Tras dos meses lejos de la radiación y la guerra ha llegado la hora de volver a casa para los 20 niños y niñas ucranianos que han disfrutado del verano en Navarra. Con tristeza, pero con la seguridad de que se van a volver a ver, las familias navarras han despedido a los menores que han emprendido hoy el viaje de regreso.

La asociación Chernóbil Elkartea ha vuelto ha proporcionar a una veintena de niños y niñas ucranianos un verano lejos de la "tragedia" en la que está sumida su país. En total han sido 108 menores los que han participado en el programa este año: 20 en Navarra, 30 en Bizkaia, 50 en Gipuzkoa y 8 en Álava.

A las 10.00 horas de hoy martes, han partido en autobús en dirección Polonia, donde cambiarán de transporte. Una despedida llena de lágrimas, abrazos y promesas, como la de reencontrarse en navidad.

Foto de grupo de los niños y niñas de Ucrania que han pasado el verano en Navarra. Unai Beroiz

Es el caso de María Pilar Fernández y Martín Marticorena, que se han despedido de Stas, de 10 años. A pesar de la distancia son dos familias con gran relación ya que su hermana mayor, Diana, ha acumulado 7 años pasando el verano y la navidad en Navarra. "Hace 9 años vimos un anuncio en el periódico de que necesitaban familias de acogida decidimos participar. Desde entonces no hemos fallado un año", explica María Pilar.

Por su parte, Martín recuerda que "un verano vino Stas, con su hermana y su madre. Así le conocimos y se ha quedado todo el año con nosotros", mientras su madre se recupera de una enfermedad. Unos cuantos meses en los que no ha perdido el tiempo y, además de estudiar en el colegio, ha jugado en el equipo de fútbol de Huarte en la posición de "delantero, extremos izquierdo y extremo derecho, lo que sea, pero arriba", según destaca Stas. Es un gran aficionado al fútbol y, como tal, lo que más destaca de su experiencia son las tres ocasiones en las que ha acudido al Campus Osasuna.

Fermín Marticorena y María Pilar Fernández junto a Stas, de 10 años Unai Beroiz

"Ha hecho tantas cosas y ha aprendido tanto inglés y castellano que casi se le olvida el ucraniano", bromea Martín, a lo que Stas matiza que "mi hermana ya me enseñaba castellano cuando volvía de los veranos". Por ahora se despiden hasta navidad con la certeza de que "podrá volver cuando quiera".

El origen de unas relaciones para toda la vida

Frente a la experiencia, la novedad de la primera vez de Javier Lara y su familia, que han acogido por primera vez a un niño ucraniano durante este verano. "Estamos muy satisfechos con la experiencia, ha sido muy bonito", concluye. Lo que más destaca son las fuertes relaciones que han forjado con sus hijos ya que el pequeño ha venido con 6 años y sus hijos tienen 7 y 5 y "han estado todo el rato jugando juntos". Así ha quedado plasmado en un álbum de fotos que le han regalado de despedida que reúne todos los recuerdos de este verano. También ha tenido sus barreras, como recuerda Javier que "al principio no nos entendía bien pero al mes y poco ya chapurreaba".

Un niño ucraniano observa contento el álbum de recuerdo junto a sus hermanos de acogida Unai Beroiz

A lo largo del verano han participado en dos actividades de Elkartea: un taller de cocina en Donosti y una visita a Anoeta, estadio de la Real Sociedad. "No era muy futbolero cuando vino, pero también fuimos un día al Sadar y le encantó", destaca Javier mientas señala la camiseta de Osasuna que lleva puesta al subirse al autobús.

Entre todas las familias navarras voluntarias, abarcan distintas situaciones de acogida entre los meses de verano y años enteros en calidad de refugiados por la guerra. Janire Larrazabal es de Vizcaya, pero ha pasado el verano en Arazuri, de donde es natural su pareja, Ander Villanueva. Además de participar en el programa de verano, Janire acogió hace ya 8 años a un adolescente ucraniano, que ya tiene 26 años. "Vino como refugiado político por la Guerra de Crimea y ahora tiene el permiso por la guerra actual, pero todavía andamos a vueltas con la documentación", critica Janire.

Asier Villanueva, Janire Larrazabal y su hija, junto a la pequeña ucraniana que ha pasado el verano con ellos. Unai Beroiz

"Él está súper contento, tiene su trabajo, pareja y su vida hecha aquí", destaca la vasca que lleva 14 años ejerciendo de madre de acogida. "Hubo un llamamiento para conseguir más familias y empecé cuando mi hija era pequeña. Han pasado varios niños y niñas por casa", cuenta.

"No tenemos que olvidar que vuelven a su casa"

Lo peor del programa de Chernóbil Elkartea es que se acaba. "La despedida no es nada fácil, ni para los padres ni para la asociación", explica Flor Díez, voluntaria desde hace 8 años. Ella conoce bien la situación y se puede poner en la piel de los padres y madres ya que su hija vino por primera vez con 8 años y ahora con 16, también es voluntaria.

Emoción de las familias antes de la partida del autobús Unai Beroiz

"Conozco lo que sienten los padres porque lo sentía con mi hija. La despedida es una pena terrible, pero te intentas animar como puedes", reconoce. El consejo que ofrece a los padres y madres es que "no tenemos que olvidar que vuelven a sus casas. Están en una situación muy mala, pero no dejan de ser sus casas y sus familias" y explica que se debaten entre la "dualidad de querer irse y querer quedarse".

Respecto al papel de las familias, señala que "hacemos lo que podemos. En realidad nosotros solo somos un apoyo para su vida, luego tiene que volver con sus familias". Sus familias de sangre, se refiere, porque sus familias de acogida les esperan hasta dentro de unos cinco meses con los brazos abiertos y muchas ganas de compartir más experiencias con ellos.