La peregrinación hacia Javier reúne cada año a miles de personas cada una con su historia personal. Entre la gran masa que recorren los 55 kilómetros que separan Javier de la capital navarra se mezclan quienes se aventuran por primera vez y quienes llevan toda una vida participando en esta tradición navarra

Moisés Zalba, de 60 años, Miguel Zalba, de 62, y Enrique Larumbe, de 70, forman parte del núcleo habitual de las Javieradas y este año cumplieron 25 peregrinaciones. Moisés explicó que “cada uno tiene sus motivaciones que le mueven, yo tengo mis motivos y mis peticiones”. Por su parte, Larumbe describió la Javierada como “espiritualidad, deporte y tradición” y aseguró que “al llegar al castillo se siente algo especial”

A pesar de vivir en Donosti, Larumbe sigue acudiendo a la cita cada año y, al igual que sus amigos, no se plantean dejarlo. Respecto al tiempo, aseguraron que “en 25 años nos ha tocado de todo y, a pesar de que el viento molesta, no es de los peores. Está siendo un paseo”. 

Miguel recordó con cariño el año en el que falleció su madre y la de Moisés, y aquella Javierada que realizaron en su honor a mitad de mayo. “Ese año la hicimos más tarde por nuestra cuenta y fue muy dura. En pleno mayo fuimos nevando desde Monreal hasta la Venta de Judas. Nos salpicaban los coches y la gente se paraba a ver si necesitábamos ayuda o nos pasaba algo”. 

40 AÑOS EN CUADRILLA

En la jornada del sábado se encontraba una cuadrilla que también completó el recorrido a una persona fallecida. “Siempre hemos hecho la Javierada en cuadrilla y este año ha fallecido una amiga nuestra. Esta vez, tenemos una motivación distinta, lo hacemos como homenaje”, explicó Ana Amézcua, de 50 años, que forma parte de una cuadrilla que sigue junta desde el colegio y llevan 40 años peregrinando juntas hacia Javier. Es tal la devoción que les mueve que han llegado a hacerla “fuera de fechas”, según señaló Ana Alvárez. “Cuando no hubo por la pandemia también la hicimos, no fallamos ni un año. 

La cuadrilla recordaba sobre su amiga que “era la sargento. Nos quedábamos hablando y ella era la que nos animaba a seguir”. Sin perder la sonrisa, aseguraron que “hoy ella nos empuja”