Apoyo Mutuo: "No nos llega para todos"
Apoyo Mutuo reparte alimentos todos los lunes y miércoles del mes a 240 familias y 170 jóvenes que viven en la calle. Además, cuentan con un ropero, acompañan y ofrecen clases de castellano para ofrecerles una vida más “digna”
Son 240 familias y 170 chicos que viven en la calle sin la posibilidad de estar en un comedor o de pedir ayudas al Ayuntamiento de Pamplona. Los lunes y miércoles de cada mes, alrededor de 1120 personas sin recursos pasan por el centro de reparto de alimentos de Apoyo Mutuo, ubicado en la antigua escuela infantil de Rochapea para recoger bolsas de comida y poder hacer frente a las vicisitudes económicas y al hambre. “Todos los miércoles repartimos fruta, verdura y bollería industrial y dos de estos días los destinamos a que las familias vengan a por alimentos básicos”, explica Tere González, coordinadora de la asociación. Por otro lado, los voluntarios preparan bolsas individuales para los chicos que viven en calle “con lo que tenemos; un litro de leche, dos latas de sardinas y tres de atún, pan, galletas, media docena de yogures y bollería industrial”, enumera.
El Banco de Alimentos de Navarra les distribuye los productos y ellos los entregan a las familias y chicos en el centro a través de un espacio al que se accede a través de una ficha. Después, pasan con su carro y recogen lo que necesitan; esto se complementa a la salida, cuando les dan fruta, verdura y patatas para completar el producto seco. Sin embargo, “no nos llega para todos. Queremos repartir a todos los que venís y damos menos para que nadie se quede sin nada”, le confiesa Tere a una mujer que llega para pedirle ayuda. De hecho, el propio Banco de Alimentos les comentó que cada vez les llegaba menos comida para repartir. “Lo que se llevan las familias no es tanto, tampoco les da para mucho”, sopesa. Tres litros de leche, una Coca-Cola, una bolsa de bollos, una docena de yogures, una docena de huevos, un brick de zumo y un kilo de legumbres, arroz o pasta, además de la fruta y la verdura que ofrecen cada semana. Como solución a esta problemática, la asociación compra también alimentos por su cuenta para que las personas que viven en la calle no pasen hambre.
Vivir en la calle
A pesar de que no haya un censo oficial, alrededor de 200 jóvenes de origen marroquí y argelino viven y duermen en las calles de Pamplona y la Comarca; en concreto, en el parque Aranzadi, “que está lleno de ratas y los chicos tienen riesgo de coger infecciones”, bajeras cerradas o en los túneles de Plazaola cuando llueven. Apoyo Mutuo brinda 170 bolsas de comida y reserva 20 para los estudiantes que se acercan a la hora de comer. No obstante, esta ayuda no es suficiente porque siguen “desamparados”. La asociación reclamó a las administraciones para que todos los chicos pudieran tener un sitio en el que dormir. Se han abierto 38 plazas en el Albergue de Jesús y María, 58 en Trinitarios, pero “todavía quedan algunos chicos que van a tener que seguir viviendo en la calle. En Pamplona entran miles de personas por San Fermín ¿cómo no van a poder dormir estos chicos de forma digna?”.
Con todo, el tener alimento para repartir no es más que una excusa para acompañar en el proceso a las personas que no tienen recursos. “De vez en cuando, viene una mujer a la que le quitaron sus tres hijos porque no consideraban que pudiera cuidarlos. En esos momentos, nos ha tenido a nosotros y le hemos tratado de ayudar en todo lo que pudimos”. También llegan familias enteras de origen inmigrante que han pedido asilo político durante un año que se quedan en calle “sin que les hayan pedido todavía la renta. Se quedan entre el cielo y la tierra, sin nada para comer y tienen que contar con nosotros o no lo cuentan”, reflexiona.
El frigorífico vacío
Roel Villamar aguarda su turno en la cola con una caja de madera que espera llenar para que su esposa, su hija, sus nietos y su yerno puedan llegar a fin de mes sin que el frigorífico esté vacío. “Este reparto no nos ayuda por completo, pero nos abarata el costo de la canasta”. Procedente de Guayaquil (Ecuador), llegó hace 24 años a Ripagaina gracias a que Apoyo Mutuo le brindaran la ayuda necesaria para acceder a un piso de protección.
A pesar de los intentos de la asociación por suplir los problemas de compra de alimentos, “a veces es suficiente y otras no. El alimento seco puede aguantar, pero los yogures, la leche o los huevos no”, cuenta Isabel, vecina de Pamplona que se acerca por Apoyo Mutuo el primer miércoles de cada mes. Vive con su pareja en un piso que está a punto de sustraerle el banco y con solo un salario. Para sobrevivir el resto del tiempo, Isabel procura comprar lo más barato del supermercado, por lo general pollo. “Ya no me acuerdo de cómo sabe el pescado”.
En esa misma fila se encontraba Ángel, un pamplonés que vive con su hijo mayor en un piso de alquiler “cobrando las ayudas para pagar todos los gastos de la casa”, señala. “Y, aunque estés trabajando, tampoco te llega porque todo está muy caro. Un amigo me comentó que el aceite se había encarecido por el incremento del IVA. La vida sube, pero el salario y las ayudas no. Si los políticos vivieran como nosotros, otro gallo cantaría. Tendrían que cogerse una villavesa o hacerse un bocadillo con el que sobrevivir a todo el día para que empatizaran y nos entendieran”, reflexiona. Mientras esto ocurre, 240 familias y 170 chicos sufren las consecuencias de un frigorífico vacío, del frío de la calle y de la falta de ayudas por parte de las administraciones.
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