san adrián. "No hemos visto ni rastro del animal y no sabemos dónde puede estar", reconocía ayer Pedro Do-mínguez. "Para nosotros es una faena y esto da mucho trabajo, pero no creemos que pueda provocar peligro para las personas el hecho de que todavía esté suelto", apuntó ayer el ganadero para tranquilizar a la población. En función de dónde se localice, los miembros del Seprona de la Guardia Civil lo abatirán o llamarán al ganadero para que trate de recuperarlo. Pedro Domínguez pidió que cualquier persona que tenga alguna pista de su animal se ponga en contacto con Guardia Civil o Protección Civil. La última vez que se vio al capón, un toro castrado de seis años, fue el sábado en los alrededores de la depuradora de la localidad, cerca de la orilla del río.

pudo cruzar a calahorra Este capón no fue el único animal que se escapó en la suelta vespertina de reses bravas de San Adrián del sábado. Un novillo destrozó en primer lugar el vallado en la zona donde confluyen la carretera a Estella y la calle Marquesado y atravesó las calles después de sembrar el nerviosismo en el lugar. La segunda fuga, un cuarto de hora después, la protagonizó el toro capón todavía desaparecido, que aprovechó un hueco en el vallado para escapar a la altura del bar Bodegón, donde había una gran confluencia de aficionados. Este animal provocó momentos de tensión al introducirse en este establecimiento. Miembros de Policía Foral, el Seprona de la Guardia Civil y la Policía Local pudieron localizar al novillo en la zona de El Plantío. Allí se le cercó y el ganadero llevó unos cabestros, pero sin éxito. Finalmente se optó por abatirlo. Al otro se le perdió la pista, por lo que una de las hipótesis que se baraja es que lograra cruzar el río hasta Calahorra.

Pese a este incidente, las fiestas de la Juventud de San Adrián siguieron ayer su programa previsto y se celebraron los dos encierros de la mañana y de la tarde, a cargo también de la ganadería de Pedro Domínguez. En esta ocasión no hubo incidencias reseñables, pese a que el ambiente era de gran expectación y el nerviosismo del ganadero funesino era más elevado de lo normal, según reconocía.