Lleva nueve días ingresado en el antiguo Hospital Virgen del Camino por un problema de estómago, aunque en principio los médicos sospechaban que sufría una pancreatitis. Manuel Muñoz Cámara, de 44 años, es, además, diabético. Problemas digestivos y diabetes convierten a este pamplonés en un paciente que precisa especial mimo en su alimentación, pero la realidad es bien diferente. Durante su estancia hospitalaria, ha sufrido una descompensación con hipoglucemias que él atribuye a las incidencias con la comida, "servida con retrasos, con una incorrecta combinación de nutrientes, escasa cantidad de alimentos y también, hay que decirlo, incomible", resume con indignación. Una irritación que le ha llevado a arrojar dos veces la comida por el retrete y a negarse a recibir insulina como protesta.

Anoche, la cena que le sirvió Mediterránea de Catering consistía en medio bol de ensalada, una ración de pescado "que había que buscar con lupa en el plato", describe Manuel, y patata cocida. Este diabético, que como otras muchas personas diagnosticadas de esta enfermedad es una computadora de calorías, cifró el contenido de su bandeja en 500, cuando lo prescrito es 700 para la cena y 2.000 calorías para todo el día. "Faltan hidratos de carbono lentos como los que proceden de la carne y el yogurt, que aparece en la etiqueta de mi dieta, no está", comentaba con creciente enojo. Manuel destaca que estas deficiencias no son una cuestión menor. La alimentación para los diabéticos alcanza la categoría de tratamiento y el horario en la ingesta determina, en el caso de este enfermo, el de las cuatro inyecciones diarias de insulina que preceden a sus comidas. Los problemas de alimentación que viene padeciendo casi desde el mismo día de su ingreso, "un día trajeron 17 bandejas iguales y con las mismas cantidades de comida en esta planta cuando sufrimos diferentes patologías y tenemos dietas diversas", han desembocado en descompensaciones de glucosa. "Puedo perder el conocimiento y entrar en coma. Estoy desatendido y me siento más en peligro aquí que en la calle", se lamenta mientras destaca la paradoja de que su tía, ingresada en el Hospital de Navarra, que le supera la edad en dos décadas y no es diabética, cenó una noche idéntico menú que el suyo.

Manuel se ha quejado varias veces, pero facultativos y dietistas le han transmitido su impotencia. "El médico admitió que la comida afecta al tratamiento, pero me dijo que no podía hacer nada". También llegó a hablar con un representante de la empresa. Esa noche le enviaron una bandeja extra para cenar, pero al día siguiente, según relata, la situación volvió a ser la misma, "tortilla de molde, menús repetitivos con pescado y verdura para comer y cenar, que no alcanzaban las calorías fijadas...". "Son lentos en reaccionar, no rectifican, no cambian la dieta hasta el día siguiente de solicitarlo el médico. No sabemos cuándo nos darán de comer o cenar. Pasan de todo. Es una vergüenza. Y el tiempo de margen que Salud está dando a la empresa perjudica a los enfermos", censura.

quejas Manuel está cansado de presentar quejas, "una enfermera me ha dicho -revela- que todas las que firme en un mes contarán como una". Para completar su alimentación, Manuel ha recurrido a los fogones familiares y a la cafetería del centro, "pero eso me supone un suplemento económico que nadie me reembolsa mientras que la empresa sigue cobrando por mi dieta, aunque sea insípida y errónea", denuncia.

El jefe del Servicio de Endocrinología del Complejo Hospitalario, Luis Forga, destacó la importancia de la dieta para los diabéticos. "Los enfermos que se ponen la insulina lo hacen inmediatamente antes de la comida y la cantidad depende del nivel de glucosa y de las raciones de hidratos de carbono que van a tomar. Si se pinchan y tardan en subirles la comida pueden sufrir un bajón de glucosa", apunta.