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Del Bidasoa a Melilla, "las vidas negras importan"

Cinco expertos en migración reflexionan sobre la falta de tránsitos seguros tras un mes que se ha cobrado víctimas en el paso fronterizo de Irun y en el salto a la valla en Marruecos - Las protestas este viernes se han sucedido en Donostia, Hernani, Irun o Pamplona, junto a ciudades de todo el Estado

Del Bidasoa a Melilla, "las vidas negras importan"IKER AZURMENDI

El mes de junio se ha cerrado con un resultado dramático. A la muerte de Abdouramane Bah, ahogado en aguas del río Bidasoa el 18 de junio, le sucedió seis días después “uno de los episodios más vergonzantes de los últimos tiempos”. Decenas de personas heridas y, al menos, 37 fallecidos es el saldo de la tragedia de Nador, en la valla fronteriza de Melilla. Hechos que siguen sin esclarecerse, y que ocurrieron a las puertas de la cumbre de la OTAN, dando pie a muestras de indignación que se suceden a pie de calle.

Más de dos centenares de personas se han sumado este viernes por la tarde a la concentración de protesta que ha tenido lugar en el boulevard de Donostia, en una convocatoria que bajo el lema “las vidas negras importan” ha tenido su réplica en Irun, Hernani y en ciudades de todo el Estado. La falta de tránsitos seguros ante situaciones de crisis humanitarias vuelve a convertirse en un clamor social, una tragedia que este periódico ha querido analizar, dando voz a cinco personas expertas en migración.

“Estamos hartos de tener que lamentar muertes en nuestras fronteras una y otra vez. No podemos normalizar estas muertes. No debemos permitir que esas imágenes se conviertan en algo cotidiano en nuestras vidas y nos lleven a perder la empatía por esas personas que están viviendo ese sufrimiento”.

El director de Migración y Asilo del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, reconoce el impacto y la necesidad de respuestas que siempre aflora tras hechos de esta naturaleza. “La realidad es que a ambos lados de la muga nos encontramos una y otra vez con imágenes de violencia, devoluciones en caliente y graves vulneraciones de derechos humanos por parte de las autoridades migratorias”.

“Estamos hartos de tener que lamentar muertes en nuestras fronteras una y otra vez"

Xabier Legarreta . Director de Migración y Asilo del Gobierno Vasco

Reclama “un instrumento jurídico” que establezca el marco de gobernanza de la migración a nivel global. Un nuevo marco normativo que respete “escrupulosamente los derechos humanos de todas las personas”.

Además del río Bidasoa y Melilla, “hace tan solo unos días” que Texas también se convitió en escenario de la tragedia -recuerda Julia Shershneva-, tras cobrarse la vida de 51 personas al intentar cruzar la frontera en un camión. La directora de Ikuspegi, el Observatorio Vasco de Inmigración, pone el foco en la actual inseguridad de las vías de tránsito.

También en el fracaso de la gestión. “La apuesta por tratar la inmigración como amenaza ha resultado en una serie de políticas selectivas que, lejos de gestionar el flujo inevitable de desplazamientos humanos, se centran en la contención y la defensa de las fronteras”. Censura que se traslade así la responsabilidad a terceros países. “Queda claro que hace falta un enfoque más global, una gestión del fenómeno migratorio más holística y humana a nivel europeo”, coincide con Legarreta.

"Hace falta un enfoque más global porque las razones que llevan a las personas a desplazarse no han desaparecido, todo lo contrario"

Julia Shershneva . Directora de Ikuspegi, el Observatorio Vasco de Inmigración

La pandemia por covid, como efecto colateral, ha ralentizado los flujos migratorios, tanto ordenados como los que vienen por vías menos seguras. Algo que ha provocado que la gestión migratoria haya perdido su urgencia. Sin embargo, apunta Shershneva, “las razones que llevan a las personas a desplazarse no han desaparecido, sino todo lo contrario. Por tanto, los países receptores de inmigración se van a encontrar con retos cada vez más complejos”.

Miles de millones, y de muertes

Un análisis que comparte Peio Aierbe. “El cierre de fronteras no impide que miles de personas traten de acceder a la UE”. El portavoz de SOS Racismo Gipuzkoa cree que “es algo sobradamente demostrado a lo largo de los años. Es evidente que los miles de millones de euros que se dedican a ese objetivo no sirven para conseguirlo. Por el contrario, ocasionan miles de muertes”.

“Aunque suene fuerte”, sostiene, lo ocurrido en Melilla “y las miles de muertes a las que asistimos en la frontera sur es algo, en la práctica, buscado por esas políticas”. Y añade que lo ocurrido en Melilla es consecuencia directa de “los acuerdos del gobierno español con el marroquí, para trasladar a ese país la responsabilidad del control de nuestras fronteras”. Es la “contrapartida” a los negocios entre ambos países, “aunque sea a costa de los derechos de las personas migrantes y refugiadas”.

