pamplona. Iciar Bollaín se inspiró en la vida de Victoria Subirana, también conocida como Vicki Sherpa para su última película, Katmandú, un espejo en el cielo. Esta pedagoga catalana lleva ya más de veinte años en Nepal, llevando la educación a los más desfavorecidos. En sus clases aplica la pedagogía transformadora, que considera la madurez mental un elemento esencial en el aprendizaje. "Cuanto antes aprenda el funcionamiento de su mente y el impacto que tiene en nosotros mismos y en las personas que nos rodean, antes va a empezar el niño a ser dueño de sus propias emociones", explica Subirana, que estos días ha visitado Donostia compartiendo su método pedagógico con otros maestros.
¿Qué es la pedagogía transformadora?
Es una metodología completa desde parbulario hasta universidad y un aprendizaje a través de la vida, donde además de asignaturas regladas como pueden ser Ciencias, Lengua, Matemáticas, hay una asignatura más que yo la he denominado como Madurez Mental. Para mí, en las escuelas, además de las asignaturas regladas existen otro tipo de aprendizajes como pueden ser la formación del carácter, la adquisición de valores, las relaciones entre las personas, que no son actividades ni asignaturas en sí mismas pero que favorecen o entorpecen muchísimo lo que se refiere al ámbito académico y al bueno funcionamiento de la escuela. Por ejemplo, el valor de no mentir. Si uno no aprende a no decir mentiras, automáticamente va a hacer lo que ve en sus padres, lo que ve en los políticos, que la mayoría de ellos mienten. Entonces, se va a convertir en un abogado que dice mentiras. La honradez es un aprendizaje, la empatía es un aprendizaje, en definitiva, la bondad se aprende.
En la pedagogía transformadora tenemos un sistema por el cual los niños están expuestos a autoexaminarse y a decidir cómo quieren ser, si se quieren quedar como son o quieren transformarse, y eso lo pueden adquirir a través del conocimiento de la mente humana, que es un potencial totalmente desconocido y que cuanto antes se aprenda el funcionamiento de esa mente y su impacto en nosotros mismos y en las personas que nos rodean, pues antes va a empezar ese niño a ser dueño de sus propias emociones, de su propio entorno, cómo va a tratar a sus familiares, de lo que quiere conseguir, etc.
¿Se aplica esta pedagogía en algún otro país?
Se ha aplicado en Pakistán y Bangladesh, y ahora está aplicándose en España en más de cien escuelas a través de unos cursos que yo imparto en la UNED. Los profesores y maestros que vienen a seminarios presenciales aprenden los principios básicos de la pedagogía transformadora y después se va a sus escuelas, muchos de ellos centros públicos de preescolar, primaria y secundaria, pero también centros privados, incluso centros penitenciarios, cárceles y de reclusión de menores, también centros con niños con anomalías, y lo están implementando con muchísimo éxito en todos esos lugares.
¿Cuáles han sido los frutos de estos 25 años de trabajo?
Después de haber estado durante veinte años trabajando en las escuelas para los niños pobres, y escolarizando a una minoría, porque no teníamos capacidad para admitir a todos, el gran salto cualitativo y cuantitativo se produjo hace dos años, cuando firmamos un convenio con el Gobierno español y el Gobierno nepalí, a través del cual estamos incidiendo en la reforma educativa de la escuela pública de Nepal, y si las cosas van como hasta ahora, llegaríamos a 55.000 niños con nuestra pedagogía transformadora. Hemos empezado el año pasado con ocho escuelas, este año van a pasar a ser 14, y en cada una de las clases hay entre 70 y 100 niños.
¿Con qué apoyos ha contado durante estos años?
