pamplona - Todo comenzó en 1983, tras un paso fugaz por la localidad aragonesa de Ansó. Allí, con la vista puesta en los refugios del Pirineo oscense, Fernando Echauri añoró para Navarra un estilo de posada del viajero en la que hospedarse y compartir fuesen todo uno. “La idea inicial fue, si me lo permites, un poco bucólica. Me imaginaba una mesa común, con todos sentados alrededor, comiendo, cenando y conversando juntos”, indica Echauri, que a su vuelta se decidió a comprar una casa vieja en la localidad de Unanu, en plena Sakana. Tres años después y tras una labor de rehabilitación importante puso en marcha Edronekoa, la primera casa rural de la Comunidad foral según los registros del Gobierno de Navarra, que fechan el nacimiento de aquella idea bucólica el 20 de abril de 1988. Abrir camino nunca es fácil. “No existía prácticamente ningún precedente, y al principio no sabes por donde tirar, te inicias de una manera titubeante. Pero yo tenía claro que quería una posada”, se esfuerza en repetir Fernando Echauri, que a pesar de ser natural de Añorbe se instaló en Unanu por las raíces que unían a su mujer con la Sakana. No obstante, y a pesar de que el turismo rural estaba dando sus primeros pasos, a principios de los noventa las casas rurales subieron como la espuma, y Fernando Echauri mantiene un recuerdo entrañable de los primeros huéspedes. “La gente no sabía muy bien a qué se exponía cuando le decían que iba a ir a una casa rural. Me preguntaban si hacía falta llevar mantas o el material más básico que te puedas imaginar. Uno se trajo hasta la estufa de casa”.
Pero los tiempos del baño compartido quedaron atrás, los años fueron pasando y las exigencias de un público que tenía a mano una gran cantidad de ofertas de turismo rural aumentaron. “Hemos tenido que hacer muchas reformas: desde poner baños en cada una de las habitaciones hasta la informatización de toda la casa. Los cambios van deprisa y tienes que adaptarte. Ahora, lo más común es que lo primero que te pidan sea la contraseña del wifi”, indica casi con resignación.
Pero ni los cambios en la regulación, ni la competencia, ni siquiera la crisis, han frenado a la casa Edronekoa en casi treinta años. “Seguimos porque nos gusta, porque lo hacemos bien. Trabajamos para que nuestros clientes estén a gusto, porque las vacaciones son sagradas”. El cuidar al cliente y mantenerse “al pie del cañón” ha contribuido a fidelizar una clientela de “incondicionales”. “Alegra mucho ver, después de tantos años, que el que vino de crío con sus padres termina volviendo, pero ahora, después de tantos años, lo hace son su propia familia y sus hijos”. - A.I.R.