pamplona - Muchos estudiantes universitarios recurren a pastillas diagnosticadas para personas con Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) como Concerta, Medikinet o Ritalina que, sin necesitarlas, las toman con el objetivo de tener mayor concentración y ser más eficaces al estudiar. “Sin embargo, no se plantean si los beneficios que puede suponer para los exámenes compensan los riesgos sanitarios a los que son expuestos”, explica Arantza Viamonte, farmacéutica adjunta del Centro de Información de Medicamentos del Colegio Oficial de Farmacéuticos (COF) de Navarra.
Los medicamentos que se utilizan para el TDAH en nuestro país son fármacos psicoestimulantes, cuyos principales activos son el metilfenidato y lisdexanfetamina. A través de ellos, se incrementa los niveles de dopamina en el cerebro, “sustancia química asociada con el bienestar de las personas, con el placer, con el movimiento o con prestar atención”, explica esta farmacéutica.
Para aquellos pacientes que sufren este trastorno, la dosis de estos estimulantes se realiza a través de aumentos lentos y constantes de dopamina, es decir, al principio son dosis bajas y se aumentan gradualmente hasta lograr el efecto terapéutico. Según esta farmacéutica, los resultados de estos psicoestimulantes en los pacientes son la reducción de la inquietud y de la impulsividad, mejoras en las relaciones sociales y en el rendimiento académico. “Si se siguen las dosis e indicaciones médicas y se combina con psicoterapia, mejora mucho las condiciones de vida de estos pacientes”, explica Arantza Viamonte.
Pero como todos los medicamentos, si a estas pastillas se les da un mal uso generan unos efectos que lejos están de ser positivos para la salud para aquellos que los ingieren sin necesitarlas o que deciden tomarlas con fines distintos a los terapéuticos. Se ha extendido por los entornos universitarios el uso de estas pastillas “para aumentar la concentración en el estudio, rendir más y dormir menos”, señala Viamonte. Los estudiantes, conociendo los efectos que tienen en los diagnosticados con TDAH, piensan que en ellos tendrán los mismos efectos. Sin embargo, “hay pocos estudios que lo afirmen y los datos que se obtienen no son muy significativos”, aclara la farmacéutica, que considera que hay una gran desinformación sobre este tema. Es más, estos estudios señalan que las personas dotadas intelectualmente no van a experimentar tanto las mejoras en la concentración.
El efecto que provoca estos estimulantes en las personas que no son diagnosticadas con TDAH es un aumento muy rápido e intenso de la dopamina del cerebro, “como lo hacen la mayoría de las drogas”, apunta Viamonte. Esto conlleva que durante las horas en las que se está bajo sus efectos (dependiendo de la dosis y del tipo de pastillas, de liberación prolongada o inmediata, los efectos duran más o menos) se esté muy concentrado en el estudio. Pero son varios los efectos adversos: insomnio, nerviosismo, irritabilidad, ansiedad, mareos, falta de apetito e incluso hipertensión y taquicardia a nivel cardiovascular.
Son muchos jóvenes los que han llegado a la dependencia de estas pastillas para estudiar. “Cuando una persona decide tomarla voluntariamente y no se controlan las dosis, se crea una necesidad de aumentarla cada vez más y para más cosas, no solo para estudiar”, agrega la experta en Farmacología y Toxicología, Elena Puerta, que no se atreve a juzgar como buenas o malas este tipo de pastillas incluso en casos diagnosticados. “Una intoxicación por sobredosis de cualquiera de estos psicoestimulantes genera manifestaciones similares a las propias por una sobredosis de cocaína o anfetaminas”, advierte Arantza Viamonte. Como toda adicción, conforme más se consume, menos efectos provoca y más se aumenta la cantidad para conseguirlos. Por otra parte, interrumpir el consumo lleva a “fatiga, depresión y trastornos del sueño”, dice Arantza Viamonte, que son efectos propios que surgen al detener el consumo de cualquier droga.
compra, consumo y venta Estas pastillas solo deben tomarse con receta médica, pero los estudiantes que no las necesitan las obtienen por medio de amigos que sufren el DATH o comprándoselas a estudiantes que las venden. Uno de estos, explica: “Compro las pastillas a un conocido mío que está diagnosticado de TDAH y las vendo”. Aún así, añade: “No busco un beneficio económico grande; mi principal objetivo es que a mí me salgan gratis”. Por otro lado, indica que no son muchos los estudiantes que compran este tipo de pastillas.