Eran jóvenes inquietos y solidarios, que compartían unas ganas de currar inmensas, una generación comprometida contra el chapapote. En diciembre de 2002 una expedición de voluntariado de la UPNA desembarcó en Malpica, en la Costa da Morte, acompañada por DIARIO DE NOTICIAS. Fue un viaje de decenas de universitarios navarros que querían echar una mano como fuera ante el desastre ecológico que se avecinaba y las crueles imágenes que retrataba el naufragio del petrolero Prestige en los acantilados gallegos. 

El hundimiento del buque descubrió un desaguisado a todos los niveles que tuvo que hacer frente también a la incompetencia e ignorancia de la clase política, sobre todo en el Partido Popular. El viaje lo organizó el sindicato de izquierda estudiantil Eraldatu, que contactó con Protección Civil y el vicerrectorado de Estudiantes. La UPNA se hizo cargo del coste de los autobuses. El responsable de organización de Eraldatu, Javier Villalobos, que estudiaba Derecho y hoy es abogado penalista, recuerda que “viajamos de noche y llegamos allá sobre las 07.00 de la mañana. Desayunamos en la lonja de pescadores, contactamos con un técnico del Ayuntamiento, una empresa pública nos daba el material y nos fuimos directamente a limpiar a la playa. Estuvimos tres días que fueron de lo más intensos”. Les entregaban los conocidos monos blancos, mascarillas, guantes y herramientas, se alojaron en polideportivos, durmiendo con colchones y mantas, y comían bocadillos de embutido en la playa. Villalobos recuerda de aquella experiencia, en la que poco tiempo hubo salvo para trabajar, descansar a ratos y hacer alguna asamblea, que “me impactó la tristeza en el ambiente. Mi impresión es que en aquel pueblo, en aquel momento, había mas hastío y resignación que indignación”. El pamplonés asegura que del trabajo que ejercían había un factor en contra que se le quedó grabado. “Lo peor para mí era el olor y la brisa marina del Atlántico en diciembre, que te cortaba la cara".

Los expedicionarios de la UPNA, que viajaron en diciembre de 2002, en un receso para comer en la costa da Morte. Félix Martínez

Uno de los estudiantes de la UPNA que también se apuntó sin dudarlo a la aventura fue Natxo Urretavizcaya Sanz, que ahora cuenta con 39 años, y que en aquel momento se encontraba en el primer curso de Ingeniero Agrónomo. Recién debutado en la universidad. Al año siguiente cambió de carrera y terminó como Ingeniero Técnico Agrícola. Ahora vive en Estella, sigue vinculado profesionalmente a la ingeniería y trata de hilvanar el relato de cómo surgió su viaje, puesto que él, a diferencia de Villalobos, no formaba parte del comité organizador de la experiencia. “Recuerdo que durante días estuvimos hablando los compañeros de clase sobre el Prestige, porque estábamos muy concienciados. Y en ese momento en el que estábamos dudando si ir o no ir, recuerdo que el delegado de clase entró y comentó que se estaba organizando un viaje de toda la universidad”. Con solo 19 años, Natxo explicó en casa la escapada y no hubo objeciones. “Mis padres preferían que me fuera con la universidad, en un viaje organizado en autocares, a que me fuera con mis amigos a la aventura. Me cogí un mochilón con saco de dormir, la ropa más cutre que tenía y un bocadillo para cenar”.

Del desembarco en lo desconocido, este pamplonés recuerda que le llamó la atención el desconcierto que se percibía entre los propios vecinos y los técnicos de Protección Civil y las autoridades. “Ha pasado mucho tiempo, pero creo que la idea que podían tener los vecinos era que les ayudáramos en playas de más difícil acceso, donde al parecer había mucha mayor contaminación. Pero para ir a esos lugares, aparte de que era más peligroso, no debían facilitar EPIS. Así que nos mandaron a playas muy extensas, donde recuerdo que había mucho chapapote en algas y rocas, pero tampoco fue algo que impresionara”. 

Quizás, por las ganas que tenía, las imágenes que había observado y la juventud que tenía, Natxo asegura que su intención cuando emprendieron el viaje era “ir a mancharnos bien. Queríamos currar y pringarnos y por eso digo que las playas en las que estuvimos no estaban tan sucias como las que se veían en los Telediarios. Eso me decepcionó bastante, pero al llegar ya nos advirtieron que ese material era muy tóxico y había que tener cuidado. Por eso creo que hicimos todo lo que pudimos, era difícil que hubiera llegado a más”. El viaje terminó en la víspera de Nochebuena. Se despidieron del pueblo en una comida popular y trataron de ayudar con el dinero que llevaban encima al vecindario.