Cooperantes pese al riesgo
Cinco cooperantes navarros de la Cruz Roja intercambiaron ayer en Pamplona experiencias sobre las misiones que la entidad tiene desplegadas por todo el mundo, desde los terremotos de Nepal hasta la guerra de Siria
En torno a un café y con la tranquilidad que aporta encontrarse a miles de kilómetros de los lugares de conflicto en los que están acostumbrados a trabajar. Cinco cooperantes internacionales de Cruz Roja Navarra se dieron cita ayer para intercambiar testimonios y experiencias sobre la realidad que viven muchos de los lugares en los que Cruz Roja mantiene proyectos de cooperación que van desde reconstruir países azotados por un terremoto hasta proporcionar ayuda primaria a los refugiados de la pesadilla siria que se apelotonan en los campos de refugiados de Jordania. Para ello, Jasone García, Carlos Vidondo, Miguel Lavín y Pablo San Julián acudieron a la sede de la delegación de Cruz Roja en Navarra que se encuentra en la calle Leyre, pero Raúl Ecay, otro cooperante navarro que se encuentra involucrado en tareas de orientación y ayuda primaria a refugiados, intervino en el desayuno vía Skype desde la isla griega de Samos. Tras el terrible terremoto que sepultó Nepal en abril de este año, Carlos Vidondo y Pablo San Julián fueron dos de los cooperantes de Cruz Roja Navarra que se encaminaron hacia el país de las montañas para prestar su ayuda. Allí se preocuparon, sobre todo, de instalar letrinas para evitar epidemias como el cólera o de desarrollar aplicaciones tecnológicas que facilitasen el geoposicionamiento vía teléfono movil.
Una labor parecida pero en Filipinas desarrolla Miguel Lavín, quien trabaja con la Cruz Roja noruega en un proyecto de recuperación de varios municipios de la isla tras el tifón Haiyan. Lavín llegó al este de Samar en 2013 con un proyecto de la Cruz Roja española que consistía en reforzar las redes de saneamiento de varios poblados, y terminó quedándose para supervisar las redes de colección de aguas y letrinas de alrededor de 3.800 casas prefabricadas que se levantaron para reubicar a los perjudicados por el tifón Yolanda. Un trasvase (de la delegación española a la noruega) que resulta habitual en el sector de la cooperación. “Muchas veces llegas a un sitio para desempeñar un papel concreto con una delegación y, cuando acabas, realizar el mismo trabajo pero con la Cruz Roja de otro país. Es habitual”, resume. Pero en la agenda de Cruz Roja no solo se incluyen misiones en países víctimas de catástrofes naturales. La pamplonesa Jasone García Amézqueta trata de gestionar el apartado financiero de la delegación alemana de la entidad desde el epicentro del horror en Siria. Con base en Líbano desde 2011, Jasone García se mueve entre Siria, Turquía y Jordania para atender un proyecto de emergencia “puro y duro” que se ocupa de atender las necesidades más básicas que genera una guerra a punto de cumplir cinco años. “Repartimos desde alimentos a ropa, leche para bebés o medicamentos”, indica. “Siria es la gran parte de la emergencia. Colaboramos con la Media Luna Roja distribuyendo lo mínimo en pocos sitios, apenas en los que podemos entrar”. A diferencia de las emergencias causadas por desastres naturales, los conflictos bélicos establecen un panorama totalmente diferente. “La guerra pone muchas trabas, sobre todo a la hora de acceder y moverse, y no siempre ayudas donde más falta hacer”, precisa. Durante los próximos días, los cooperantes tratarán de recuperarse de sus exigentes rutinas, pero siempre pensando en que tendrán que volver para seguir ayudando.