Vivimos tiempos de cambios a una velocidad nunca conocida. Y lo hacemos en una sociedad que nos empuja hacia la prisa, el tuit y la consigna. Dice el filósofo Daniel Innerarity que la comprensión de este mundo tan complejo como acelerado exige, hoy más que nunca, la receta contraria: pausa y reflexión. Invitados por la asociación Solasbide, a esa fórmula se apuntaron el sábado día 18 medio centenar de hombres y mujeres de distintas procedencias sociales, culturales e ideológicas. Más hombres que mujeres, más jubilados que jóvenes. Como suele ser habitual, la mañana se hizo corta.

El presidente de Solasbide, Jesús Bodegas, recordó a los amigos de la asociación recientemente desaparecidos, especialmente al sociólogo Gabriel Hualde. A continuación, la moderadora Camino Bueno puso sobre la mesa el tema “tan desbordante” objeto de debate: ¿Estamos ante una época de cambios o ante un cambio de época? También se planteó, con el recuerdo de la tragedia de Ucrania, cómo hacer frente a los conflictos de una manera no violenta.

El empresario Sixto Jiménez rompió el fuego calificando de “revolución” lo que estamos viviendo, subrayando el envejecimiento de la sociedad, los avances tecnológicos y el cambio climático. “Los jóvenes no votan y los políticos lo saben. De ahí que les preocupen más las pensiones que la inestabilidad laboral de la juventud”. También destacó la gravedad de la crisis ecológica y alertó ante el auge del fascismo, cuya expansión relacionó con el miedo. Para hacerle frente defendió el papel de la política responsable.

El cultivo del ser

El psiquiatra Vicente Madoz se mostró preocupado por la deshumanización de la sociedad actual. Destacó la necesidad del “cultivo del ser”, especialmente en la edad adulta. Citó, en este sentido, a Ortega y la “terapia del ensimismamiento”, basada en las cuatro eses: silencio, soledad, sosiego y serenidad. Inés Pipaón también apuntó la importancia del enriquecimiento personal, compatible con “la participación social y la responsabilidad política”.

Javier Etxeberria, funcionario jubilado, destacó que “el capitalismo no cabe en la biosfera”. Añadió que “en los últimos setenta años se ha pasado de una economía circular a poner en peligro el futuro del planeta”. Y citó las crisis de nuestra sociedad: “Vivimos un caos climático, una crisis energética, el fracaso de la globalización, el aumento de la desigualdad y la crisis de la propia democracia”.

Varios participantes en el debate apuntaron la tendencia al individualismo frente al colectivo, lo que según Isidoro Parra tiene “un efecto demoledor”. En su opinión, desactivar el grupo impide el cambio, “nos lleva al pesimismo y a la inmovilidad”. En este sentido, Fernando Armendáriz hizo un llamamiento a la esperanza. “Tenemos que mantener la esperanza y la voluntad de combatir la maldad en el mundo, que es mucha. Y, en mi opinión, dicha esperanza hay que basarla en cuestiones sólidas como la amistad, la solidaridad, la justicia y la libertad, es decir, el núcleo duro de los derechos humanos. Debemos ser críticos y denunciar los ataques a esos derechos, cada uno en la medida que pueda. Pero nunca quedarnos callados”.

La perspectiva del tercer mundo

Jesús Muruzabal, auditor jubilado de la Cámara de Comptos, puso en cuestión el pesimismo que se respiraba en el ambiente. Y es que, en su opinión, analizamos los problemas desde nuestro eurocentrismo. “Pero el mundo es mucho más amplio. Y seguramente a ningún africano que ahora esté buscando algo que comer le preocupará nada de lo que hoy estamos diciendo”. Punto de vista que apoyó el teólogo Guillermo Múgica, quien valoró pensar el mundo desde la globalidad, poniendo el acento en los más débiles. “Y en ese sentido, creo que para descubrir este primer mundo nuestro debemos de partir del tercer mundo. Porque eso te hace verlo de una manera muy diferente”.

Izaskun Arratibel, abogada, defendió “el valor de lo pequeño”, la capacidad de cada persona para tomar decisiones que mejoren el mundo. “Como consumidores, por ejemplo, tenemos una gran capacidad para elegir y esas pequeñas decisiones pueden cambiar el mundo”. Coincidió con otros intervinientes al subrayar la influencia de las nuevas tecnologías en las relaciones humanas y profesionales, advirtiendo de sus riesgos. “En el campo profesional la tecnología busca automatizar labores intelectuales. Las personas podríamos convertirnos en pinches del algoritmo. Está clara la importancia de la tecnología, pero nunca para sustituir totalmente a la persona”.

El dilema de Ucrania

Felipe Gurrutxaga, también letrado recientemente jubilado, puso en valor la Europa construida en los últimos setenta años. “Europa va mal, pero el mundo está peor”, añadió. Hizo referencia al ataque de la Rusia de Putin contra Ucrania, defendiendo la ayuda al estado invadido. “Yo he sido un antimilitarista convencido, pero estamos ante una masacre desconocida desde la segunda guerra mundial. Podemos mirar hacia otro lado y favorecer así la autocracia, a lo que me niego. Y la otra alternativa es hacer frente a un ataque inaceptable”. Frente a esta postura, el miembro de Katakrak Imanol Miramon criticó el envío de armas a Ucrania, subrayando que la guerra siempre es la peor de las alternativas, especialmente para los más débiles.

Algunos de los intervinientes apuntaron el creciente individualismo de la sociedad. Frente al compromiso de generaciones anteriores, se achacó a la juventud actual una menor implicación en los asuntos colectivos. La joven psiquiatra Gabriela Sánchez no está de acuerdo con esta visión: “Nosotros somos el fruto de esa generación, hemos crecido influenciados por sus esquemas mentales. Así que no me parece coherente esa crítica”.

José Antonio Yeregui, miembro de la Fundación Arizmendiarrieta, admitió que en el mundo empresarial el objetivo de algunos es hacer dinero de cualquier manera, “pero tenemos muchos extraordinarios empresarios y trabajadores”. Defendió, en este sentido, que también desde la empresa se puede cambiar la sociedad. Y apostó por el modelo inclusivo participativo que impulsa la citada fundación. Teniendo como referencia el sistema cooperativo, busca implicar a los trabajadores en la gestión llegando incluso a la participación en el capital. Dicho modelo también pone el acento en la comunicación, la formación de los y las profesionales y el compromiso social de la empresa.

Pasadas las dos de la tarde, tras la lectura de las conclusiones de la jornada por parte de Miguel Izu, los participantes abandonaron satisfechos el seminario. Había merecido la pena pasar una mañana de sábado, tórrida como pocas, reflexionando sobre los problemas y retos de nuestro mundo. Tiene razón Daniel Innerarity: para comprender esta sociedad tan compleja y acelerada, nada como la reflexión, la escucha y la palabra. La fórmula Solasbide.