getxo. El Puente Colgante aprovecha la reciente rehabilitación de su estructura para promocionar su imagen con la comercialización de las piezas originales. El transbordador ha iniciado desde hace un mes una campaña insólita en el Estado que se inspira en el muro de Berlín, cuyos restos se cotizan a gran precio. En concreto, ha puesto a la venta 200 piezas originales del carril de la barquilla retirado en 1998. El souvenir ya ha causado expectación con la venta de las primeras dos decenas.

La concesionaria del Puente Colgante ha transformado los 160 metros de longitud de los raíles en elegantes objetos decorativos a modo de un distinguido pisapapeles de oficina al precio de 9,60 euros. La pieza de 10 centímetros ha recibido un tratamiento similar a los cuatro elementos de la maquinaria original expuestos. Además, el material de acero ha sido restaurado de cara al público hasta quedar reluciente sin las oxidaciones y restos de aceite producidas por el intensivo uso del transporte de la barquilla.

Esta iniciativa ha rescatado del olvido un patrimonio ferroviario que reposaba en un almacén fuera de la vista pública tras perder su utilidad. La empresa adjudicataria se aferra a la historia del monumento para poner en valor la estructura de un puente singular que ha merecido el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. "Es una auténtica oportunidad porque son piezas únicas con un valor sentimental", destaca José Antonio Dolara, responsable de relaciones institucionales del transbordador.

Los raíles tenían las mismas características de los dos pares de repuestos que se han instalado desde entonces, el último en la remodelación concluida el pasado septiembre. La longevidad de estas piezas -no llega a superar la década- es limitada si se compara con la de algunos remaches que han durado cerca de un siglo.

"Te permite tener en casa un trozo de un monumento que es Patrimonio de la Humanidad y un símbolo de siempre de Portugalete", destaca la arquitecta portugaluja Paloma Arnaiz, que muestra su interés por comprarlo.

De esta forma, el transbordador traslada el fenómeno del muro de Berlín, que ha propiciado un próspero mercado de compraventa tras su caída en 1989. En el caso alemán, los restos se han revalorizado por el peso de la historia que convertía la barrera en la esencia del telón de acero, el símbolo de la separación de Europa. A nivel local, las piezas del transbordador tienen una gran carga simbólica, porque reflejan la era del apogeo industrial de la ría.

Luego, los remaches La iniciativa permite a la concesionaria continuar con la promoción histórica y cultural del monumento tras la instalación, en octubre, del museo al aire libre en la plaza de acceso desde Getxo. La comercialización ha empezado con los raíles, que se han convertido en la joya de los souvenir por su limitada tirada por encima de objetos turísticos más convencionales.

El transbordador extenderá la venta de su patrimonio histórico con el lanzamiento en Semana Santa de un segundo producto, los remaches del esqueleto de hierro extraídos en la última remodelación. Sin embargo, en esta ocasión, se decanta por reproducciones exactas de los elementos para preservar los originales. Los remaches auténticos se utilizarán como regalos protocolarios. Como curiosidad de cara al futuro, estas piezas de 4 centímetros de longitud conservan el color negro característico del puente durante la mayor parte de su existencia. Estos remaches se benefician de un gran atractivo gracias a su origen histórico. De hecho, algunas de ellas fijaban los arriostramientos del pilar afectado por el sabotaje perpetrado en la Guerra Civil para retrasar el avance de las tropas golpistas.