Lunes, 25 de noviembre de 2019. El día tenía marchamo de paz. Pero el sosiego se rompe hacia las 17.36 horas. La Brigada Asistencial de la Policía Foral telefonea al abogado de guardia del Servicio de Atención a la Mujer (SAM) del Colegio de Pamplona, Orlando Merino Moreno, doce años enrolado en esta tarea. Se trata de una víctima de apenas 20 años que quiere denunciar a su exnovio, con el que había roto hace un mes y apenas unos años mayor. En la asistencia que presta -la denuncia se alarga por espacio de tres horas, “es un trabajo que se cuece a fuego lento”- el letrado observa todos los patrones que se repiten en estas conductas, más entre jóvenes. “Hay que estar muy atento en esa denuncia porque la víctima acude por un episodio en el que se desborda el vaso, pero lo grueso suele salir al final, cuando cuentan toda la relación. Es un trabajo doloroso, prefiero que pasen un rato conmigo que con la defensa al día siguiente. Hay que ubicar bien la hora, el lugar, traer todo aquello periférico y que ella declare bien. Es muy duro que una víctima no consiga una condena o una orden de protección, por eso hay que valorar lo que conviene cada caso”.

En el del lunes se reunía el control tóxico de las amistades y contactos, el acoso por móvil y redes, violencia física, psicológica y toda una espiral de maltrato que estalló el pasado fin de semana. Le rompió el móvil en plena calle y agredió a otro chico con el que la joven estaba hablando. Merino asiste a las víctimas. Coge la guardia a las 9.00 horas del día 25 y acaba su turno el martes a las 15.30 horas. Todo se alarga. No es fácil culminar estas tareas complejas. Además de las asistencias de urgencias -el día 25 no tuvo más-, para la que se les puede requerir en cualquier momento del día desde el juzgado de violencia o desde cualquier unidad policial especializada en violencia sobre la mujer, el letrado del SAM presta también asesoramiento con cita previa. “Ese es un trabajo más prospectivo”.

En esta ocasión, que no es lo habitual, no había demandas a la espera. Merino recuerda que un servicio como este es “grato y enriquecedor, en el sentido de que prestas ayuda a gente que atraviesa momentos muy complicados, y a su vez es un servicio que desgasta mucho. Por eso a veces viene bien coger oxígeno. Se trata tanto de atender a la víctima como de entenderla y arroparla. Debe ser transversal la intervención. Por eso, este ámbito es especial, como el de la jurisdicción de Menores. Aquí no puedes venir vestido con el traje del Derecho Penal general porque va a haber cosas que no vas a entender. No vas a entender porque pone una denuncia y no sigue con ella. He tenido hace años a una mujer de etnia gitana hasta el final de un proceso. Un caso gravísimo, con escolta. El patriarca me vino a hablar antes del juicio. Y, en la vista, la mujer se echó atrás, no continuó la denuncia y el hombre resultó absuelto. Ese tipo de cosas no lo puedes entender si no estás dentro”.

Las denunciantes de violencia pueden estar acompañadas por una persona de confianza. El pasado lunes fueron los padres animaron a su hija a interponer la denuncia. Lo hizo asesorada por el letrado, que la acompañará todo el procedimiento “para que no se produzca una revictimización y tenga que contar lo mismo a distintos letrados”. Ella se llevó la denuncia a casa, el acta con sus derechos y se le asignó un riesgo alto como víctima por el que se solicitó también una orden de protección, concedida al día siguiente en el juzgado. Por desgracia no pudo salir con una sentencia del juzgado de violencia.

El agresor, al que se le pedía una pena de prisión y un alejamiento de diez años y que se hubiera beneficiado en el juicio rápido de la rebaja de un tercio de la pena, no se conformó finalmente y se acogió a su derecho a no declarar. Y el caso pasará ahora al juzgado de Aoiz. El letrado del SAM pasó esa mañana del día 26 con la joven en la sede judicial. Reconoce que “hay que corregir cosas del sistema porque no podemos hacer que la víctima pase toda la mañana allí, hay que organizarlo de otra manera”, tenga que ratificar la denuncia, que es grabada en audio y vídeo y se vea obligada a hacer lo mismo al derivarse el proceso a otro órgano. “Les suelo decir a las mujeres a las que asisto que se lleven algo para leer, para comer y que estén acompañadas porque van a estar en el juzgado en una sala sin ventanas y mucho tiempo”, dice Merino.

llamada del juzgado Esa mañana del martes 26 el abogado asistió a otra víctima en el propio juzgado. De allí habían llamado a una mujer de 30 años, con una denuncia previa contra el agresor, del que tenía orden de alejamiento. Este le había escrito recientemente a su mujer: “Llevamos 51 víctimas, vas a ser la 52”. Una amenaza real que la atormentaba. Es un caso de maltrato habitual (se da en más de tres ocasiones). La habían citado para que se manifestara por una denuncia originada de oficio, merced a una actuación policial por la intervención de un tercero. Ocurrió hace un mes. “Ha sufrido tantos episodios de violencia, que cuando la llamaron del juzgado no sabía ni por cual le habían avisado”, recuerda el profesional, que explica que los agentes tomaron fotografías a la víctima de los hematomas en el cuerpo por las agresiones sufridas.