La procesión de la Semana Santa tiene un colorido especial y, entre el negro de las túnicas, el morado de los mozorros, el blanco de la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Pasión, el rojo de los romanos, el multicolor del pueblo judío o el gris y granate de las siete palabras sobresale en Pamplona el verde brillante y oro del vestuario que cubre a los miembros de la Hermandad de la Paz y Caridad. Esta veterana hermandad hoy dedicada a portar el paso deLla Dolorosa tiene un origen peculiar, vinculado al acompañamiento y entierro de los reos que eran condenados a muerte en Navarra y ejecutados en Pamplona. Su breve historia de 253 años ha sido recogida por su prior, Ramón Reta Munarriz, en el libro Hermandad de la Paz y Caridad. Ten valor y confía en Dios.
"No se trata de una novela rosa", precisa el autor, "no es el clásico libro de chismorreos graciosos de la antigua Pamplona, más bien al contrario, se trata de un libro que recoge la historia de Pamplona en su lado más oscuro, rayando en lo cruel o macabro, pero que, nos guste o no, no dejan de ser historias reales de la Pamplona de los siglos XVIII y XIX, de cómo se regían tanto las leyes como las costumbres del pueblo, de su comportamiento en momentos tan difíciles para el reo que iba a morir a continuación".
La Hermandad de la Paz y Caridad data del año 1832, aunque en el libro de Ramón Reta se recogen precedentes de este grupo, conocidos como devotos entunicados. En cualquier caso, y como no se trata de desvelar aquí el contenido de la investigación al completo, cabe citar que, en su misión de acompañar a los condenados a muerte, la hermandad tiene su predecesor en la Cofradía de la Vera Cruz, fundada el 28 de marzo de 1628 en el convento del Carmen Calzado. Recoge Ramón Reta en su libro que la función de la Vera Cruz consistía en que, cada vez que había que ejecutar a un reo, el prior y dos de los mayordomos le atendían en la capilla y los seis mayordomos restantes salían por los caminos y calles de la ciudad para pedir limosna, con el fin de sufragar los gastos que el proceso acarreaba, tales como compra de alimentos, cera de las hachas con las que se le acompañaba hasta el cadalso, pago a los doctrinos, misas, etc. La de la Vera Cruz se disolvió en 1873 por lo que llegó ser coetánea con la de Paz y Caridad.
198 reos de 121 procesos "Mientras los de la Cofradía de la Vera Cruz atendían al reo en la capilla, pedían limosna para sufragar los gastos y le acompañaban hasta el cadalso, los Hermanos de la Paz y Caridad, además de acompañarlo también desde a capilla al cadalso, una vez ejecutado, recogían el cadáver y le daban cristiana sepultura. Además, los hermanos siempre iban entunicados", indica Ramón Reta. Precisa que el atavío consistía en túnica negra con una cruz en el brazo derecho y caperuza morada.
Fruto de este trabajo, se sabe que la hermandad estaba formada por "hombres que, inicialmente asentados en una buena posición social y económica, se dedicaban a una misión, probablemente no bien vista, movidos por razones humanitarias" precisa en el prólogo el Defensor del Pueblo, Javier Enériz.
Las dos hermandades asistieron a 198 ejecutados por sentencias dictadas en 121 procesos. La publicación recoge en las últimas páginas la relación de los reos, los motivos de sus condenas y el sistema de muerte. "La ley de privacidad de datos -precisa Ramón Reta- establece que no se pueden dar nombres con una antigüedad menor a 80 años; por este motivo los nombres de los ejecutados desde 1927 al día de hoy aparecen sólo las iniciales del nombre y los apellidos. Las últimas palabras que los hermanos dirigían al condenado al pie del cadalso eran "Ten valor y confía en Dios", frase que ha constituido el lema de la hermandad.
última ejecución, en 1957 "El valor de la asociación pamplonesa -destaca Javier Enériz- está precisamente en la dificultad de asentarse y realizar su ingrata labor en los tiempos en los que le tocó hacerlo. De entrada, en una sociedad estamental con la que convivió en los siglos XVII y XVIII; más tarde en una sociedad conservadora y en contados momento liberal. como lo era la Pamplona del siglo XIX; y, finalmente, en una sociedad mayoritariamente conservadora con un trabajo desgraciadamente sobreañadido por efecto de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, años en que asistieron a 48 personas fusiladas en los glacis de la Vuelta del Castillo de Pamplona, entre agosto de 1936 y septiembre de 1950".
Fue en 1957 cuando tuvo lugar la última ejecución de una pena de muerte en Pamplona, recaída sobre dos jóvenes navarros condenados por el asesinato de sus padres y hermano. Pero hasta entonces, lamentablemente, la Hermandad tuvo mucha actividad. En el libro se recoge información tanto de los lugares de enterramiento como de los procedimientos de la muerte: desde la horca hasta el fusilamiento pasando por el garrote vil.