Tengo que dar las gracias a todos los colaboradores nuestros, lo que nosotros llamamos padrinos, que cada mes han ido pagando sus cuotas para que este proyecto se llevara a cabo durante todos estos años. Sin ellos, este proyecto no sería posible, hoy en día tampoco, porque cuando se aprobó el convenio del gobierno se nos tenía que dar una cantidad de dinero que sobrepasaba los 100.000 euros para llevar a cabo el proyecto, pero debido a la crisis, a los cambios políticos y a los recortes que ha habido en el mundo de la cooperación, solo se nos dio 10.000 euros, que se utilizaron en el montaje. El día a día, lo que son los gastos de este proyecto, el gobierno no asume absolutamente nada, y todo sale de los colaboradores y padrinos de la Fundación Eduqual.
En 2008 descubrió casos de corrupción en su contraparte nepalí. Niños que habían estudiado en sus escuelas y que entonces trabajaban de maestros o en la administración le llevaron pruebas incriminando a directores de escuela, contables y algunos maestros que utilizaban el dinero de los niños para lucrarse. Llevó el caso ante la justicia y entonces comenzó el hostigamiento. Incluso recibió una brutal agresión. ¿Cuál es su situación en estos momentos?
La situación actual es muy estable, la verdad es que el Gobierno me está apoyando muchísimo, sobre todo el Gobierno en comunidades, municipios, las alcaldías y las organizaciones propias del distrito. Los procesos que se abrieron por la corrupción que mis alumnos descubrieron todavía no se han ejecutado, no hay una sentencia firme, los criminales siguen sueltos y, con la inestabilidad política que hay en Nepal, en estos momentos se hace muy difícil que se tomen acciones contundentes contra ellos. Porque, en el fondo, el día que empiece a hacerse justicia con esto, no va a hacerse solo en el seno de mi ONG y de la Fundación Eduqual, sino que es una práctica que se viene empleando en Nepal de manera sistemática. El propio ministro para la Mujer, la Infancia y el Bienestar Social en aquel entonces, Sar Dev Ojha, dijo que un 85% de las ayudas a Nepal iban a manos de políticos corruptos y de directores de ONG. Aquí hay un problema de transparencia, que es un asunto que tengo que resolver, que va a llevar tiempo y que lo he plasmado en mi segundo libro, en el que cuento cómo he vivido esto. En España, la editorial que me lo iba a publicar ha decidido no hacerlo porque dicen que es un libro que compromete mucho, que puede traer denuncias. Y es que estamos hablando de mafias criminales que incluso han estado detrás de Iciar Bollaín cuando hizo la película, llamándola, amenazándola, porque pensaban que la película iba a contar esto. Estamos hablando de una mafia y un crimen organizado que viven de las donaciones que tenían que ser para los niños.
¿Cuál es la situación de Nepal en estos momentos?
La situación no podía ser peor, porque llevan años escribiendo una Constitución que nunca se acaba, con un Gobierno interino que a ellos les va bien, a los políticos, porque pueden robar todo lo que quieran, llevarse lo que les dé la gana, porque no hay ni ley ni orden que tenga una política clara que les pueda parar los pies. En un país en el que actualmente hay cuatro horas de luz al día, la industria es prácticamente imposible, la inversión es prácticamente imposible y el desarrollo normal de actividades que requieran luz o electricidad otro tanto de lo mismo. Yo creo que van a peor cada día, es un país que está degradándose muchísimo.
Usted enseña, es maestra, pero, ¿qué ha aprendido de Nepal?
La tolerancia, la paciencia, a esperar que las cosas se produzcan cuando se tengan que producir y no correr más de lo necesario. Y, sobre todo, también he aprendido que las cosas cambian de un momento para otro y a tener la habilidad de ajustarme a las circunstancias adversas pensando que las cosas van a cambiar, que no todo es permanente, sino que hay que saber esperar el cambio oportuno y actuar oportunamente. Eso es lo que me ha enseñado vivir en situaciones tan difíciles.
Viajó a Nepal por primera vez en 1988, ¿qué le motivó a quedarse?
Los niños de la calle, esos niños que comían de las basuras, que iban descalzos sin ningún tipo de educación, eso me dolió muchísimo y decidí entregar mi vida para todos esos niños.