pamplona - La demografía está cambiando y las personas mayores están tomando la delantera a las jóvenes. Así, el crecimiento de la edad poblacional está teniendo consecuencias como el aumento de casos de demencia, cuyo riesgo se dispara a partir de los 80 años. Andrés Losada, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad Rey Juan Carlos, señala que, hasta ahora, lo que ha venido ocurriendo es que, "de manera relativamente natural, era la familia quien se encargaba de atender a las personas que tenían demencia, que prácticamente siempre han sido y siguen siendo mujeres, pero ahora eso ha cambiado".

¿Qué ha provocado en el ámbito del cuidado la prolongación de la esperanza de vida?

-Ahora las redes familiares son mas reducidas y hay menos personas en condiciones de prestar esos cuidados. Siempre ha sido una situación muy estresante porque una persona con demencia manifiesta, por lo general, comportamientos problemáticos y requiere muchísima atención durante cerca de 11 horas al día, en casos incluso a lo largo de hasta 20 años. A esto se le suma que no hay recursos sociales ni sanitarios que permitan sostener la demanda de cuidados que van a hacer falta en consecuencia del envejecimiento de la población, por lo tanto, casi todo está recayendo en las familias que no dan a basto.

¿Qué consecuencias tienen estas jornadas intensivas en las personas cuidadoras?

-Todo esto hace que tengan unos niveles de estrés, de depresión, de ansiedad y de culpa muy elevados. Otra de las consecuencias es la soledad no deseada a la que se enfrentan los cuidadores que dedican tantas horas a los demás y que dejan de lado sus necesidades como las relaciones sociales, el tiempo de ocio y el descanso. Además, es una soledad también muy asociada a la culpa porque, en primer lugar, se sienten culpables porque creen que no están cuidando bien, porque hay mucho que hacer y es difícil mantener un nivel de rendimiento elevado, y, a su vez, se sienten culpables porque tienen que dejar de atender a sus familias o se ven obligados a dejar el trabajo.

Los cuidadores también tienen que saber cuidar de sí mismos.

-Tenemos que buscar la forma de ayudar a esas personas para que aprendan técnicas y adquieran herramientas para el autocuidado, porque cuidándose a sí mismos van a ser capaces de cuidar mejor.

¿Cuáles serían estas herramientas para evitar o paliar el desgaste psicológico y físico?

-Principalmente es ayudarles a entender que es imposible que uno solo haga una tarea tan difícil y que es necesario pedir y aceptar ayuda, ya sea de otros familiares o bien de recursos institucionales, que son pocos. Esto es muy difícil porque la mayoría de cuidadores quieren mucha ayuda para la persona que tiene demencia, pero la rechazan cuando es para sí mismos.

Relacionado con la culpa, ¿los cuidadores son conscientes de que pueden y necesitan pedir ayuda?

-Son conscientes de que se encuentran en una situación difícil, pero hay que tener en cuenta que socialmente hemos sido educados para atender a los demás y, sobre todo, si se trata de la familia. Se considera como algo egoísta, casi hasta un pecado, el cuidado de uno mismo. En ocasiones sí son conscientes de lo mal que están, pero consideran que la persona con demencia está pero y que, por lo tanto, cualquier ayuda tiene que destinarse a su cuidado. - J.L.