José María Puig es el presidente de la organización Ayuda Contenedores, una entidad, galardonada por el Gobierno de Navarra con el premio San Francisco Javier 2023, que se encarga de dar soporte logístico a las ONG para la recogida, almacenaje y envío de materiales a todo el mundo. Puig, desde la sede de este colectivo en Pamplona, ha hecho en una entrevista con EFE un llamamiento a la sociedad navarra para poder seguir manteniendo la ayuda humanitaria.

En los contenedores de esta organización, creada en 1995 por su padre, Esteban Puig, al que "no se le ponía nada por delante", se envían alimentos, ropa, pupitres de escuela, maquinaria de todo tipo, mesas de quirófano, camillas, instalaciones fotovoltaicas, material de higiene o cunas, entre otros muchos equipamientos.

La asociación, que trabaja con personas voluntarias, la mayoría de ellas jubiladas, se ha visto muy afectada por el gran incremento del precio del envío de contenedores por vía transoceánica.

¿Por qué decidió dedicarse a esta actividad?

Esta ONG ya estaba inventada. Mi padre era un emprendedor y yo soy un seguidor. Mi padre era al que se le ocurrió esto, el que, junto a un grupo de amigos y de colaboradores, empezó a hacer esto en 1995. Él veía que había muchas cosas que podían tener una segunda vida y empezó a mandar ayuda humanitaria al Tercer Mundo, al principio a través de los Salesianos.

Mi padre no tenía ninguna experiencia, lo que pasa es que era un hombre inquieto y un emprendedor. Había emprendido un montón de negocios y no se le ponía nada por delante. Si él no hubiera hecho nada, esto no existiría.

Yo lo que hago es continuar con la labor de mi padre, que murió en el 2010, y rodearme de gente maravillosa que hace que esto sea posible todos los días.

¿Qué objetivo tiene Ayuda Contenedores"

Lo que hacemos es ayudar a distintas ONGs. Yo les llamaría contrapartes, porque hay veces que un misionero que está en Gambia, en Ghana, en Benín o en Mozambique no tiene una ONG, sino que forma parte de una congregación.

Son muchas veces personas muy involucradas allá que necesitan recursos para hacer su labor mejor y entonces contactan con nosotros para decirnos que necesitan material para hacer un pozo o una escuela.

¿Qué tipo de materiales les reclaman?

Material como pupitres de escuela, como hemos mandado hace poco a Gambia, o un misionero al cual le estamos ayudando porque está haciendo un hotel y un restaurante y estamos ayudándole a comprar toda la maquinaria. Servirá para que alumnos estudien hostelería, una carrera en un país como Mozambique, con 2.500 kilómetros de costa, que prevén que va a ser un futuro de desarrollo y están intentando formar a la gente.

Este sábado vamos a mandar a Liberia una instalación fotovoltaica a un hospital de Monrovia de la Fundación Eki de Bilbao y nosotros rellenamos el envío con camas de hospital, mesas de quirófano, camillas y fungibles, que son lo que nos han pedido.

También colaboramos con lo que se llama 'asistencial', hemos colaborado mucho en el terremoto de Siria y colaboramos con Ucrania. Lo que hacemos ahí es mandar ya más tipo alimentos, que es un poco lo que lo que necesitan para sobrevivir en esa situación tan dramática    

¿Qué perfil tienen sus voluntarios?    

La mayoría son jubilados y también hay personas presas en la cárcel de Pamplona. En esta vida, pues solemos meter la pata, y digo solemos porque nos puede pasar a cualquiera. Y hay algunas penas que se pueden redimir con trabajos para la comunidad. Y entonces la cárcel de Pamplona nos manda algunas personas y colaboran con nosotros.

¿Os está afectando mucho el aumento del coste de envío de contenedores?

Muchísimo. Son sobre todo los costes transoceánicos hacia el Atlántico. Eso es lo que lo que más ha subido. Nosotros hemos mandado contenedores a Perú por 2.400 euros y ahora no lo haces por menos de 7.000 o 8.000.

Todo depende de qué estás enviando y si lo que envías tiene un valor que realmente supera eso. Si lo que envías es realmente necesario, si es algo caro, te puede resultar barato.

¿Habéis mandado algún contenedor a Gaza?

El martes hemos mandado primer un primer contenedor, con 22 toneladas de alimento y enseres como compresas, pañales y jabón. No sabemos lo que va a pasar, porque el contenedor iba a Haifa (Israel) a través de una ONG jordana. Tenemos una contraparte allá que es una monja que vive en el Líbano y que no puede entrar a Israel.

Es bastante complejo que el contenedor llegue a destino, pero, dada la necesidad que tienen allá, hemos decidido arriesgarnos. En caso de que el contenedor no llegue a destino o no salga del puerto, lo tendremos que volver a traer hacia aquí.

Pero entendemos que tenemos que asumir este riesgo por las calamidades que están pasando en Gaza, nos están pidiendo ayuda y, en caso de que pudiera pasar, intentaríamos enviar más contenedores y remover un poco a la sociedad navarra para conseguir ayudas y poder enviar más materiales.