Aunque el valle de Baztan no es ajeno a la visita anual de las codornices, este año se ha producido un notable incremento del número de ejemplares, tal y como confirman tanto cazadores de la zona como muchos otros que acudieron a Elizondo el pasado 3 de junio para celebrar el Día de la Caza de Navarra y que percibieron también esta situación. Expertos en esta especie, como Jesús Nadal, doctor en Biología Animal del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad de Lérida, indican que este aumento seguramente se deba a la climatología de la primavera en la península ibérica, con una sequía que motivó un adelantamiento en sus migraciones.

Según comenta Nadal, las aves migratorias, que vienen a nidificar a Europa y que regresan después al continente africano para invernar, necesitan los pasos que la orografía abre a las rutas de viaje. En este sentido, precisa que los itinerarios de viaje de bajo costo son beneficiosos para las poblaciones itinerantes, puesto que es a través del hábitat aéreo donde las aves establecen la conexión entre distintos puntos terrestres.

Y aquí entra en juego la Comunidad foral. “Navarra –apunta Nadal– cuenta con muchos terrenos importantes para el paso de la codorniz, que, según los años, eligen las estancias de reproducción o las paradas de reposición, que son mucho más cortas, ya que pueden durar desde horas hasta pocos días”. Por ello, la presencia de la codorniz en el valle del Baztan es muy variable y cambia con la meteorología que se haya registrado cada año, ya que depende de cómo llegan y se distribuyen tanto las lluvias como las temperaturas. De hecho, influye no solo la meteorología de la zona, sino también lo experimentado en otras zonas de la península y de Europa desde el final del invierno hasta el final del verano.

Esto es así porque la codorniz, un ave pequeña, de unos 11 centímetros y 100 gramos de peso, es muy vulnerable a la depredación y a los fenómenos meteorológicos adversos que la sorprenden durante sus viajes. Por estos motivos, el éxito de su supervivencia radica en su pericia para elegir los momentos, es decir, cómo y dónde estar. De esta forma, sus depredadores no la detectan, aunque, al mismo tiempo, necesita estar bien conectada con las demás codornices. Por eso, en la primavera, en los campos no deja de sonar el característico canto de los machos de esta especie.

Nadal sostiene que las poblaciones de animales silvestres se caracterizan por su distribución, abundancia y conectividad. “Precisamente, Navarra es clave para la conectividad de la codorniz entre la península ibérica y el resto de Europa”, afirma, al tiempo que resalta que, al igual que para muchas otras aves, “los prados del valle del Baztan juegan en esa tesitura un papel tan primordial como desconocido”.

Este experto en la codorniz manifiesta que este valle de Navarra, debido a su rango de altitudes y a su influencia atlántica, goza de un clima excepcional para la producción pratense. “Son habituales cuatro cortes de la hierba: finales de mayo, julio, agosto y septiembre. Estos prados, por su producción ecológica, sin uso de productos fitosanitarios, albergan una elevada biodiversidad, donde la codorniz encuentra un auténtico paraíso”, remarca.

Sin embargo, este particular vergel apenas dura unos días, ya que, mensualmente, llega la siega. De esta manera, se suceden cuatro ciclos de crecimiento y corte en períodos mensuales, que no permiten la existencia de tiempos suficientes para el desarrollo de un ciclo reproductor de la codorniz. La consecuencia directa de esta realidad es que los nidos y los pollos son atropellados. Aunque no todos, porque siempre quedan bordes y rincones en los que algún ejemplar consigue salvarse.

“A la codorniz –sentencia Nadal– no le queda otra opción que proseguir con su viaje. Y esto se produce así debido a que no dejamos espacio para que se complete el ciclo biológico, ya que nadie paga la maduración y la producción de semillas de la hierba para la fauna silvestre”. En este punto, el catedrático de la Universidad de Lérida se pregunta si el Ejecutivo de la Comunidad foral podría destinar fondos para conservar y producir biodiversidad. “¿Es cuestión de contrariedad y dejadez política?, ¿es un problema de falta de entendimiento entre sus gentes?”, se cuestiona Nadal.

La clave, según incide, es que “los patrones de conectividad de la población de codorniz necesitan al valle para unir sus poblaciones, pero las personas no son capaces de favorecer su presencia dejando espacios para la biodiversidad, cuando, en esa zona de Navarra, la biodiversidad pratense es una joya natural”.

Como muchos otros cazadores y actores tanto del sector cinegético como del mundo rural, Nadal considera que la riqueza no debe medirse únicamente con dinero. “Fingir y prolongar la ilusión de que cuidamos la naturaleza cuando, en realidad, no apoyamos al mundo rural es algo que debe cambiar cuanto antes”, opina. Centrado en Navarra, defiende que “de nada sirve cerrar los ojos ante las evidencias que nos delatan, porque en el valle del Baztan nadie caza la codorniz durante la media veda, porque no ha habido ninguna persona que se haya encargado de conservar su hábitat, ni tampoco de valorar la presencia de la especie, o ni siquiera de reclamarla como un valor importante de su naturaleza”.

Elizondo, por otro lado, no ha sido el único enclave en registrar un incremento en las poblaciones de codorniz, ya que también ha habido paso abundante de estas aves en lugares como Viscarret, Larraún, Guerendiáin o Arizcun. Y todos, por el mismo motivo principal: una primavera seca en la península, lo que ha propiciado una población muy abundante de codorniz en Navarra.

El colectivo cinegético reclama al Gobierno foral que se ponga manos a la obra para dejar espacio a esta ave y para toda la biodiversidad que la acompaña, porque son muchas las especies que viven en los espacios abiertos. “Las codornices, así como el resto de las aves y la fauna en general, precisan de las praderas y los rastrojos, por lo que es necesario conservar estos últimos el mayor tiempo posible, para así favorecer la vida silvestre, la biodiversidad y la conservación del suelo”, manifiesta Nadal, que añade que, con esa labor, se frenará también la erosión y se retendrá el agua. “Todo esto forma parte del bien común, por lo que se debe subvencionar a los agricultores, como contraprestación a su cuidado de la naturaleza”, destaca.

“Cuándo volveremos a ver a las codornices, si no nos ocupamos de cuidar su hábitat. De cómo dominemos la tierra y el agua dependen los hábitats que quedan para la fauna silvestre. Es responsabilidad de todos cuidar la naturaleza”, concluye Nadal.