominaba el manejo de armas de fuego; y John Jairo Valencia, amigo también del inductor y en cuyo domicilio se guardó la pistola semiautomática Astra utilizada para ejecutar el crimen. El arma fue adquirida por 1.200 euros.

Según relata la fiscal, en 2007 la Guardia Civil inició una investigación en la zona de la Ribera de un grupo de personas que se dedicaban al tráfico de estupefacientes. En septiembre de ese año en una discoteca de Cintruénigo la víctima fue agredida por una deuda por asuntos de drogas. La agresión la realizaron varias personas del círculo de amistades del procesado como inductor, Pedro Andrés García Pérez, entre ellas Arley Preciado y Jairo Valencia. Más tarde, tres de los acusados, los ahora condenados como inductor y cooperadores, "decidieron acabar con la vida de Philip esperando no pagar la deuda que habían contraído con él y apoderarse del dinero que sabían que guardaba en casa". "Además con la muerte de Philip, Padilla podría asumir el puesto que aquel ocupaba en el mundo del tráfico de droga", expone el escrito.

acabar con él, antes que al revés Para conseguir su propósito, y aprovechando el incidente en la discoteca, García Pérez les dijo a Arley y Jairo que Philip quería "acabar con la vida de todos ellos, por lo que era mejor que fueran ellos los que terminasen con la vida de éste". Con tal fin, se pusieron en contacto con Robinson Perea al que se encargó el asesinato. El crimen se llevó a cabo la noche del 23 de octubre de 2007, ya que al día siguiente Álvaro Padilla tenía que devolverle a la víctima un kilo de cocaína. Éste acompañó a Philip la noche del crimen hasta Cintruénigo y fue avisando de la situación del ahora fallecido a Nicolás y el resto, que le esperaban en varios coches. Querían saber cuándo llegaría a su casa para asaltarle de noche en plena calle. Padilla se quedó atrás hablando por teléfono mientras Philip se encaminó hacia su vivienda. A por él acudió Robinson Perea, que le disparó tres veces. La primera bala, lanzada a sólo dos metros, no alcanzó al fallecido, que luego sí recibió un impacto mortal en el abdomen y otro, a quemarropa, en la cabeza.