- Los hermanos Tomás y Mª Pilar Zia -de 87 y 81 años, respectivamente- viven en Aniz, el pueblo más pequeño del Valle de Baztan, con una población que ronda los 60-70 habitantes. Allí han vivido siempre y han pasado los 10 meses de pandemia, con el confinamiento incluido.

Pero una de las ventajas de vivir en un pueblo tan pequeño es que no hay aglomeraciones, algo fundamental en medio de una pandemia que se transmite por vía aérea. “Ninguno de los dos nos hemos contagiado y ya esperamos no hacerlo. Hoy nos hemos puesto la primera vacuna y en tres semanas nos pondrán la segunda y ya nos libraremos del virus”, relataba ilusionada Mª Pilar, que señaló que notó “un pinchacito” cuando le pusieron la vacuna. “Yo ni sentir, no me ha dolido nada”, replicaba su hermano, que empujaba la silla de ruedas en la que se desplaza Mª Pilar.

Tomás comentó que en Aniz, un pueblo muy pequeño, la vida no ha cambiado tanto como en una ciudad tras la crisis sanitaria, pero sí que ha tenido sus consecuencias negativas: “En el pueblo hay un par de casas rurales y la verdad que les ha afectado bastante. Luego, también, después del confinamiento mucha gente que no es del pueblo venía a pasar el día en el monte”.

Tras recibir la vacuna, los hermanos esperaron en la unidad móvil hasta que una ambulancia de la DYA los recogió para llevarlos de vuelta a su casa en Aniz.