“Me diagnosticaron alzhéimer hace tres años y cuando me lo dijeron me quedé patitiesa”, recuerda Josefina Puertas, de 71 años y usuaria de la asociación Recuérdame, el principio de la desconexión. Tras unos duros primeros años, enfrenta la enfermedad con resignación, consciente de que cada día que pasa le gana tiempo a una cuenta atrás inevitable.

“Casi no me enteró de nada y no sé cuándo voy a dejar de saber, de mi gente, mis hijos, mis nietos...Esto es muy duro”, se lamenta con la voz entrecortada. Las fuerzas van y vienen según el día y reconoce que “solo queda hacer de tripas corazón”. Fina trabajó de modista y de vez en cuando lo retoma, pero no es capaz de recordar y le causa “mucha rabia”.

Padecer esta enfermedad implica hacer frente a una frustración constante. Una tarea en la que su marido desempeña un rol vital, como pasear con ella todos los días desde que se perdió por desorientarse, un día que recuerda “con mucho miedo”. En cuanto a su marido, cuenta que “me ayuda y me cuida muchísimo. Me dice que esto ha venido y hay que afrontarlo”, explica mientras acaricia a su perra Guapi, la cual llegó a su casa tras el diagnóstico. “Está todo el rato a mi ladito. Lloro mucho y ella me quita las lágrimas”, destaca.

En estos últimos años ha conocido a “una persona bellísima”, como es José Codina, presidente de Recuérdame. “Viene a visitarme y me ha ayudado mucho”, asegura con la alegría que aporta saber que no esta sola. De igual manera que recita los nombres de sus dos hijos, José y Susana, y sus tres nietas, Lucía, Sofía y Vera, quienes “no se olvidan nunca de nosotros”.