El próximo miércoles,17 de abril, Euskaltzaleen Topagunea celebrará la jornada Gero eta aldeko gehiago. Tejiendo alianzas en el palacio del Condestable de Pamplona, donde presentará su propuesta estratégica para aumentar el apoyo social en torno al euskera. Uno de los objetivos del movimiento que reúne asociaciones y personas que trabajan por el euskera es que en el futuro una gran mayoría de la población de Navarra “apueste por el proceso de revitalización del idioma y, en consecuencia, apoye las medidas necesarias y decisiones valientes que deben adoptarse en ese sentido”.

La propuesta es el resultado de un proceso de diagnóstico y análisis que comenzó hace más de dos años y en el que han participado personas de diversos ámbitos y zonas geográficas, vascohablantes y no vascohablantes, y que ha servido para compartir reflexiones y realizar un diagnóstico de la situación actual. Es en este proceso en el que ha participado Cristina Osés, socióloga estréchamente vinculada al movimiento juvenil de la Ribera.

Euskaltzaleen Topagunea dará a conocer el trabajo realizado durante los dos últimos años. ¿Cuál ha sido su participación en este proceso?

Yo he participado como persona que ha aportado su visión dentro del proyecto pero es Topagunea quien ha dirigido todo el proceso. Entiendo que el objetivo que siempre se ha marcado desde la entidad, y también en la jornada, es el de seguir avanzando en la normalización del euskera en todas las zonas de Navarra y en aumentar cada vez más la cantidad de vascohablantes. Es el objetivo de la jornada y del proceso que empezó hace dos años la entidad.

Concretamente participará en la mesa redonda sobre nuevas líneas discursivas en torno al euskera. ¿Qué temas se abordarán en esta mesa?

Por mi parte, hablaré desde la experiencia personal de pretenecer a la comunidad euskaltzale de la Ribera y de cuánto me costó entrar en la comundad euskaltzale en Iruña. Aportaré la visión de qué discursos y qué prácticas pueden favorecer la normalización en las zonas donde no se habla euskera y donde ni siquiera es una opción, ya no legislativamente o legalemente, sino una opción a nivel de viabilidad, porque el entorno no lo permite. ¿Qué es lo que puede hacer la comunidad euskaldun del resto de Nafarroa para apoyar esos procesos de inmersión linguistica y de avance? Hablaré sobre ese tema, sobre qué cosas hacer para avanzar; y subrayaré una idea que ha estado presente en todo el proceso: la de que no es necesario elegir entre el todo o la nada, que hay un camino y un proceso que disfrutar. En ese proceso también hay que tejer sinergias.

¿La zonificación impuesta por la Ley Foral del Euskera ha sido clave para incidir en esa división entre comunidades euskaltzales de diversas zonas de Nafarroa?

Efectivamente, y el principal problema es la convivencia con el idioma. No estamos hablando de un problema idiomático al uso, sino de un problema de convivencia real en el que se construyen diversas identidades de muchos ámbitos: personales, políticas, sociales, culturales… Además, esas identidades no comparten espacios. Durante muchísimos años la comunidad euskaldun ha tenido que sobrevivir introduciendo prácticas exclusivas para la comunidad euskaldun, en ámbitos como la escuela o en el espacio cultural. Una vez que cae la zonificación lingüística y que a la Ribera se le permite estudiar en euskera, se ve que los datos son mejorables, que la gente no está accediendo a esa opción. Por lo tanto, la práctica tiene que cambiar. Y la práctica cambia poniendo en el punto de lanza la convivencia. Esa convivencia parte por que la Ribera empiece a escuchar el euskera en sus calles y en sus colegios. Y para eso necesitamos la implicación de la comunidad euskaldun tanto de esta zona como del resto de Nafarroa.

Los datos sociolingüísticos indican que hay una parte de la población navarra, alrededor de un tercio, que no tiene ninguna relación con el euskera ni con la cultura vasca.

