Los toldos que tanto buscaban los turistas el fin de semana para resguardarse del calor hicieron ayer las veces de paraguas para los atrevidos que optaron por la terraza para comer o tomarse una bebida. Y es que el mal tiempo fue como una losa para negocios como los bares, que se vieron con serias dificultades para llenar sus terrazas. Lejos de parecer una estampa de mediados de agosto, los asientos más cotizados fueron los que se encontraban al abrigo de los calefactores.
Nerea Azcona, camarera del bar Windsor, aseguraba que durante toda la mañana y en el turno de comidas tan solo había atendido a cinco mesas en la terraza, ubicada en la céntrica Plaza del Castillo. “Tenemos un comedor dentro y estaba lleno, pero fuera no comen ni los fumadores, solo quienes tienen perro”, apuntó. La mañana la salvaron los numerosos turistas que, aseguró, hay estos días en la ciudad, sobre todo franceses e italianos. “En cuanto sale el sol se animan a tomar algo, algunos hasta me preguntaban si aquí ya se había acabado el verano”, aseguró.
En otros establecimientos cercanos no se dejaron intimidar por el calendario y mantuvieron encendidas durante todo el día las estufas en el exterior. Diego Martínez, encargado de La tasca de Don José, apuntó que siempre las tienen fuera para poder prenderlas cuando cae la noche si refresca, pero el caso de ayer fue excepcional. “Han estado encendidas todo el día y nos ha ido bien el día, la terraza tiene mucha gente”, indicó. Una tónica que se repitió entre los hosteleros que siguieron esta mima línea.
El vacío generalizado no se quedó solo en las terrazas de los bares. Otros espacios como las piscinas, normalmente abarrotadas en estas fechas, se encontraban prácticamente desiertas. Así, los pocos que se atrevieron a bañarse pudieron disfrutar de los vasos enteros para ellos.
Fe de ello dio Maite Iraizoz, socorrista experimentada del Club Natación, que ya entrada la tarde podía contar con los dedos de las manos las personas que se habían dado un baño. “Hemos aprovechado para revisar el botiquín y el equipo porque en la piscina prácticamente no tenemos nada que hacer”, aseguró reconociendo que, aunque paréntesis como este se agradecen en el trajín del verano, prefiere trabajar cuando la piscina está más animada.
El coordinador del club, Rubén Berrio, se mostró apenado al ver tan vacías las instalaciones pese a que, para ellos, esto no tiene repercusión económica debido a que los socios pagan una cuota anual. El mayor inconveniente del frío y la lluvia, comentó, fue que el club tuvo que suspender los cursos de natación. “Normalmente los hacemos en la piscina cubierta, pero la estamos reformando y, aunque el agua fuera tiene buena temperatura, a la salida hace frío”, explicó pensando sobre todo en los más pequeños.
Esta escasez de gente en las zonas al aire libre no se tradujo en un incremento de la ocupación en las instalaciones cubiertas. “El que viene a hacer deporte viene siempre, haga frío o calor, pero hay mucha gente que solo viene en verano si hace calor para estar en la piscina”, aseguró.