A la botella de litro y medio de Coca Cola expuesta en La Morea. Está hecha de vidrio del grueso. Debía de pesar un quintal. La botella forma parte de una colección que recorre los últimos 175 años de historia de los refrescos y que permanecerá expuesta en la Morea hasta el próximo sábado 5 de marzo.
Pero esta botella es relativamente joven para los recipientes expuestos. En un estante, descansan sifones que datan de finales del siglo XIX, cuando los refrescos todavía no eran tales. Ocurría que algunos hospitales y boticas poseían sus propios gasómetros, con lo que creaban medicamentos que consistían en bebidas con gas, que administraban a los enfermos de estómago, debido a las propiedades curativas del gas para pequeñas afecciones estomacales.
Resultó que dichos fármacos comenzaron a gustar y a tener demanda entre personas sanas. Y, por supuesto, no faltaron emprendedores que viendo el negocio montaron empresas de refrescos, a los que añadieron todo tipo de sabores.
Pero aquellos tiempos nada tienen que ver con los actuales y, removiendo en la historia, se encuentran anécdotas sorprendentes. Como por ejemplo la ley que penaba, antes de la Guerra Civil, a los fabricantes de gaseosa que sustituyeran el azúcar de sus refrescos por sacarina u otros edulcorantes. El motivo radicaba en que la dieta entonces era pobre en azúcar y, por contra, la costumbre de beber gaseosa estaba muy arraigada en la Península Ibérica. Tanto era así, que a mediados de siglo existían 5.000 fabricantes de bebidas gaseosas, frente a los 70 actuales, y cuando irrumpieron los refrescos de cola, se les denominaron "gaseosa negra".
Los más jóvenes no recordarán la frase "¿Me pone un Mirinda?", pero este refresco causó furor allá por los años setenta. Hoy día, está casi extinguido. Desapareció más o menos en la misma época en que aparecieron los refrescos light. Su éxito lo propició el cambio de mentalidad que se produjo en los años 80, en que el primaba el cuidado del cuerpo. Clichés al margen, el hecho es que coincidió con un aumento de la preocupación por el físico y la belleza y las bebidas bajas en calorías tuvieron una gran acogida. En la actualidad, el 25% del consumo de refrescos es de bebidas light.
En la exposición se pueden encontrar también carteles publicitarios. ¿Quién no recuerda la chispa de la vida de Coca Cola? ¿O el lleve la verdadera, lleve La Casera? Y no es menos curioso el papel de la mujer. En los anuncios más antiguos, las féminas aparecían siempre comprando refrescos o sirviéndolos a sus familiares. A partir de los 70 u 80, la mujer se hace independiente y la publicidad lo recoge. Las amas de casa dejan paso a trabajadores, a jóvenes que bailan junto a sus amigos o a bellas muchachas que descansan en la playa. Siempre claro, con un buen refresco. ¿Me pone un Mirinda, por favor?