New York: en la "city", pero como en casa
Los iruñearras Bernardo Zozaya y Maite Hernández regentan Apartamentos San Fermín, situados en el barrio de Harlem, y son el "Bed and Breakfast" mejor valorado de New York, según el portal de Internet "Tripadvisor"
SE dice que el cliente siempre tiene la razón. Pues los que se han hospedado en los Apartamentos San Fermín, en Harlem, New York, no escatiman en piropos a la hora de referirse a su estancia en ese hostal regentado por dos iruñearras. Dicen que es "tranquilo y confortable". Que resulta "imponente y muy recomendable". Describen a los dueños como "amigables y agradables". Y no se olvidan de hacer la comparativa calidad precio; algo esencial en una ciudad como New York: "El mejor sitio de la ciudad, y a un fantástico precio". Esa última sentencia de los usuarios es la que mejor define al Bed and Breakfast mejor valorado de la llamada capital del mundo, según el portal de internet Tripadvisor. "Lo mejor que te pueden decir es que han pasado una semana como si estuvieran en casa", afirma contento y orgulloso Bernando Zozaya (Iruñea, 1972), uno de los dueños. Y se lo han confesado muchas veces. Toma la palabra Maite Hernández (Gallipienzo, 1978), su pareja y compañera de fatigas: "O que te digan a la mañana que han dormido muy a gusto. Esa es la idea, precisamente". Es decir: que a pesar de estar en la City, se sientan como en casa.
Abrieron el hostal en septiembre del año pasado, y han conseguido el objetivo. Sin duda. Para empezar, a base de sacrificio. Aterrizaron en New York en enero del 2008 "con gran alegría y muchísima ilusión", matiza Maite. Se habían pasado muchos años trabajando en Iruñea. "Teníamos un negocio dedicado a los automóviles. Yo me ocupaba de la limpieza de los coches, y Maite de la tienda; que incluía una parcela innovadora dedicada al tema canino", explica Bernardo, sentado a la mesa de la coqueta cocina de su vivienda, situada en el piso bajo del hostal. Pero tenían un sueño. Y un trato de por medio. Maite es licenciada en Bellas Artes, una entusiasta de la fotografía (además de una artista captando momentos, situaciones, y disparando) y quería seguir investigando. "Bernardo me prometió que si le ayudaba con el negocio, más tarde podría hacer realidad mi sueño", confiesa Maite. Todavía le brillan los ojos. Y llegada la fecha, enero del 2008, su pareja no le falló. Apilaron sus ahorros, recogieron el petate, y a la aventura. Tenían una cita con la vida, con New York, sin saber todavía lo que les iba a deparar el futuro.
Maite, además, tenía una idea encasquillada en la cabeza, casi una obsesión: entrar en la prestigiosa International Center of Photography. Y lo consiguió. "Estuve un año preparándome". Mientras, ambos aprovecharon para estudiar ingles "a piñón" y con "una disciplina férrea". Bernardo, además, se enfrascó en la amarga y desagradable labor de buscar un piso para vivir. "Pretendíamos alquilar una vivienda, pero esos meses coincidieron con el desplome inmobiliario". Por lo tanto, cambiaron de idea: "Nos dimos cuenta que pagando un poco más de dinero, podíamos hacernos con una casa como ésta". Además, la gente que visitaba la ciudad les confesaba que los servicios, tanto de los hoteles como de los hostales, eran "pésimos". Hicieron un estudio de mercado y visitaron otros establecimientos similares. "Pensamos que podíamos hacerlo mejor", dice Bernardo con modestia.
Encontraron la vivienda adecuada en Harlem, en Sugar Hill concretamente. A un cuarto de hora en metro de Times Square. "Siempre hemos vivido aquí. Ahora al lado de la calle 145, y antes en la 132". Debían de ponerle un nombre a ese sueño, a ese sitio que es el mejor valorado entre los hostales de New York. Eligieron uno con repercusión internacional: San Fermín. Bernardo no se va por las ramas: "El nombre ayuda a la hora de la primera búsqueda en la red. Pero los posteriores comentarios favorables poca relación tienen con el nombre. Es consecuencia del trato". Maite recurre a la nostalgia: "Cuando te vas, la tierra tira muchísimo más…". Pero no habla de sentimentalismos. En los negocios no tienen cabida. Prima, sobre todo, la profesionalidad.
Con el mejor material Como la que demostraron rehabilitando por completo la casa. Dice Bernardo que utilizaron los "mejores materiales del mercado". Y eso se nota en "la calefacción, en el aire acondicionado, en las ventanas…. En fin, en todo". Según él, ofrecen la mejor oferta en la relación calidad precio de todos los hostales y Bed and Breakfast de New York. "Y comparando con los hoteles, ofrecemos trato personal". Se reúnen todos los días con los clientes si ellos así lo desean, y les cuentan cómo les ha ido el día. "Nosotros, por nuestra parte, les asesoramos, les damos ideas…". Ambos dicen que los hoteles son muy caros, y que nadie te hace caso. "Alguno nos ha confesado que se han alojado en hoteles muy caros de Manhattan, pero que aquí han estado mucho mejor". Maite va más allá que su compañero: "Creo que en cuanto al precio ofrecemos las habitaciones por menos de la mitad que los hoteles de Manhattan. Y la mayoría de los hoteles siempre están llenos, hay ruido, las habitaciones son pequeñas, viejas, con moquetas descuidadas…". Dan fe, además, que la "mayoría" de los hostales "no están a la altura". Bernardo hace hincapié en la limpieza: "El estándar de limpieza de los norteamericanos comparado con el de los europeos no tiene nada que ver". Y liga dos ideas. Por una parte, la de la profesionalidad de los propietarios; y por la otra, la del enorme aumento del turismo en la ciudad. "Un gran ejemplo de profesionalidad son los alojamientos rurales de Europa. Aquí, en cambio, todo vale. El turismo ha potenciado que cualquiera que tenga una vivienda con bastante espacio, se haya dedicado a alquilar habitaciones. Pero eso no quiere decir que sean rigurosos en su quehacer. Han infravalorado el trabajo que requiere un hostal". Maite escucha, pero no se muerde la lengua: "Aquí hay mucha ambición. Les da igual que la gente se les vaya, porque, a pesar de eso, saben que van a tener las habitaciones ocupadas. Nosotros no lo permitiríamos nunca. Sólo por el amor propio".
Y lo saben de buena mano los clientes. Dice Bernardo que la procedencia de los huéspedes ha evolucionado desde la apertura del hostal. "Los primeros fueron de Iruñea. Allí funciona el boca a boca y luego, por lo tanto, nos ha venido mucha gente del norte. Ahora mismo, en cambio, tenemos gente de Singapur, Australia y Londres. Estamos completos casi siempre. Afortunadamente estamos bien valorados". Y la gente se va contenta, porque en el agitado, multicultural y maravilloso Harlem, en el corazón de la City, se sienten como en casa, a pesar de estar a miles de kilómetros de su morada. La culpa la tienen dos iruñearras, Bernardo y Maite. Y siguen soñando: ella con sus proyectos fotográficos y multimedia, y él estudiando Gestión de procesos de negocio. Pareja de aventureros, pero dos personas sobre todo.
Periodista