Eso es un problema. Hay muchos discrusos que ven el euskera como algo que quiere atacar una identidad en las zonas no vascófonas, y hay otras personas que ante esa división tan evidente prefieren pasar olímpicamente del tema. Creo que la perspectiva que pone encima de la mesa Euskaltzaleen Topagunea intenta acercar a todo el mundo el euskera y cambiar la concepción de lo que te comentaba, del “todo o nada”. Hay muchos posicionamientos que nos pueden acercar a que la convivencia con el euskera sea más efectiva. Y es construir una comunidad euskaltzale dentro de las zonas no vascófonas. Eso significa empatizar con la comunidad de padres y madres que han apostado por el modelo D, pero también con la comunidad de padres y madres que han apostado por el modelo A en la Ribera, que a mí me parece muy importante hacia esa convivencia y esa normalización. Los datos sociolingüíticos no son muy favorables y hay que cambiar el prisma.

Ha dicho una palabra que parece ser clave en un entorno social cada vez más plural y diverso: la empatía.

Totalmente. Y más en sociedades tan complejas y diversas como la navarra, de la que nos cansamos en destacar continuamente su diversidad y pluralidad política, pero donde somos incapaces de vertebrar unas estrategias que se adapten a contextos específicos. La empatía como prisma y punta de lanza es fundamental. La empatía hacia la comunidad euskaltzale y euskaldun, pero también la empatía hacia una comunidad no vascófona que ve que el euskera puede ser algo negativo, por toda la historia y toda la propaganda política negativa que se ha hecho en torno a él. Al final construimos nuestra identidad en base a todo lo que tenemos alrededor, y terminar con eso es una tarea muy complicada que se debe hacer paso a paso.

Los datos indican un claro estancamiento en Navarra en cuanto a la opinión sobre la promoción del euskera, que se divide más o menos en tres tercios: 30% a favor del euskera, 33% a favor ni en contra y 37% en contra. ¿A qué cree que se debe?

Parecía que con la caída de la zonificación lingüística todo iba a estar resuelto y resulta que muchas personas no quieren saber nada del debate, por puro aburrimiento y astío. Para mí, el origen está sin duda en la instrumentalización constante del idioma y todas las cuestiones que hay alrededor. Al final es una cuestión de identidades. En ese sentido, hay una parte de la población a la que no vamos a poder acceder, no va a querer convivir nunca con el idioma. Pero otra cosa es que no quiera convivir porque no va querer aprender y otra es que la comunida euskaldun o euskaltzale crezca tanto dentro de las poblaciones no vascófonas que tenga que convivir por narices, y esa normalización vaya al alza. Sí que es verdad que hay un porcentaje de población muy alto que nos va a ser imposible de atajar, pero hay otro porcentaje de gente a la que le da igual, que si conseguimos atraerlo hacia políticas de normalización y promoción del euskera va a ser un aliado muy importante en esa convivencia. Las prácticas y los discursos tienen que empezar a cambiar.

¿Y qué elementos o ideas no pueden faltar en esos discursos?

En mi opinión, principalmente hay un elemento, que es el reconocimiento a la imposibilidad. Es decir: no todo el mundo tiene ganas de aprender euskera, ni la necesidad, ni lo ve tan importante. Muchas veces, la comunidad euskaldun, que tiene sus propios procesos, entiende el euskera como algo prioritario, pero en realidad al resto de las personas no les importa tanto. Y eso es importante tenerlo en cuenta a la hora de generar discursos. Si los discursos son hacia el reconocimiento de cualquier tipo de paso hacia adelante, sea el modelo A o el modelo D, por ejemplo. No es necesario que una persona actualmente sea parte de la comunidad euskaltzale o tenga un compromiso al 100%. Necesitamos también compromisos del 15%, 20% o 30%, porque eso es lo que va a sumar el porcentaje de personas que están a favor de la promoción del euskera. Acercar a esa gente indecisa o a la que ahora mismo le da lo mismo el euskera es el objetivo principal para los próximos años.