donostia - Fernando Carrillo no olvida el día que comenzó a trabajar en la residencia San Juan y la Magdalena de Segura. “El 18 de marzo de 2013. Era lunes”, recuerda con precisión. Aquel fue el comienzo de su nueva vida. Tras pasar por los talleres ocupacionales de Gureak, el programa Pauso Berriak, en el que colaboran la propia Gureak y Atzegi, le ofreció una oportunidad laboral en un entorno ordinario. Algo similar les ocurrió a Martin Etxabe, Edurne Aramendi y Naiara Oronoz. Hoy, los cuatro desarrollan su actividad laboral en residencias de ancianos de Arrasate, Donostia e Irun, respectivamente, donde han descubierto una vocación oculta, la de trabajar con las personas mayores, a quienes atienden y con quienes comparten confidencias. “No podría tener un trabajo mejor”, coinciden todos ellos.

En un principio, estaba previsto que desempeñaran labores de índole administrativa, pero Martin, Fernando, Edurne y Naiara han sabido ganarse el cariño y el respeto de sus compañeros de trabajo. Ahora, desempeñan funciones muy variadas, desde encargarse de la lavandería, hasta organizar los desayunos o comidas o acompañarles a las actividades que se realizan en sus residencias. Pero si hay algo en lo que destacan es en la labor humana que realizan, ya que hacen una compañía impagable a los residentes, a quienes ofrecen todo su cariño.

“Mi trabajo es que ellos estén contentos conmigo. Les llevo a misa, a jugar a los bolos, ayudo con las comidas.... ”, cuenta Martin Etxabe, que desde hace tres años trabaja en la residencia de Arrasate, donde ha hecho muy buenas migas con Julián, que en un vídeo elaborado por Pauso Berriak se emociona al hablar de lo “buena persona” que es el joven. Con su carácter afectuoso, bromista y alegre, se ha ganado a todos los residentes. “Es como el nieto que a todos les gustaría tener”, afirma Nieves Altuna, compañera de trabajo de Martin.

Desde que en 2010 Gureak y Atzegi iniciaron Pauso Berriak, alrededor de 240 personas han encontrado una oportunidad laboral en un entorno ordinario, facilitando así su integración en la sociedad y el desarrollo de su autonomía personal. Pero es también un chute de autoestima para estas personas a las que, a veces, la sociedad infantiliza. Así lo perciben sus familias, que observan el cambio que genera en sus hijos el simple hecho de sentirse útiles.

“Vemos a nuestros hijos independientes, ayudando a los mayores. Ellos se sienten importantes y nosotros les vemos realizados”, comenta Jon Oronoz, padre de Naiara, que se muestra feliz con su experiencia en Txara, en Donostia. “Me encanta estar con ellos, reír con ellos, darles de comer...”, asegura la joven, que espera poder seguir disfrutando muchos años de su puesto de trabajo. “Antes trabajó en los talleres de Gureak y en Goroldi -comenta su padre-, pero no es lo mismo. Ahora tiene personas a las que atender y es una experiencia inimaginable”.

Algo similar opina la familia Carrillo, que ha visto la evolución de Fernando desde los talleres ocupacionales de Gureak hasta su labor en la residencia de Segura. “Antes le costaba más ir a trabajar; prefiere este ambiente, el trato cercano y la relación con los residentes. Se siente más útil y ha hecho mucha diferencia”, asegura.

Agurtzane Barrutia, madre de Martin, coincide en señalar como muy positiva la experiencia. “Nos ha dado la oportunidad de que trabaje en un entorno normalizado y eso todo lo que supone para él como crecimiento como persona y también para su autoimagen. Él no se veía como un niño, que es como la sociedad tiende a tratar a las personas con discapacidad. Él se ve como un adulto y eso es algo que le ha dado el trabajo”, indica. Sin embargo, Martin no ha querido dejar su trabajo en el taller ocupacional, adonde acude por las tardes, tras pasar la mañana en la residencia de Arrasate. “Ahí están sus amigos y él quería mantenerlo. Era importante para él”, incide.

Pauso Berriak consta de tres fases: una primera de formación en la que durante cuatro meses se trabajan y entrenan las capacidades y competencias laborales, así como las habilidades socio-laborales básicas. Tras esta etapa, se abre un periodo de prácticas, de un año de duración, en la que los beneficiarios tienen la oportunidad de entrenar y potenciar sus capacidades. Y finalmente, se buscan diferentes fórmulas para dar continuidad y estabilidad a ese puesto de trabajo, bien mediante un servicio ocupacional o bien con la incorporación directa en la plantilla.

La experiencia es muy positiva. “Yo estoy encantada -señala Barrutia- de que él haya tenido esta oportunidad pero lo que quiero es que la tengan todos, se normalice”.

Y precisamente para esto Gureak y Atzegi van a difundir una serie de vídeos para dar a conocer la experiencia y atraer a más empresas colaboradoras a Pauso Berriak.