Todo son risas. Abdullah (33) e Ibrahim (30) bromean junto a Ángela García, responsable del proyecto SOMOS y Sanae Edra, mediadora-traductora, antes de empezar la entrevista. Sin duda las familias sufren el alejamiento de sus seres queridos y por las noches les abruma la intranquilidad del futuro y la llegada a un país del que desconocen todo, pero palpar en sus rostros la tranquilidad con la que ven crecer a sus hijos y cómo cuentan que tienen amigos en el colegio, da una paz a quien vive en la tierra que acoge a los refugiados que roza el orgullo.

PATROCINIO COMUNITARIO

Abdullah y su mujer Ayoush (27 años) fueron la primera familia en llegar a Tudela junto a sus tres hijos Mohamad (9), Mustafá (6) y Amani (4) en febrero de 2022. Poco después, en julio del mismo año, llegaron Ibrahim, Aya (21) y sus hijos Taline (5) y Suleiman (2). Son dos de las tres familias de origen sirio, refugiadas en el Líbano que han sido reasentadas en la capital ribera a través del programa de patrocinio comunitario, SOMOS. Se trata de una iniciativa pionera enmarcada en el Programa Estatal de Reasentamiento, promovida por el ACNUR como propuesta de solución duradera de inclusión de personas refugiadas, y a la cual en el año 2021 se sumó el Gobierno de Navarra, apostando por un modelo de acogida que hasta ese momento sólo se venía desarrollando en País Vasco y Comunidad Valenciana.

“Desde Gobierno de Navarra se optó por iniciar esta experiencia piloto en Tudela, y cuando se nos ofreció la posibilidad de acompañarlo, nos sumamos enseguida porque vimos que era un modelo de hospitalidad que encajaba perfectamente con aquello que defendemos desde las obras del SJM, que trata de servir, defender y acompañar a las personas migrantes a través de un modelo alternativo a la acogida tradicional basado en la implicación y vinculación comunitaria”, explica Abel García, responsable del Centro Lasa, perteneciente a la Fundación San Francisco Javier.

Taline y Amani, durante el cumpleaños de la primera. Fermín Pérez Nievas

Se trata de un programa inspirado en el modelo canadiense que apuesta por implicar y responsabilizar a la comunidad en la labor compartida de responder conjuntamente a los movimientos de refugiados, de una forma más eficaz, equitativa y justa. “Se organizan pequeños grupos (Grupos Locales) integrados por vecinos y vecinas de la Ribera que voluntariamente asumen la responsabilidad ciudadana de dar la bienvenida y acompañar a las familias que llegan a nuestra ciudad.” explica Ángela, responsable del programa. “La responsabilidad del acompañamiento de estas familias va más allá del equipo técnico. Los vecinos comparten el día a día, incluso las tareas más rutinarias, como ir a la compra, al médico o al parque a jugar con sus hijos con las familias recién llegadas”, generando así vínculos que permiten una integración real, más rápida y amable. “A través de esta experiencia queremos animar a todas las personas de la ciudad a participar, no en un voluntariado, sino en una experiencia transformadora”.

Ayous (al fondo), con sus hijos. Fermín Pérez Nievas

REASENTAMIENTO

“Nosotros, venimos del Líbano, donde nos vimos obligados a refugiarnos tras el inicio del conflicto en nuestros hogares. Pero la gran crisis económica que atraviesa el país hizo que la situación para las personas que se encuentran allí refugiadas sea especialmente complicada. En los tres últimos años, con la crisis, ha nacido un sentimiento de racismo y discriminación que antes no existía. Nos decían que no había trabajo, teníamos toque de queda, habían retirado las ayudas a los sirios. Somos árabes, pero estábamos viviendo allí un racismo que aquí no vemos”, explica Ibrahim.

El reasentamiento, consiste en el traslado de personas refugiadas de un país, en el que buscaron protección, hacia un tercer país que está de acuerdo en admitirlos con permiso de residencia permanente, convirtiéndose en un salvavidas para aquellas personas en situación de riesgo mayor. Ángela aclara que “ACNUR identifica como necesidades de protección: personas en necesidad de protección; supervivientes de tortura y personas que sufren un trauma; niños no acompañados o separados; mujeres o progenitores solteros; personas con discapacidad mental y física; y personas que requieren asistencia médica”.

