Paqui Díaz no quiere volver a vivir lo que le ocurrió este lunes en el parking del centro comercial La Morea. Ella es una más de todas las personas con movilidad reducida o acompañantes de éstas, éste es su caso, que no han podido coger su coche porque otra persona había ocupado un sitio que no le pertenecía, en este caso, con el agravante de la actitud desafiante del otro conductor. Por eso ha decidido hacer ruido, para que la escuchen y así crear conciencia de la necesidad de que estas plazas sean respetadas.
Todo comenzó cuando bajó al aparcamiento después de realizar unas compras con su hija Rocío, de 19 años y que tiene una discapacidad intelectual del 92%. Por eso, tiene reconocido el derecho a disponer de la tarjeta de estacionamiento de vehículos para personas con discapacidad que presenten movilidad reducida. Sin embargo, una vez más, y ya son muchas, el derecho le fue negado.
Cuando llegó a la plaza donde había estacionado su vehículo, se encontró a otro coche aparcado justo encima de la línea que divide dos plazas de aparcamiento, entre dos coches con tarjeta para personas con discapacidad que estaban debidamente aparcados, cada uno en su plaza. Ese otro vehículo bloqueaba el acceso al asiento del conductor y el de atrás de Díaz, que coincide con el lado en el que suele ir Rocío. Al ver lo que ocurría “se puso nerviosa y se echó al suelo a llorar”, explicó.
Actitud desafiante
Hasta aquí sería una más de las veces que le ha ocurrido algo parecido. Sin embargo, cuando el conductor del vehículo que impedía el paso apareció, el enfado de Díaz fue en aumento. Rocío seguía llorando desconsoladamente en el suelo, “no había forma de levantarla y fue llegando gente que muy amablemente me ayudó a calmarla y avisar a seguridad”. Cuando la vigilante de seguridad llegó decidió avisar a Policía Foral, que finalmente acabó multando al conductor.
A la media hora de que comenzara todo apareció el dueño del coche, que “no me miró a la cara ni se disculpó”. “Me sentó fatal que se creyese con el derecho a hacer eso, y encima la mala era yo por llamar a la policía”, lamenta Díaz. Además, mientras, Rocío seguía llorando, el hombre “se puso chulo”, tanto con ella como con la vigilante de seguridad.
Es necesidad y no lujo
“Podía haberme ido sin hacer ruido, pero me parece injusto que haya personas que se crean con el derecho de hacer lo que les de la gana”, denunció. Según Díaz, el hombre no supo reaccionar, pero ella no quiere criminalizarlo a él: “Quiero enfocarlo desde un punto de vista educacional, porque no es cosa de una persona o de lo que me ocurriese a mí”.
En ese sentido, reivindicó que aparcar en plazas para personas con movilidad reducida es una necesidad, y no un lujo. “La actitud que tuvo fue lo que me indignó más. Él dijo que había sido un despiste, pero la línea entre el despiste y la negligencia es muy fina”, añadió.