Decenas de miles de personas siguen huyendo a día de hoy del horror de la guerra, el hambre o la miseria, en un éxodo sin fin hacia un futuro que muchas veces no es más que una utopía. Debido a su cercanía con Turquía, la isla griega de Lesbos se ha convertido en uno de los principales puntos de entrada a Europa para aquellos refugiados que huyen de sus países de origen. Sin embargo, los trámites para conseguir asilo se alargan indefinidamente, lo que unido al constante flujo de llegadas, ha dado lugar a una superpoblación “inhumana” en los distintos campos de refugiados.

La “desoladora y sangrante” situación que se vive allá la conoce muy bien David Moreno ‘Lobito’, que visitó la zona hace apenas un mes. Es el cantante del grupo de versiones solidario Muxutrock Rock eta Bihotz, un grupo de amigos que aprovecha su afición por la música para apoyar distintas causas con conciertos benéficos. Fue en uno de esos conciertos cuando conoció la labor de Zaporeak, ONG que ofrece comida digna a las personas refugiadas para garantizar su derecho a la alimentación, y decidió, junto a otros compañeros a los que ya considera familia, embarcarse en la aventura de realizar un documental para contar lo que sucede.

Refugiados libaneses y afganos descargan toneladas de alimentos de camiones, en Atenas.

El día a día con Zaporeak

Además de realizar las grabaciones pertinentes, el equipo estuvo ayudando en la cocina y reparto de la asociación vasca. Moreno explica que trabajaban codo con codo con personas refugiadas, que sólo les dejan salir del campo para colaborar en la cocina: “Estábamos conviviendo con ellos, cocinando con ellos, riendo con ellos, nos contaban su vida, pero después de realizar el reparto, nosotros nos íbamos a casa y ellos se quedaban”. Describe la sensación como “muy fuerte” y compara aquello con un “talego”.

Mendibil, Zapata, ‘Lobito’, ‘Goro’ y Larunbe, en el monte Likabitos.

El primer día en el campo de refugiados salió “deshecho”. “Es muy duro ver a casi 2000 personas en fila, con un ticket en la mano que indica el número de raciones que le corresponden, y ver cómo se va acabando la comida y no hay suficiente para ese día”, apunta. Por eso, nada más salir del campo, sintió la necesidad de desahogarse ante la cámara: “El documental lo hacemos por cuenta propia, no Zaporeak como organización, porque así tenemos mucha más libertad para contar la cruda realidad. Los que trabajan allá se pueden meter en problemas”.

Niños, comiendo en un centro de acogida de la ONG WWBT.

Sobre la ONG asegura que el trabajo que hace “es muy importante, porque da productos frescos, kilos y kilos de comida digna que se cocina todos los días”. Procuran proporcionar alimentos nutritivos y variar a diario, para “darles un poco de dignidad, porque lo que pretenden las autoridades es deshumanizarlos y quitarles toda la dignidad que les queda”.

Un problema cronificado

El mar Egeo tiene unas aguas “muy tranquilas”, y ese es el motivo por el que es utilizado por numerosas familias para llegar a Europa. “En el campo que estuvimos había 800 niños de 2.600 personas, de los que sólo 100 están escolarizados”, explica, pero se debe tener en cuenta que su escolarización consiste en dos horas al día, tres días por semana, y que los otros 700 menores “ni siquiera tienen eso”. Además, “hemos conocido a gente que lleva siete años ahí metida, que ha solicitado los papeles en numerosas ocasiones y todas ellas les han sido denegados. “Se pasan por el arco del triunfo la Convención de Ginebra y los Derechos Humanos. No les han dado el derecho a ser personas”, denuncia.

Antes de todo eso tienen que llegar a la costa. “Si son interceptados por la policía y tienen suerte, se cumple el protocolo y son llevados al campo de refugiados”, pero, “muchas veces no se cumple”. En esos casos, explica que se les sustrae todas las pertenencias y son devueltos al mar: “Se calcula que entre los años 2016 y 2022 se han robado entre 2,2 y 2,6 millones de euros en pertenencias de migrantes que intentan llegar a Europa”. Por eso cada vez más policías griegos solicitan ser destinados en las islas adyacentes a Turquía, “e incluso han aparecido grupos paramilitares sin identificar que han asumido esas funciones, sin ningún tipo de control ni respeto por la integridad de las personas”.

Migrantes, en las lanchas neumáticas con las que cruzan el Egeo. En los últimos años han aumentado los de origen subsahariano y disminuido los de Oriente Medio. Cedida

Una de las cosas que más indigna a Moreno son las “ingentes cantidades de dinero que se gastan en seguridad, cuando podrían gastarse en ayudar a la gente”, lo que achaca a la “vergonzosa” política migratoria de la Unión Europea. “Millones y millones en drones para vigilar los campos, cochazos para la policía, que van armados hasta los dientes y que lo único que hacen es estar hablando y fumando, porque allá no hay ningún conflicto”, manifiesta.

‘Exopía’ para concienciar

Todo lo presenciado y los testimonios recabados entre el 29 de abril y el 7 de mayo de este año formarán parte del documental Exopía, que hace referencia a la combinación de las palabras griegas éxodo y utopía. En él han participado, además de Moreno, Aritz Gorostiaga ‘Goro’, director de la muestra, Mikel Mendibil, diseñador gráfico, y Mari Jose Zapata y Ana Larunbe, miembros de Zaporeak, que han convivido durante una semana con refugiados y voluntarios.

No todo ha sido trágico, y esa otra cara de la moneda también tendrá su hueco: “Hay mucha gente que lucha y que no tira la toalla, dispuesta a dar algo por los demás. Eso es lo más bonito”. “Veíamos el almacén lleno de alimentos de aquí, y más de 20 refugiados ayudando a descargar 18.000 kilos de comida de los camiones. Ahi estábamos, gente de Euskal herria, del Líbano, de Palestina,Afganistán o Sierra Leona, hablando por señas, pero con muchas ganas de ayudar”, recuerda.

Define la experiencia como una “montaña rusa de emociones”, aunque le apenaba saber que ellos podían volver cuando quisiesen, mientras los migrantes estaban encerrados en una isla sin ninguna posibilidad de llegar a la Grecia continental, y de ahí al resto de Europa. Por eso quiere que no se olvide lo que sucede allá, y por eso dará voz a aquellos migrantes a través del documental, y también de una página web donde colgarán los testimonios íntegramente y sin recortar. Moreno lo tiene claro: “El mensaje que quiero mandar es que entre todos se puede hacer algo por ayudar. No podemos mirar para el otro lado”.