pamplona. El psiquiatra Alfredo Martínez participó esta semana en los Desayunos con Salud que organiza el departamento que dirige María Kutz, en este caso para hablar de la fugacidad de los propósitos que trajo el nuevo año.

Esas metas que nos proponemos, sobre todo a cierta edad, tienen que ver con nuestra idea de felicidad, pero nos condicionan muchos los medios de comunicación y una sociedad consumista que nos presiona para tener buena figura, dejar de fumar, hacer deporte, tener más tiempo de ocio... ¿Nos olvidamos de lo importante?

Ni se habla de nada más, ni aparece en los medios de comunicación, ni en la televisión, ni en las revistas. Se dan flashes de cosas muy superficiales, muy de la periferia, que incidirían directamente en estos elementos de tener mejor salud, disfrutar otras cosas, podrás ser feliz en otras actividades. Pero dejar de fumar por el mero hecho de dejar de fumar es costoso, incluso lo pasas mal, tienes que pensar qué es lo que estás planteándote con ello. O el adelgazar, es un elemento de salud, pero si resulta que detrás de la obesidad subyace un problema de ansiedad o de insatisfacción con tu situación vital que te lleva a estar encerrada en casa y dentro de casa recurrir a la comida, mientras no soluciones ese problema de insatisfacción va a ser imposible que adelgaces. Y además habrás desplazado todo el centro de atención del problema real al problema de la dieta.

¿Qué problemas periféricos veis en las consultas psiquiátricas y qué esconden?

Muchas veces vemos consultas por aspectos periféricos o por problemas de insatisfacción, una relación de pareja con conflictos que me lleva a sentirme mal, a comer y a ganar peso, y llego a la consulta para que me ayuden a perder peso... O para que me operen con cirugía bariátrica para perder peso. Lo que ocurre es que operas pero no se soluciona el problema o bien se manifiesta con un nuevo síntoma o una nueva complicación, o es ineficaz la intervención porque el motivo del malestar era otro.

¿Es mejor proponerse pequeñas metas y no grandes retos que nos pueden frustrar?

Hay que buscar realmente dónde tenemos los conflictos y también la expectativa de felicidad. Es mejor enfocar las acciones más concretas, más puntuales de cara a ese objetivo, y medir el éxito o el fracaso de lo que estamos haciendo en función de ese objetivo último y no del paso intermedio que nos hemos propuesto. Igual sólo he conseguido adelgazar diez kilos en lugar de treinta pero eso ha mejorado mi capacidad de socializarme porque estoy más ágil, han disminuido mis dolores y me permite hacer más actividades, incluso me permite volver al trabajo, lo cual es importante desde el punto de vista personal y económico. Es una cascada. A veces no se cumple el objetivo 100% pero sí lo suficiente para modificar otros elementos que contribuyen a que seamos más felices.

¿Hay mucha insatisfacción generalizada con la vida que llevamos pero a la vez mucho conformismo?

Una insatisfacción con lo que me he planteado ser o con lo que yo quería ser y con lo que me he convertido. Algo a lo que no quiero plantearme ni enfrentarme.

Personas que se habían propuesto ser algo "más" en la vida y no lo han conseguido...

Ser un profesional, vivir económicamente desahogado, tener un éxito social, una determinada repercusión en mi entorno y eso me frustra, y reacciono somatizando o manifestando síntomas de enfermedad física y mental, o incluso con ira, con agresividad, con rabia; y no soy capaz de analizar qué es lo que subyace detrás de esas manifestaciones. Y además reaccionan buscando que alguien le solucione los síntomas pero poniendo un muro a cualquier intento de profundizar y de ir más allá de los síntomas que manifiesto, y eso lo vemos con frecuencia.

Cuando has llegado a ese grado de frustración y quieres cambiar, ¿qué se puede hacer?

A veces hay que reflexionar sobre el motivo por el que te planteabas ese éxito social o esa influencia en tu entorno, que puede pasar por la imposibilidad de alcanzarla o porque la has tenido y la has perdido. Lo vemos mucho al llegar a la jubilación o al acabar un periodo de éxito de una determinada actividad, tienes que reajustar tu vida, y tienes dificultades. Hay que ver en el fondo qué perseguías con todo esto, con ese planteamiento de éxito o de triunfo, con lo que pensabas que ibas a ser feliz, demuestras que aquello no era lo que realmente te hacía feliz. Me tengo que replantear realmente qué me hace feliz, donde puedo desarrollarme, qué me puede dar una estabilidad de futuro tanto a largo plazo como en cada fase de la vida.