A su entender, el gobierno español continúa, de esa manera, la política de externalización de fronteras que practica la UE: “establecer acuerdos de ayuda económica con gobiernos que no respetan los derechos humanos, a cambio de contener a las personas migrantes y refugiadas. Las milicias libias, el gobierno marroquí, el gobierno turco… son los países más cercanos de una larga lista”, enumera.

Iker Barbero es profesor de la UPV/EHU, experto en migraciones. No comulga con “el discurso institucional que recurre a mafias y traficantes como un sujeto indeterminado al que responsabilizar de la movilidad y las consecuencias negativas de los controles migratorios”. Entre ellas, las muertes en la valla, o “ahogamientos en el mar o en nuestros ríos”.

Censura que se siga “ejerciendo un mayor control policial o militar hacia las personas migrantes, a las que se niega su derecho o autonomía a atravesar fronteras exteriores e interiores de la Unión Europea”.

"El discurso institucional recurre a mafias y traficantes como un sujeto indeterminado al que responsabilizar de la movilidad y las consecuencias negativas de los controles migratorios"

Iker Barbero . Profesor de la UPV/EHU. Experto en migración

Para Mikel Mazkiaran, lo ocurrido en la frontera de Melilla “es de una gravedad extraordinaria”. El abogado, especializado en Extranjería, se queda con un hecho que, a su entender, ha pasado un tanto desapercibido. El 17 de mayo del pasado año se produce una entrada masiva de varios miles de personas a través de la frontera de Ceuta. “Fue la respuesta de Marruecos a la tensión política en torno al sempiterno contencioso del Sahara. Lo que tal vez no contaba Marruecos era con la respuesta de la Unión Europea”.

Un año después, añade, ante 23 muertos en la frontera sur de Europa, la comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, lamenta las muertes y añade: “el cruce forzado y violento de una frontera internacional nunca puede tolerarse”. Así, el abogado sostiene que dos instituciones supranacionales, Unión Europea y Unión Africana, reflejan -“tal vez sin proponérselo”-, la crudeza del control migratorio.

De este modo, Europa “encarga” al estado español el control de la frontera sur del país, y este a su vez “subcontrata” el trabajo a Marruecos. “Los muertos y la brutalidad policial son los costes que hay que soportar para cumplir el objetivo”. La Unión Africana, en cambio, “pregunta cómo lleva a cabo Marruecos el encargo de la UE. Al fin y al cabo, son sus muertos”.

Sami, 16 años: “Escapé de Sudán de la muerte, no quiero morir en la valla”

Tiene 16 años y su cuerpo es ya un mapa de sufrimiento. Quemaduras en el vientre testigos de torturas en Libia y una cicatriz en la pierna de un intento de saltar a Ceuta. Sami salió de Sudán huyendo de la muerte y casi se la encuentra hace cinco días en Melilla.

Después de intentar atravesar la frontera de la ciudad española y ver a sus compañeros morir en el intento más mortal que recuerda Melilla –al menos 23 emigrantes fallecieron–, Sami, Mohamed, Abdelá y Moussa buscan ahora ayuda a cientos de kilómetros, en Rabat. Han llegado hasta allí desde diferentes ciudades de Marruecos a las que les trasladaron las autoridades, siguiendo la política de dispersión de migrantes del país magrebí. Aún magullados, con vendas en la cabeza, manos y piernas, se han acercado a la sede de Acnur buscando respuestas.

Junto a su puerta, ubicada en una calle ruidosa, relatan la humillación, el dolor y la muerte que ha acompañado su viaje de 5.000 kilómetros hasta Marruecos. Y lo que vivieron el viernes al intentar cruzar a Melilla: golpes, gas lacrimógeno y muchas horas en el suelo. Ahora duermen en las calles de Rabat, acostumbrados a una vida de mendicidad, trabajo esporádico y con la cabeza puesta en un solo objetivo: Europa.

Sami partió del este de Sudán y llegó a Marruecos en 2020 tras pasar por Libia, Túnez y Argelia. En el camino, pasó cuatro meses en una cárcel libia, de donde guarda unas quemaduras que le hicieron los guardias, dice, con plástico quemado.

Sin derecho a la adolescencia, en 2021 se rompió un brazo tratando de escalar la valla de Ceuta y una cicatriz surca su pierna para recordarle una segunda intentona, lo que no le impidió insistir en su afán el pasado viernes en Melilla.

