Septiembre está a la vuelta de la esquina y con él llegan la rutina, el estrés, las prisas, el cansancio y las obligaciones tanto laborales como familiares. Aunque, este año la vuelta a la rutina puede resultar especialmente dura. 

El Covid, por fin, nos ha dado tregua y hemos podido disfrutar de la compañía sin límites de familia y amigos, de los viajes y de la libertad de movimiento aquí y allá. Sin embargo, los noticieros acechan con informaciones como la subida del gas, la viruela del mono, el problema energético y “la vuelta al cole” más cara en años. Parece que no salimos de una y nos metemos en otra. ¿Cómo afectará esto en la vuelta a la vida real de las personas?

El rechazo a esta vuelta a la rutina, conocida comúnmente como depresión post-vacacional es un término muy utilizado en estas fechas pero, ¿se trata de un mito o una realidad?

Carmen López, psicóloga clínica experta en terapia familiar, explica que es algo realmente habitual en muchas personas, aunque según indica, se trata más bien de un síndrome que es pasajero y que “llamarlo depresión a veces puede tener connotaciones que van un poco fuera de juego”.

“Aunque hay personas más propensas, todos estamos sujetos a esta situación, porque los cambios cuestan”

Carmen López - Psicóloga clínica

Se define este síndrome como el conjunto de síntomas que puede padecer una persona al reincorporarse a su puesto de trabajo. La sintomatología, según explica la experta, puede ser tanto física como emocional. Los síntomas más comunes suelen ser el desánimo, la preocupación, la inapetencia o la irritabilidad. Sin embargo también suelen presentarse síntomas físicos como el cansancio o los problemas para conciliar el sueño. 

“En el lenguaje popular, se le llama depresión post-vacacional a la sensación de malestar y desánimo que te puede invadir cuando pasas de una situación en la cual estás disfrutando al máximo, sin responsabilidades, sin tener un horario fijo, etc. y volver de nuevo a trabajar”, explica la psicóloga. 

“Es cierto que este año ha habido un deseo muy grande de que llegaran las vacaciones, por lo tanto la vuelta también se hace más dura”

A decir verdad, este ha sido el primer veranos post-pandemia donde la gente ha retomado incluso las fiestas de los pueblos, por lo que se ha vivido con mayor intensidad que los anteriores y las personas han podido recargar las pilas al máximo. 

Un verano con plena libertad

“La gente -explica López- ha disfrutado de un verano como hacía dos veranos que no disfrutaba, con plena libertad, sin mascarillas y sin la precaución a la que estábamos sometidos”.

“Si somos capaces de recordar y agradecer los buenos momentos, puede ser una muy buena ayuda para la vuelta”

Sin embargo, no considera que la subida de precios y el hecho de que haya una guerra de por medio vaya a afectar más de lo habitual a las personas a la hora de retomar sus responsabilidades, ya que segín indica, la situación actual es “descorazonadora” pero no es nueva puesto que llevamos años sufriendo de forma casi permanente una situación traumática tras otra. “Sí es cierto que este año ha habido un deseo muy grande de que llegaran las vacaciones y de disfrutarlas al máximo, por lo tanto la vuelta también se hace más dura”, argumenta López, que a su vez explica que el hecho de saber valorar y agradecer el verano y los momentos vividos ayuda a tener una incorporación más positiva. 

Claves para evitarla 

“Si somos capaces de recordar y mantener en nuestra memoria los buenos momentos y saber agradecer que hemos disfrutado, puede ser una muy buena ayuda para la vuelta”, argumenta la experta. Para López, la clave es la energía renovada y “coger el toro por los cuernos”.

“El contacto con otras personas es una de las cosas que más ayuda”

Sin embargo, esto no es fácil para todo el mundo. Hay personas más vulnerables a sentir y padecer este síndrome, como aquellas a las cuales su trabajo no les resulta suficientemente motivador, aquellas que trabajan muchísimas horas y que no están satisfechas o incluso las personalidades de tipo más ansioso o depresivo. Sin embargo, López alerta de que “todos estamos sujetos a esta situación, porque los cambios cuestan”.

El 30% de la población la padece

Es un síndrome, no una enfermedad. Según un estudio realizado por la Sociedad Española de Medicina y Familia Comunitaria, el síndrome postvacacional afecta especialmente a personas jóvenes, menores de 45 años, y suele durar entre 10 y 15 días, hasta que la persona se vuelve adaptar a su nueva realidad. Cuando el malestar persiste en el tiempo puede generar trastornos de ansiedad y/o depresión. Diferentes estudios señalan que entre un 25 y un 30% de los trabajadores van a padecer este síndrome post-vacacional, aunque lo más importante para una buena adaptación es que no haya cambios bruscos y también recuperar el ritmo de sueño.

Una rutina más llevadera

La vuelta de las vacaciones siempre es dura y más cuando significa el cierre de la etapa de verano para pasar a la siguiente que conlleva rutina, frío, niños, deberes, trabajo, menos horas de sol y también menos horas de sueño.

Sin embargo existen unos ‘tips’ para hacer esta vuelta menos dura que los expertos, y en concreto López, avalan. 

Las claves para evitar la depresión post-vacacional es una incorporación paulatina a la rutina anterior a las vacaciones de verano: sacar tiempo para estar con amigos y familiares, salir a pasear, aprovechar el buen tiempo que hace todavía en septiembre, etc. Se trata de equilibrar la rutina con las cosas que se hacían en verano. Tal y como indica la psicóloga, tiene que haber elementos de autocuidado personal, así como equilibrar las horas de sueño, volver a cuidar la alimentación previa al verano, recuperar las rutinas de deporte o incluso sacar tiempo para estar con personas que nos hagan disfrutar.

“El autocuidado -indica López- puede ser tanto físico como mental: tomar calma, pasear, estar con la gente que tú quieres y aprovechar todos aquellos momentos que te permita el trabajo”, argumenta.

La experta hace especial hincapié en que es importante retomar el contacto con amigos que hace tiempo que no vemos o incluso pasar tiempo en familia. Vivir el momento y hacer planes a corto plazo para mantener contacto con otras personas puede ser un buen puntal para seguir adelante.