¿Cada etapa de la vida tiene sus motivaciones?

Hay que asumir que cada fase tiene sus características y no intentar que todas sean iguales. No es lo mismo un joven que está en pleno proceso de formación y de desarrollo personal y profesional en la década de los 20, que un adulto joven que está empezando a mantener una relación de pareja estable que tiene hijos que educar, o que un adulto con una experiencia pero que ha perdido una serie de facultades físicas incluso mentales, y que trata de suplirlas con la experiencia y tiene que buscar adaptación; o una época de la tercera edad donde los planteamientos deben reubicarse y reevaluar todo un proceso vital y sacar lo verdaderamente importante, descartar peso de las cosas que no eran importantes... Todo ese proceso del ciclo vital lo hemos perdido y pensamos que es lo mismo tener 13 años que 70. Y hemos perdido la referencia incluso a nivel de las distintas generaciones, hijo, padre, abuelo....

¿Queremos la eterna juventud...?

Somos juventud eterna y falta de compromiso, y salud eterna y posibilidades sin límites... Que un adolescente se piense que puede comerse el mundo entra dentro de su edad, pero con 50 años vas a ir de bofetada en bofetada.

¿Muchas personas no conocen sus limitaciones y potencialidades para buscar ese camino de la felicidad?

Vemos que acude mucha gente a psicólogos o psiquiatras buscando una confrontación de su propia vida que no han podido hacer en el entorno social, y esa confrontación tiene que ser con uno mismo, pararse, mirarse, reflexionar, qué es lo que le gusta, lo que no le gusta, qué se quiere o no cambiar. Pero eso exige un hábito que se tiene que adquirir muchas veces desde la juventud. Y vemos también una falta de espejos, la gente no tiene quién le diga lo que está haciendo bien, lo que está haciendo mal, lo que me gusta de ti, lo que no me gusta; de una forma positiva, motivando al cambio, y apoyando a que ese cambio se produzca. Como hay una falta de reflexión personal y de reflejo en el entorno de lo que estoy haciendo bien o mal, busco al psiquiatra o psicólogo para que me lo diga. Pero lo busco pensando que es un asalariado al que yo le pago para que me dé una solución. Y como no es alguien que sea realmente significativo sino alguien a quien le pago, la capacidad de modificación de ese psicólogo o psiquiatra es mucho más pequeña que la propia reflexión o del entorno.

¿Esa red familiar y social está fallando?

La hemos perdido sin ganar en autonomía. Todavía no somos capaces de vivir solos y afrontar la soledad, o utilizar otros recursos de tipo social que no sean los tradicionales. O vivo con la familia o no sé vivir fuera del ambiente familiar cuando tengo una dependencia. En otros países las personas dependientes se han acostumbrado a vivir en pisos compartidos o en habitaciones de patronas. Aquí todavía estamos en ese proceso de decidir me apego a los valores tradicionales, que tenían sus cosas buenas y sus cosas malas, pero no totalmente, los quiero cambiar pero no acabo de dar el paso. Creo que estamos en una sociedad de tránsito, lo que no sé hacia dónde. Hay políticas sociales, de apoyo a la dependencia, de empleo acaban condicionando todo este tipo de evoluciones de la sociedad.

¿Cuáles es el propósito de enmienda más duro, el que no depende de uno mismo?

Tenemos un gran porcentaje de personas en enfermedades crónicas, mentales y físicas, y el afrontamiento año a año, mes a mes y día a día de esas situaciones de esa enfermedad crónica, donde sí que hay fluctuaciones pero nunca uno llega a la recuperación total. Cómo me adapto y cómo acepto, cómo afronto, cómo me planteo un proyecto vital que se ha visto truncado por la enfermedad, eso sí que es objeto de propósitos que muchas veces no se puede cumplir porque a veces depende de uno mismo, pero a veces también de la propia enfermedad y su evolución.

¿Nos falta responsabilizarnos de lo que somos y hacemos? Señalaban en los desayunos que entre el 50 y 70% de las personas que inician un programa antitabaco abandonan...

Yo les digo: soy el profesional de tu enfermedad, pero el profesional de tu vida eres tú; el máximo experto y máximo responsable de tu vida. Yo te puedo orientar sobre tu enfermedad y te puedo decir si los mecanismos que estás utilizando son adaptativos o no, y ayudar a ver si los resultados de lo que estás haciendo están siendo positivos o negativos. Pero la evolución y las decisiones las tienes que tomar tú, no yo.