Pamplona - “Queríamos transformar el centro para dar voz y participación a las familias. Y el profesorado vio la necesidad de cambiar y adoptar nuevas formas de ilusionar y trabajar con el alumnado de manera más igualitaria, participativa e inclusiva”. Estos fueron las razones que llevaron al CP García Galdeano de Pamplona a iniciar su transformación para convertirse en comunidad de aprendizaje. Nueve años después, los hechos muestran que la decisión fue acertada. “Nuestras actuaciones han mejorado los resultados académicos y la convivencia de nuestra escuela, rica en diversidad”, afirma Inma Rosagaray, jefa de estudios del colegio.
La idea fue del equipo directivo y el claustro lo apoyó por unanimidad. “En junio de 2011 comenzó la formación del profesorado y de las familias que corrió a cargo de docentes de la primera escuela de Mendigorria, y de otros centros. A principios del curso 2011-12 se inició la fase del sueño y, tras realizar asambleas con familias y personal del barrio, recogimos los sueños”, recuerdan. Las familias lo acogieron con mucha ilusión y se volcaron para participar con el profesorado en esta nueva etapa de apertura del centro a la comunidad y de formación de comisiones mixtas que trabajan para hacer realidad, los sueños.
Este proyecto, explica Rosagaray, permite compartir experiencias de aprendizaje: para el profesorado por la entrada de voluntariado y otros profesionales al aula, para el alumnado la posibilidad de interactuar con diferentes adultos y vivir experiencias inclusivas y para las familias ser parte activa de la escuela de sus hijos e hijas. En concreto, esta escuela de la Txantrea, donde conviven 214 escolares, 32 profesionales y 147 familias, ha puesto en marcha dos actuaciones de éxito avaladas por la comunidad científica internacional: los grupos interactivo (mínimo 2 sesiones semanales de 3° de Infantil a 6º de Primaria) y las tertulias dialógicas literarias con obras clásicas (mínimo 2 sesiones semanales de 2º de Infantil a 6º de Primaria). Este año iniciarán el modelo dialógico de resolución de conflictos.
“Somos una escuela abierta a la comunidad, que acoge y trata de dar respuesta de la mejor manera posible a las necesidades de familias y alumnado, volcando los recursos de los que disponemos tanto personales como materiales de manera inclusiva y basando las relaciones personales con la comunidad en el diálogo igualitario”, explica Rosagaray, que no duda en animar a otros colegios a transformarse en comunidad de aprendizaje. “Familia y escuela tenemos algo en común: mejorar al máximo por el interés del alumnado, el verdadero protagonista. Ademas, este proyecto permite al profesorado adoptar otras formas de trabajar en inclusión”, concluye. - M.O.J.