Sami niega que la incursión estuviera orquestada por una red criminal ni que hayan pagado por ella. “Si no tenemos ni para comer”, argumenta. Y denuncia el “trato inhumano” al que les sometieron los agentes marroquíes en las horas siguientes, cuando les hicieron tumbarse en el suelo junto a la valla. “Nos tiraron a unos encima de otros”, recuerda. Aunque lo volverá a intentar, Sami no quiere “morir en la valla” porque ya escapó de Sudán de la muerte.

“NO HAY VUELTA ATRÁS”

Moussa ya no es un niño, aunque lleve una camiseta con dibujos de cómic en la que se lee Strong, Fast, Smart, Brave –Fuerte, Rápido, Listo, Valiente–. Con solo trece años, salió de cerca de Jartum y atravesó Chad, Libia, Túnez y Argelia antes de llegar a Marruecos en noviembre de 2021.

Estuvo seis meses en la prisión de Abu Salim de Trípoli compartiendo una celda con 900 personas. “Nos pegaban, aunque yo era pequeño y no me pegaban mucho”, recuerda.

Para salir de la prisión un amigo suyo pagó a la policía y luego tuvo que abonar 200 euros para cruzar de Argelia a Marruecos. Desde allí se fue a Rabat, donde pedía en las calles. La del viernes era la primera vez que intentaba cruzar a España.

“Alguien me avisó por teléfono de que iba a haber un intento y fuimos a Berkan”, una ciudad al este de Nador -–fronteriza con Melilla– a la que llegaron el pasado 17. El mismo día emprendió andando más de 80 kilómetros hasta las montañas donde ya se encontraban sus compatriotas escondidos.

“(El viernes) empezamos a movernos a la una de la mañana y estuvimos toda la noche caminando”, hasta llegar a la valla. “Nos lanzaron gases, nos tiraron al suelo y nos pegaron. Estuvimos ocho horas en el suelo sin agua”, explica.

Una experiencia que no le ha quitado las ganas de seguir intentándolo porque en Sudán su familia espera mucho de él. Es un camino en el que “no hay vuelta atrás”.

“No hay vida”

La muerte ha acompañado a Abdelá desde que en 2014 salió de Eritrea para escapar del servicio militar. Quizás lo peor fue el viaje en camión desde Sudán a la frontera libia, en un remolque con 40 migrantes dentro. Iban, explica con gestos, sentados como en un trenecito, con los troncos pegados unos a otros.

Los traficantes “mataban a la gente si hablaban mucho o molestaban” y fue testigo de ello. “Había un niño egipcio que dio un golpe en la pared. El conductor paró el camión, preguntó quién había sido y le disparó”, relata el horror vivido.

En Libia, donde “no puedes ir a tu aire, siempre tienes que recurrir a los traficantes”, trabajó vendiendo pescado y de obrero, e intentó dos veces salir en patera. La segunda, tras 24 horas en el mar, la guardia libia les interceptó y, como el piloto se negaba a parar, abrió fuego. “Murieron muchos, también una mujer y un niño”, cuenta. Había pagado un total de 1.000 euros por la travesía.

Tras cada intento ingresó en la cárcel, donde “no había vida” y los guardias mataban a presos “de un disparo en la cabeza para asustarnos al resto”. Tras salir sobornando a los guardias, pagó 50 euros para cruzar a Argelia y luego otros 200 para pasar a Marruecos.

De eso hace un año y en ese tiempo ha intentado cruzar nueve veces a España, hasta que hace 20 días alguien le dijo que se preparaba un intento, acudió al bosque y se encontró con “muchos sudaneses”.

Caminaron toda la noche, sin descanso, hasta llegar a la valla. Allí fue testigo, relata, de cómo “una persona moría aplastada” y sufrió los gases lanzados por las policías marroquí y española.

El sueño, Europa

Mohamed Ismail Abdala habla un poco de inglés. Empezó a estudiarlo en Sudán, pero tuvo que emigrar porque la cosa “se estaba poniendo difícil”. Su sueño es seguir haciéndolo en Europa y solo mencionar la palabra España le ilumina la cara.

Llegó a Marruecos desde Sudán pasando por Chad, Níger y Argelia y detalla que en este último país le hablaron del Boss. “En cuanto entras en Argelia, escuchas su nombre”, admite. Le pagó 200 euros para cruzar a Marruecos, relata, y empezó a buscar la manera de llegar a España.

El 15 de mayo le avisaron de que se estaba organizando un cruce y decidió unirse. Pasó más de un mes en una montaña cerca de Nador y en los días anteriores al viernes, explica, la policía marroquí hizo dos redadas en sus campamentos.

“Vinieron dos veces a por nosotros y la segunda –que ocurrió el jueves– decidimos por la noche ir a Nador y cruzar por la mañana a Melilla para perseguir nuestro sueño de llegar a España”.