pamplona - El maltrato de las personas mayores es el último descubrimiento de la violencia familiar, y la más desconocida en comparación con las otras áreas: menores y mujeres. La primera investigación estatal sobre la incidencia del maltrato en los ancianos constata que el 0,8% de las personas mayores (unas 60.000) se reconoce víctima, sin embargo, el 4,6% de los cuidadores reconoce haber maltratado al anciano a su cargo en alguna ocasión. El perfil de la víctima suele ser una mujer dependiente, mayor de 75 años y que presenta algún tipo de demencia.
Existen cinco tipologías de maltrato a las personas mayores: físico, psicológico, negligencia, abuso económico y abuso sexual. “Son las mismas que se emplean en el maltrato infantil pero añadiendo el abuso económico”, afirmó ayer la trabajadora social y criminóloga Sandra Sira, que ofreció una charla en el marco del curso Menores que agreden a adultos: cómo intervenimos ante esta realidad celebrado en la UNED de Pamplona. La gran mayoría de los estudios encuentran un mayor porcentaje de mujeres víctimas que de hombres y el riesgo de maltrato se incrementa con la edad, principalmente a partir de los 75 años. La tasa se duplica entre los ancianos dependientes y se cuadriplica entre los que presentan una gran dependencia; y la presencia de algún tipo de demencia también hace incrementar la probabilidad de sufrir un maltrato.
En lo que respecta a los cuidadores son más los hombres los que incurren en una actitud de malos tratos. Presentan problemas psicológicos (sobre todo depresión) y abuso de sustancias con mayor frecuencia que los cuidadores que no muestran esas conductas. La mayoría de las agresiones son cometidas por parte de los hijos o de la pareja sentimental de la persona maltratada y las dificultades económicas constituyen un factor de riesgo importante.
Asimismo, según señaló Sira, la percepción de estrés y el síndrome de burnout (trabajador quemado) son los predictores más fuertes de la presencia de maltrato de mayores. Por otra parte, ciertas investigaciones sugieren que los agresores tienen problemas en sus relaciones sociales y están más aislados. - M. Olazarán