Recuerda Ramón Reta que durante la Edad Media existían horcas permanentes en Miluce, Acella, San Cristóbal y Burlada y que con los años se instalaron en una explanada llamada de La Reina (plaza de San Roque). El garrote se instauró en Pamplona en 1693 y desde entonces se utilizaron los dos procedimientos: la horca para los condenados por crímenes más punibles y el garrote para las penas menos graves que se aplicaba en la Plaza del Fruta (hoy plaza Consistorial de Pamplona).
Aunque el Código Penal de 1822 introdujo el garrote como única forma de ejecución, con el movimiento reaccionario de 1823 volvió a instaurarse la horca en el Estado y que no sería abolida hasta 1828. En Pamplona, no obstante, y según recoge Ramón Reta, se continuó ejecutando la horca hasta el 18 de febrero de 1830, "cuando Tomás Arraiza, de Puente la Reina, por homicida, fue el último ahorcado en Pamplona, ya que el 23 de agosto de 1832, Mariano Aguirre, de Elizondo, aunque fue condenado a la horca, se le conmutó esta pena por garrote".
El garrote se aplicaba como queda dicho en la Plaza de la Fruta y en 1834 se instaló el patíbulo en la Plaza del Castillo "aunque se humanizó el acto al suprimir las cuatro horas de exposición pública del reo". A partir de 1840, se instaló el patíbulo en los glacis de la Ciudadela y más tarde junto a la puerta de Socorro de dicho recinto.
Relata Ramón Reta anécdotas vinculadas a estos ajusticiamientos que hasta 1894, que fueron trasladados a las cárceles, se hacían en público e incluso con desfile del reo por la ciudad y exhibición del cuerpo muerto.
muerte y descuartizamiento La última sentencia de muerte fue en 1957. Los condenados a muerte en garrote vil fueron los hermanos José Mª y Cirilo Javier Celayeta Pardo, que en el juicio les cayeron tres penas de muerte a cada uno. La noche previa a su ejecución fueron atendidos por los hermanos de la Paz y Caridad, el capellán de la cárcel Ramón Lezaun, y el ex capellán y canónigo Alejandro Maisterrena. Ramón Reta ha incluido en el libro toda la documentación relativa a este caso en el que los dos condenados habían matado a sus padres y a un hermano por una disputa sobre tierras.
Hermandad de la Paz y Caridad. Ten valor y confía en Dios aporta mucha información sobre diversos aspectos de la vida pamplonesa relacionados con los condenados a muerte así como la relación de las personas que fueron atendidas tanto por este hermandad como por la cofradía de la Vera Cruz. En total fueron 198 personas condenadas a muerte (139 atendidas por la Vera Cruz entre 1757 y 1885, y 59, por Paz y Caridad, entre los años 1890 y 1957). Destacan en este macabro listado los delitos, las sentencias y las segundas penas. Así, tras la muerte, a algunos se les condenó y se le aplicaron medidas como "encubado y tirado al río", "cortarle la cabeza", "descuartizarlo", "cortarle la mano derecha", "cortar manos y tirar al río" . Los delitos eran homicidio, robo iglesia, falsificar moneda, matar al marido, matar a la mujer, salteador de caminos, sodomia, conspiración o delito militar. El listado incluye 48 "condenados" a fusilamiento durante la Guerra Civil. En este caso, no se revela ni el delito, ni el libro en el que deberían figurar sus ajusticiamientos. Se recoge el número de reo, el sexo (varones) y sentencia: fusilamiento.
con la dolorosa desde 1883 La Hermandad de la Paz y Caridad es portadora del paso de la Dolorosa desde 1883, año en el que recibió el encargo por parte del Ayuntamiento de Pamplona "en agradecimiento a los servicios prestados al pueblo". El de La Dolorosa es el único paso que no pertenece a la Hermandad de la Pasión del Señor y es propiedad del Ayuntamiento de Pamplona. La imagen fue encargada por el Consistorio al escultor catalán Rosendo Novas.
Aunque la hermandad tiene 24 miembros, las andas del paso requieren mayor número de efectivos humanos. En concreto llevan el paso 48 portadores. El propio Ramón Reta indica en su libro la posibilidad de que se amplíe el número de hermanos miembros.
La imagen de La Dolorosa tendrá que retornar hoy, Viernes Santo, desde la catedral (a donde fue conducida el Viernes de Dolores) a la parroquia de San Lorenzo. Por ello los hermanos de Paz y Caridad tienen asegurada su participación en la procesión del retorno ya que, como siempre, la lluvia determinará si sale la del Santo Entierro.
El libro de esta peculiar hermandad fue presentado recientemente en Pamplona por su autor, Ramón Reta, a quien acompañaron el historiador Juan José Martinena; el defensor del pueblo y prologuista Javier Enériz; el epiloguista Ángel Iriarte; y el capellán de la Hermandad, Juan Carlos Elizalde.