Abdullah y Ayoush e Ibrahim y Aya no dejan de sonreír mostrando la buena relación que han creado entre las familias que se ayudan ante cualquier problema, de hecho, Ayoush ha ejercido de anfitriona y ha acudido al aeropuerto de Madrid para dar tranquilidad a cada familia que llegaba ya que, como ella misma indica “yo entiendo los miedos y la incertidumbre que se siente”. Lo mismo hizo con la tercera familia, que llegó en enero de 2023, y que está compuesta por Khaled (30 años) y Manfiya (24 años) y cuatro hijos Qussay (7), Taqwa (5), Abdel Rahman (3) y el pequeño Mohamed de solo un año de edad.

Su día a día comienza, como en cualquier otra familia, llevando a los y las pequeñas al colegio, “Los niños son como una esponja, aprenden lo que escuchan y vemos que ellos aprenden un montón. Tienen amigos y nos damos cuentan de que aprenden muchísimo”, apunta Abdullah. A partir de ahí, acudir a clases de castellano y de formación laboral e incluso, en el caso de Abdullah, hacer algo de deporte jugando al fútbol con unos amigos son sus citas. Como relatan a la traductora, están contentos, “comparándola con Madrid y otras ciudades, Tudela tiene todas las necesidades cerca y no necesitamos coger autobuses para hacer los recados, los colegios están aquí, los supermercados, los médicos, tenemos todo lo que necesitamos”, aseguran.

Abdullah, Ibrahim y Khaled junto a Emilio, otro voluntario del grupo, comparten tareas desde hace semanas con otros vecinos de La Mejana en uno de los huertos sociales con los que cuenta el Ayuntamiento de Tudela y que se ha puesto a disposición del programa, mientras continúan con sus procesos de aprendizaje de castellano y formación laboral, ya que, como afirma Ibrahim, que tuvo que interrumpir sus estudios tras la huida al Líbano por la guerra en Siria, “puedo trabajar en cualquier cosa. En Líbano, un mecánico puede trabajar sin título y sin nada, aquí para cualquier cosa necesitas un papel, un permiso que diga que has estudiado eso. En estos dos años tengo que hacer lo posible para hacer cursos y aprender castellano”.

Abdullah tiene la esperanza de encontrar trabajo de jardinero, algo que le apasiona y a lo que se dedicaba antes de llegar a Tudela, mientras su mujer, Ayoush, de eterna sonrisa, sueña con abrir un restaurante de comida siria en la capital ribera.

Los pequeños, disfrutando en un parque de Tudela. Fermín Pérez Nievas

EL TRABAJO DE LOS VOLUNTARIOS

La apuesta del programa por implicar desde el primer momento a la ciudadanía en el acompañamiento a las familias hace posible la creación de vínculos y redes que se mantienen más allá de los 24 meses que el programa prevé de acompañamiento técnico por parte del equipo del Centro Lasa “No se quedan solos, tienen al grupo local que acompaña a cada familia, siguen en Tudela y esas relaciones se han tejido con nuestro acompañamiento y van a quedar”, explica Ángela.

Familias, voluntarios y trabajadores del Centro Lasa han celebrado ya varios cumpleaños de los niños y niñas que crecen y se crían con tranquilidad en la capital ribera. También han compartido mesa en Ramadán, se han divertido en Fiestas de Tudela y se preparan para los días de piscina… “los niños siempre tienen ganas de ir al cine o a jugar con Rebeca”, comenta Ayoush haciendo referencia a una de las voluntarias que acompaña a su familia y que se ha convertido en alguien imprescindible para ellos.

La apertura de las familias, junto al acompañamiento conjunto de la comunidad y de todo el equipo técnico, hace que las familias no sientan que llegan a una nueva ciudad, sino que se encuentran en un lugar donde se les estaba esperando tras huir de la guerra en Siria y de la crisis del Líbano.